Carlos Marques-Marcet: “En el mundo actual no hay rituales, el único que queda es tener hijos”

Por María Gil · 27 junio, 2019

Estrena este viernes su tercer largometraje, Los días que vendrán, protagonizado por el ganador del Goya David Verdaguer y María Rodríguez Soto

Carlos Marqués-Marcet Foto: ©Oscar Fernández

En su filmografía se ha acercado a la maternidad “primero como una especulación, luego como una decisión y luego como un proceso”, y es en este último enfoque en el que está el nuevo filme de Carlos Marques-Marcet, Los días que vendrán, cinta con la que cierra la trilogía accidental iniciada con 10.000 km y Tierra firme. La experiencia ficticia de una pareja de treintañeros, Virginia y Lluís, que tienen que aprender a ser tres, cuando todavía no han aprendido a ser dos discurre paralela al embarazo real de la pareja de actores que los encarnan, David Verdaguer y María Rodríguez Soto. “Como hombre, es una experiencia que nunca vas a vivir y que de alguna manera quieres intentar comprender”, reflexiona el director barcelonés, para el que era fundamental el punto de vista femenino, tanto de Rodríguez como de las coguionistas Coral Cruz y Clara Roquet, a la hora de retratar esta historia que busca capturar el abismo de la maternidad y que logró la Biznaga de Oro a Mejor Película en el pasado Festival de Málaga.

 

La maternidad es una constante en su filmografía. ¿Qué le atrae de esta experiencia?
En el mundo en el que vivimos casi no hay rituales, da igual que te cases, porque te divorcias, puedes irte de casa de tus padres y luego volver… no hay esos momentos claves que antes veías en la historia de la literatura y el cine. Quizá el único que nos queda es tener hijos. Es un momento en el que te cambia la vida y es de las pocas cosas en las que no hay marcha atrás. Me interesaba hacer un poco de micropolítica, a través de explorar los afectos y la intimidad, que dicen mucho de la sociedad que vivimos, intentar hacer un pequeño dibujo del mundo.

También hay un interés por llegar a la experiencia de la otra persona. ¿Qué significa para una mujer quedarse embarazada? Hay un cierto misterio. Y viceversa. La experiencia es algo imposible de transmitir y que de alguna manera a través del cine intentamos llegar.

¿Ha cambiado la forma de aproximarse a ella con cada película?
En 10.000 km no salió ni de mí, sino de la guionista Coral Cruz. Ha sido un progresivo acercamiento a esta situación, primero un poco como una especulación, luego como una decisión y luego como un proceso. Igual esa ha sido la evolución de las tres películas, de irme acercando más.

María Rodríguez descubrió que estaba embarazada cuando Verdaguer rodaba Tierra firme y para desarrollar Los días que vendrán teníais la limitación de los nueve meses de embarazo. ¿Cómo condicionó la realidad el rodaje?
Empezamos a trabajar sin guión, porque no había tiempo y teníamos que rodar ya e ir creando el guión sobre la marcha. Además, porque nos interesaba hacer un proceso creativo de lanzarnos a la piscina sin saber a dónde íbamos a llegar. Teniendo muy claro lo que queríamos, pero obligándonos a estar siempre muy presentes, sin intentar anticipar nada. Alternaba la escritura con el rodaje, los ensayos, el montaje… y esto nos llevaba casi a la forma en la que se trabaja actualmente en el documental. Es un lujo porque te permite ir aprendiendo de la película sin ir con ideas preconcebidas. Nuestra sensación todo el rato fue que la película se hacía sola y nosotros solo la íbamos siguiendo. Realmente estábamos abiertos a ir a lo desconocido. Un poco siguiendo esta máxima de que ‘si lo sabes hacer, entonces no hay descubrimiento’.

«Si lo sabes hacer, entonces no hay descubrimiento»

Precisamente el descubrimiento del vídeo casero que tenían los padres de la intérprete, fue un punto de inflexión.
Ahí entendí la película. Estábamos haciendo lo mismo, una home movie, pero yo quería que apareciera también la cara B, los momentos malos, lo que nunca se muestra.

