Cinco años después de su ópera prima, Buñuel en el laberinto de las tortugas, Salvador Simó regresa con Dragonkeeper: Guardiana de dragones, un viaje al antiguo imperio chino, donde una niña ayuda a escapar de su prisión al último dragón vivo y se une a él para recuperar el último huevo de dragón, robado por un malvado hechicero que desea usarlo para alcanzar la inmortalidad. Una historia en animación 3D basada en la saga literaria de Carole Wilkinson y que el director barcelonés ha liderado con un pie en España y otro en China, ya que se trata de una coproducción entre ambos países. Tras sortear las dificultades de la pandemia, su estreno no podría llegar en un mejor momento para la animación española, que ha cosechado numerosos reconocimientos internacionales en los últimos años.
Es una gran coproducción entre España y China y en los créditos figura como codirector Li Jianping. ¿Cómo ha sido esta sinergia entre equipos y culturas distintas?
La dirección principal es española y toda la parte creativa y artística fueron de la dirección española. El trabajo de la codirección china fue mantener su cultura dentro de los parámetros adecuados. Que todo lo que se representara fuera muy fiel a la época y no incurriéramos en atrocidades culturales. Esta es una película que ocurre hace 2.500 años, en la dinastía Han.
Ellos siempre te pedirán que haya un codirector chino porque políticamente lo tiene que haber, otra cosa es que realmente el trabajo que haga sea así. El año pasado, tanto el productor como yo estuvimos en China dirigiendo al equipo porque el codirector ya no estaba. Su trabajo ya lo había hecho: mantener la culturalidad china.
Llevamos oyendo hablar del proyecto desde hace más de seis años. ¿Qué retos han encontrado a lo largo de todo el proceso?
Las pandemias se han comido dos años. Es un proyecto grande, se necesitaba un equipo ambicioso, con una división del trabajo entre China y España, que tenían que estar interactuando constantemente y eso se rompió y tuvimos que reestructurarlo todo sobre la marcha.
Además no fueron a la vez, se solaparon. Cuando nosotros estábamos saliendo de la pandemia, ellos entraban y tuvimos que asumir muchas cosas, porque durante la pandemia nosotros estuvimos trabajando, pero ellos no podían. Hasta enero del año pasado no pudimos ir a China. El trabajo que nosotros hicimos en tres años ellos lo tenían que hacer en uno. Fue duro, pero la voluntad que tenían era de que fuera una buena película e hicieron todo lo que pudieron.
Ha pasado de la animación en 2D para adultos ambientada en España y con una historia real de Buñuel en el laberinto de las tortugas, a una animación familiar, en 3D inmersa en la cultura china ¿Cómo se ha enfrentado a un proyecto y a una historia tan distinta?
Entré en Dragonkeeper diseñando los personajes y, al cabo de unos meses, el director original de este proyecto, Ignacio Ferreras, lo dejó y me ofrecieron dirigirlo. Llevo 34 años en el mundo de la animación, pero básicamente en animación comercial, por lo que dirías que para mí era más fácil trabajar en un proyecto así que en Buñuel…, que fue un reto muy grande porque tenía que salirme de la zona de confort y buscar mi propia manera de contar una historia. Luego, al afrontar un proyecto comercial lo haces con mucha más tranquilidad de que sabes contar una historia así. Fui capaz de pelear Dragonkeeper con mucha más seguridad con los productores para contar la historia que realmente queríamos: una historia de aventuras, a la antigua usanza, con las que yo crecí.
Ahora en las películas de animación el humor es lo más importante, y tengo amigos que dirigen películas y la batalla es que los productores les dicen que ha pasado un minuto y medio y no hay humor y que hay que meterlo. Eso hace que ya no sea una película de aventuras, sino de humor y aquí hicimos un poco al revés. Lo que mandaba era la historia y la aventura y luego sí hay algunos momentos en que te sonríes, pero lo interesante era esa montaña rusa emocional. Que el espectador se emocione y que al final diga “qué bien me lo he pasado”. Conseguir eso es lo más importante. Porque sobre todo estás trabajando para un público familiar y joven y hay que tratarlo con mucho respeto.
“Al público familiar y joven hay que tratarlo con mucho respeto”
Dentro del cine de entretenimiento familiar, hay muchas historias con dragones. ¿Qué tienen estas criaturas que siguen enganchando a los creadores y a los espectadores?
Es como cuando de pequeños nos gustaban los dinosaurios. Nos llevan a ese mundo de ilusión y a todos nos gusta de alguna manera que nos lleven a nuestra infancia, a soñar, a fantasear. Los dragones son la esencia de esa fantasía. Son mágicos.
