Vocación de verdad | Encuentro con Belén Funes, Greta Fernández y Antonio Chavarrías

Por Foto: ©Encarnación Vázquez · 1 octubre, 2019

Tras su paso por Donostia, la directora, la protagonista y el productor de La hija de un ladrón presentaron la película en la Academia

Sara es madre de un bebé, hermana de un niño que vive en un centro de acogida e hija de un hombre de presencia amenazadora que regresa tras mucho tiempo de ausencia. La hija de un ladrón, debut de Belén Funes, que ha participado con ella en la sección oficial de San Sebastián, recorre el día a día de esta joven que, interpretada por Greta Fernández –Concha de Plata a mejor actriz ex aequo–, intenta sobrevivir en un mundo a la contra. Su padre, al que pone voz y piel Eduard Fernández, progenitor asimismo de la protagonista en la vida real, trastocará el delicado equilibrio de esta mujer que vaga por la periferia de una Barcelona nada idílica.

“Quería contar una película en presente, sin explicar lo que había pasado antes. Ese era el desafío”, explicó ayer Funes en el encuentro que mantuvo con el público en la Academia de cine; las únicas herramientas eran contar lo que pasaba a tiempo real, sin saltar de punto de vista, y donde el espectador tiene la misma información que la protagonista”. El pasado de la disfuncional familia permanece en blanco para que “el espectador proyecte lo que cree que ha podido pasar” hasta llegar una relación entre padre e hija insostenible. La debutante, sin embargo, reconoció haber rodado “algunas escenas salvavidas, secuencias muy explicativas que detallaban ese pasado. Pero al verlas en montaje, parecían de otra película y de otro director. Fuimos cobardes al rodarlas y valientes al eliminarlas de montaje”.

A Greta Fernández el guión le llegó “mucho tiempo antes del rodaje”, y le pareció “un regalo y un reto interpretativo. El personaje no tiene nada que ver conmigo, ni el de mi padre con mi padre. Sentimos y pensamos distinto, somos muy distintos. Agradezco a Belén que pensara en mí, porque a priori no tengo nada que ver con esta Sara”, detalló. La primera prevenda que hubo de evitar es leer a su personaje desde la lástima: “al principio, Sara me daba pena todo el rato. Era un desafío interpretarla sin pena, fue lo primero que tuve que hacer”. Funes aseguró asimismo que ella no siente “pena por la protagonista, sino que la admiro”.

Naturalidad y sentido común

Preguntada por los asistentes al coloquio, la realizadora explicó que la naturalidad de los diálogos y las situaciones de tu ópera prima no obedecen a la improvisación, sino que “estaba todo en el guión. Mi co-guionista Marçal Cebrián es un obsesivo de la naturalidad y, como no creía que pudiéramos conseguir ese grado de realismo en el rodaje, dejaba todo por escrito en el guión”, bromeó. “Las únicas secuencias más improvisadas son en las que interviene el niño que interpreta al hermano de Sara. El montaje de sonido de sus planos fue infernal, porque yo estaba al lado de la cámara dándole instrucciones todo el rato. Pero el niño, sin ser actor, nos ofrecía muchísima verdad que, a falta de técnica, lograba por su tremenda empatía”.

En la dirección de actores, Funes también destacó del trabajo con su protagonista que “Greta y Sara tienen algo en común: la fuerza, el no pensar en lo que dicen los demás. Escribiendo la película ya me imaginaba la cara de Greta con un gorro y trabajando en una cocina. Algo de ella lo podía asociar con esa vertiente de Sara, que es una persona que todo el rato apela al sentido común. Acude a una entrevista y asegura ser muy trabajadora. Y no necesita demostrarlo porque puedes ver que lo es”.

En cuando a los espacios que recorren sus personajes, para Funes era importante dar constancia de esa ciudad hostil a la que se enfrentan. “Barcelona hay muchas, pero siempre se muestra la misma en el cine. Me gustaba la idea de mover la cámara fuera de esa postal idealizada, hacia la Barcelona postolímpica donde las cosas no son tan bonitas como parecen. Yo vivía con mis padres en el cinturón urbano de la ciudad, tengo metido el sonido de las autopistas que marcaban la frontera, y he querido que eso se integre en la cinta”. Un espíritu que el productor Antonio Chavarrías detectó desde “la primera versión del guión, que no fue la que después se rodó”, y que definió como una “vocación de verdad”.

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