Idioma universal

Por Javier Fesser · 28 junio, 2019

El director y guionista Javier Fesser reflexiona sobre la importancia de introducir el cine en las escuelas

Si hay algo que me hace amar el cine por encima de todas las cosas, es la oportunidad que me brindan las películas de ponerme en la piel de otros, de vivir situaciones, momentos o épocas a las que de otra forma no tendría ningún acceso. Las películas suponen una inmejorable ocasión para sentir lo que otros sienten o han sentido, y eso es lo que nos permite comprender que nadie es el centro de nada ni el mundo gira en torno a ninguno de nosotros en particular. Que todos somos vecinos, todos somos extranjeros, pero todos únicos e irrepetibles. Las películas despiertan nuestra curiosidad, nos invitan a querer conocer más y abren ventanas y puertas hacia mundos de los que nada sabemos y que, paradójicamente, nos conducen a comprendernos mejor a nosotros mismos.

Pero es que, además, son las películas un artefacto de comunicación insuperable. El lenguaje que utilizan, el audiovisual, que engloba a todos los demás y es plenamente universal, es la herramienta más potente del mundo moderno para informar, emocionar, contrastar, hacer reflexionar, inspirar, transmitir conocimiento, compartir, unir y, en definitiva, educar. Educar en valores, generando ciudadanos con criterio, formando personas impermeables a la manipulación, enseñando a los individuos a manejar de forma natural la empatía y la solidaridad. Porque las películas que educan, colocándonos en el pellejo ajeno, esas que más que respuestas lo que provocan son preguntas, nos llevan irremediablemente a entender mejor el mundo y comprender mejor al prójimo, a ser conscientes de que el problema que tiene nuestro vecino hoy bien podría cebarse con nosotros mañana.

«Jóvenes y no tan jóvenes se comunican a diario con imágenes»

Sumado a esto, debemos añadir a la ecuación que el lenguaje audiovisual se ha convertido en la lengua cooficial de todos los jóvenes del planeta. Jóvenes y no tan jóvenes que se comunican a diario a base de fotografías, vídeos, dibujos, gráficos, músicas, sonidos y voces asociadas a imágenes cada vez de mayor complejidad. Un lenguaje que se utiliza ya espontáneamente, pero sin conocer muy bien su gramática y sin utilizar, por este motivo, todo su inmenso potencial, toda su capacidad para construir y hacer que la convivencia de todos sea cada vez más placentera y mejor.

Por todo esto, apoyo sin fisura ninguna cualquier iniciativa que fortalezca el uso de este idioma universal y cualquier esfuerzo para aunar buen cine y educación. Y lo hago porque creo profundamente en los infinitos beneficios, a medio y largo plazo, que es capaz de producir la educación para la imagen.

No existe inversión más certera y rentable para el desarrollo de una sociedad libre y justa que la educación, y el cine es una herramienta atractiva y poderosa como ninguna para este cometido. La formación de ciudadanos curiosos, con criterio, conocimientos y valores, es la única apuesta cien por cien segura para mejorar la convivencia y disfrutar con mayor plenitud de la aventura de existir.

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