La pequeña protagonista, Ping, tiene que aprender a ser libre. ¿Qué valores transmite Dragonkeeper?
Habla de que nosotros podemos escribir nuestro destino. A pesar de que las circunstancias te lleven hacia un sitio, siempre hay una salida, más dura o menos dura, pero siempre la hay. El hecho de ser libre es apreciarlo por cuando no lo eres. Cuando te ves inmerso por circunstancias de la vida que te llevan a algo, y dices “no tiene por qué ser así”. En tus manos está, depende de ti y del empeño o el esfuerzo que le pongas.
Y, por otro lado, el empoderamiento femenino, el hecho de que sea una niña, en la dinastía Han, que es un entorno nada propicio.
La película está basada en la primera de las seis novelas de Carole Wilkinson. ¿En qué medida se han distanciado del libro?
Hay bastante separación porque la autora es australiana y en China decían que parte de lo que escribió no podía ocurrir allí.
La fantasía es algo que no entienden. Todo lo que sea magia no se admite en la cultura china actualmente. Ahí sí que hubo un trabajo muy largo de años de negociación y de guion, que llevó a separarnos un poquito de la novela original. Pero son compromisos que uno tiene que hacer cuando uno escoge coproducir con China.
¿Hay planes para continuar con secuelas, siguiendo la saga de libros?
La idea es que sí, sobre todo las tres primeras. Dependerá de cómo funcione.
Vivimos un momento extraordinario para la animación española. Robot Dreams ha estado nominada a los Oscar este año; en 2022 levantaba la estatuilla Alberto Mielgo por el corto El limpiaparabrisas; en 2020 estuvo nominada a los Oscar Klaus. Y en los premios del Cine Europeo se ha reconocido en los últimos seis años a Un día más con vida, Buñuel en el laberinto de las tortugas y Robot Dreams. ¿Qué lectura hace del momento actual?
Las películas españolas de animación están a un primer nivel. El problema es que los Gobiernos no ven esto como una industria, sino un sector cultural que hace películas para niños. Y yo creo que se equivocan. En Japón la animación es una de las principales industrias, que trae un beneficio económico brutal para el país y aquí no ocurre así. Una película de animación tiene un presupuesto mucho más alto que una película de ficción y tienes que acabar coproduciendo con otros países, con lo cuál el beneficio que te deja ya no va para España, sino que se reparte o se va a plataformas. Y es una lástima porque el talento español es de los mejores del mundo, pero si no lo apoyamos estamos perdiendo talento. Y lo tenemos a todos los niveles. El software que se utiliza hoy en día en todo el mundo para render de las películas de animación y efectos visuales, ‘Arnold’, fue creado por un español, Marcos Fajardo.
Yo me he tenido que ir a trabajar fuera. Cuando estaba trabajando en El libro de la selva, el treinta por ciento de las personas del equipo eran españolas. Aquí no se hacían películas así. Es una verdadera lástima que no puedas levantar un proyecto como El libro de la selva en España, porque hay talento para hacer cualquier película de este calibre. Y para hacer Dragonkeeper nos tuvimos que ir a coproducir con China porque no se podía levantar el proyecto aquí en España. Es imposible.
“Si no apoyamos el talento español, lo perdemos”
¿La otra cara de la moneda son nuestros festivales? La animación española estuvo presente en la sección oficial del Festival de San Sebastián y su cine ha regresado al Festival de Málaga, donde también se presentó Buñuel en el laberinto de las tortugas.
Están prestando atención a lo que se está haciendo de calidad. Nosotros estamos tremendamente agradecidos al Festival de Málaga por darnos la oportunidad de abrir el festival con Dragonkeeper. Y Buñuel… fue reconocida en muchos festivales. La gente que aprecia el cine aprecia las películas de animación que se hacen en España, pero tiene que haber un compromiso también de la industria, no solo de la parte cultural. Ha habido años en España que había solo una película de animación o dos, de presupuesto muy bajo. En una película de animación trabajan unas 1.500 personas durante tres o cuatro años. Tardas mucho más que con la imagen real, pero son muchos más puestos de trabajo y un presupuesto mucho mayor. Tenemos un potencial industrial ahí brutal al que no se está prestando atención.
¿Con qué animación nos sorprenderá en el futuro?
Estoy preparando dos proyectos nuevos. Uno de ellos es la adaptación de la novela de Gonzalo Moure, ‘Palabras de Caramelo’, que fue lectura recomendada en los institutos españoles. Es una historia preciosa de un niño sordo en un campo de refugiados del Sáhara, que se hace amigo de un camello. Estoy intentando levantar la financiación y va a ser para todos los públicos, pero más de autor, más Buñuel...
Y luego estoy trabajando en una película más comercial, estilo Dragonkeeper.