En diálogos y situaciones muy cotidianas la cinta habla de grandes problemas como la gentrificación, la precariedad laboral, los roles tradicionales… ¿Cómo confluyen los temas que quería abordar con la dinámica de improvisaciones?
Creamos unos personajes por separado, del uno y del otro, y a partir de ahí veíamos qué les había pasado esa semana. Yo proponía las situaciones a uno y a otro, a veces generando una situación de conflicto, y ahí empezaba la improvisación. Hacíamos improvisaciones, a lo mejor de dos o tres horas y, a partir de ahí, y ya construíamos un tiempo, las cosas que habían sucedido, cosas que yo añadía…Era un proceso de destilación. Pero los diálogos no son improvisados. El texto  estaba ahí y nosotros improvisábamos las emociones por encima, un poco como surfear encima de una ola.

Repite tándem con David Verdaguer, que ha estado presente en sus tres películas
Es un actor de los más generosos que conozco. Lo encontré casi por casualidad, en un vídeo de YouTube, y le hicimos un cásting. Yo venía de vivir mucho tiempo fuera e iba a rodar un corto en catalán y estábamos buscando actores en Barcelona. Entonces era conocido como cómico, aunque en teatro había hecho mucho drama. Tengo la sensación de que hemos aprendido a hacer cine juntos. Es una relación de amistad, confianza y de ir planteando retos. Quizá el personaje de 10.000km era el más parecido a él, pero luego hemos creado los otros a partir de cosas que queríamos explorar. Su personaje de Lluís en Los días que vendrán es mucho más serio, algo gris. Hay veces que la gente no ve el mérito de David porque siempre hace un trabajo de servicio a la película y a los otros actores.

Llegar a otro lado desde la ficción

¿Se ha fijado en otras películas sobre la maternidad?
Hay dos películas que me marcaron en su día. Una es un corto de cine experimental de Stan Brakhage, Window Water Baby Moving. Me impactó mucho en su día y sí que tenía desde ese momento el runrún de la idea. Y la otra es el documental de Naomi Kawase Tarachime. Es una película absolutamente brutal, donde ella graba su propio parto. Si ya se había hecho muy bien desde el documental, quizá nosotros desde la ficción podíamos llegar a otro lado.

La película llega en un momento en el que el tema de la maternidad está en el debate público. Hace poco salía en los telediarios que los nacimientos caen casi un 30% en España en la última década, también vivimos una desmitificación de la maternidad…
No intento hacer un decálogo, ni una elaboración muy concreta de la temática. Me interesa pensar en algo atemporal que traspase el momento actual, aunque suceda en el presente. No me gusta pensar en lo que está de moda.

Pero la maternidad sí es un tema que está presente e interpela a la generación de treintañeros que representan los personajes de Virginia y Lluís
Es como que de repente es una opción. Y hay una presión sobre todo hacia los cuerpos de las mujeres. A nadie le preguntan ¿por qué eres nada? Y a ellas sí que les preguntan por qué no tienen hijos. Creo que tiene que ver con el debate respecto a la manera que se tiene de ver y de pensar el cuerpo de la mujer hasta ahora, con el cambio de paradigma que está sucediendo lentamente y lo que se va avanzando. Tampoco quiero decir que los personajes sean representativos de una generación porque depende de las aspiraciones de cada persona, de cuándo, como y dónde has crecido. Para muchas familias emigrantes es mucho más difícil la situación y culturalmente no te lo planteas, simplemente lo haces. Pensar en la maternidad y la paternidad nos sirve para intentar entender qué nos está pasando.

Los protagonistas se plantean si están preparados para tener un hijo. ¿Hay una brecha generacional en cómo afrontamos la maternidad en la actualidad, respecto a generaciones anteriores?
Antes no había un planteamiento de duda y sí unos pasos muchos más establecidos por los que tenían que pasar. Nuestros padres y abuelos venían de una sociedad mucho más conservadora, tras la Guerra Civil. Con todo lo que sucedió, una generación arrastraba unos ciertos patrones en los que no había opción a decidir. Y de repente vives en un mundo muy fluido líquido, que tiene cosas muy buenas y al que se le pueden criticar muchas cosas, pero que al final nos permite una serie de opciones. La pregunta al final es quiénes somos y si esas opciones nos hacen más libres o nos encarcelan un poco más.

Carlos Marques-Marcet recogiendo el Goya 2015 a Dirección Novel por 10.000 km ©Alberto Ortega

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