Un proceso creativo hacia dentro | Encuentro con Oliver Laxe

9 octubre, 2019

El director gallego, ganador del Premio del Jurado en la sección ‘Una cierta mirada’ del Festival de Cannes, conversó con el público en la Academia.

Foto © María Luisa Restrepo

Son ya varios los galardones que Oliver Laxe ha recogido con Lo que arde, su última apuesta rodada en gallego, una historia que, reconoció ante la sala abarrotada de la Academia de Cine, vino motivada por tres elementos. El lugar, «muy especial para mí puesto que ahí vivió mi madre y tenía ganas de pasar más tiempo allí. Además, me produce bastante rabia la fragilidad de esas zonas y sus gentes, y a través del cine la he podido estilizar y depurar”; el fuego, porque “es extraño desear algo que al mismo tiempo rechazas”; y el pirómano, una figura que “me parecía atractiva, sobre todo porque está demonizada, muy denostada y quería ir más allá de la culpabilidad o de la inocencia”.

El realizador de Mimosas y Todos vosotros sois capitanes, galardonadas también en Cannes, confiesa “analizar, intelectualizar y reflexionar” ahora todo lo que ocurre en la película, porque «soy muy visceral a la hora de filmar».

Ambigüedad y equilibrio

“Vivimos en unos tiempos muy complejos, en los que el bien puede tener la forma del mal y el mal tomar el aspecto del bien. Y en mi naturaleza está juzgar, ser intolerante, y después te das cuenta que la vida es mucho más compleja. Lo que parecía una cosa puede ser todo lo contrario”, explicó el cineasta, que en sus películas intenta “no cometer los errores que cometo en mi vida diaria. Entre la obligación de ser claro –siempre pienso en el espectador cuando hago mis películas– y las ganas y necesidad de ser oscuro. Me paso el día midiendo y, aunque intento que sea lo más orgánico posible, el cine es un misterio. Haces una puesta que crees que el espectador puede sentir de una manera, pero quién sabe”.

Reconoció tener sus maestros y referencias, pero reveló que esta historia ha sido un proceso creativo de mirar adentro. Laxe destacó estar muy contento del resultado, “porque creo que hay momentos muy dionisiacos, muy sulfurados y fogosos pero también hay otros más armónicos, dulces, más frágiles. Es la sensibilidad del campo y de esa montaña en concreto”.

Los premios recibidos y el estrenar este viernes en 48 salas “es una sorpresa. No decido estar al margen de la industria, por mí encantado de estar en el centro. Es muy difícil reorientar la decadencia, que es global. A la gente se le han dado repostería industrial durante muchos años y, claro, solo puede comer azúcar. Le pones una ensalada o una sopa de Benedicta [la intérprete femenina de la cinta] y no le sabe a nada”. Y considera que para cambiar las cosas es necesario un esfuerzo global. “Es normal que haya menos identificación con mis películas, porque he hecho dos en África, aunque no creo que haya historias gallegas o españolas o marroquís…”. Aseguró además estar sintiendo en este momento de su vida “que dentro del ecosistema del cine español, variado y polarizado, sí que tengo mi función. Tengo ganas de trabajar, porque veo que hay un lugar ahí para mí a través de los espectadores y la gente del sector, que están siendo muy generosos con la película”.

Foto: Adriana Codes

Amador y Benedicta

Siempre ha trabajado con amigos, “en ellos encuentro algo que me conmueve, y con ellos sé cómo transmitir lo que quiero en la historia que ruedo”. Cuando vio a Amador Arias en el cásting, tuvo claro que era la persona que buscaba para interpretar al personaje del pirómano. “Sentí mucha fragilidad y belleza en él. Mucho misterio. Tenía un silencio muy habitado, es una persona muy conectada con su esencia”. No así Benedicta Sánchez, “una mujer de 82 años devota, fuerte, leal… tenía una energía muy alta y hablaba mucho. En las primeras lecturas vimos que se ‘comía’ a Amador», contó el cineasta, quien trabajó mucho con los dos en los ensayos previos para rebajar esa energía.

Aseguró que estos días ha escuchado muchas cosas que se dicen de Amador. “Y eso es lo bonito. Hay quien dice que es culpable, quien dice que es inocente. Nunca le hemos visto provocando el fuego así que a lo mejor estuvo en la cárcel de manera injusta. Hay a quien le da igual si es inocente o culpable”. Laxe afirmó que su objetivo era que el espectador llegue al final de la película y pueda «sentir a todo el mundo. Empatizar con todos ellos y con la complejidad de la vida”.

Eucaliptos en lugar de palmeras

El director gallego contó que la primera secuencia quiso rodarla en Marruecos, mientras rodaba Mimosas. “Me fui a vivir a un palmeral y me hablaron de una mafia de traficantes de palmeras que iban con tractores de noche y las arrancaban para después vender la madera”. Aunque nunca lo vio, la idea se le quedó en la cabeza. “Pero cuando empecé a desarrollar el guión, un paisano me sugirió que en vez de arrancar las palmeras me fuera a arrancar árboles a mi país”, explicó. Tras muchas y complejas pruebas en una plantación de eucaliptos, y después de analizar la peligrosidad, se decidió rodar las primeras imágenes de la película con drones para evitar cualquier riesgo humano.

En cuanto a las escenas de fuego, Laxe declaró que «la vida te pone a prueba», y es que cuando tenían todo el equipo y estaban preparados para rodar esas secuencias, llovió a mares. «La vida tiene sus reglas”, concluyó. Aún así,  el realizador se sintió muy afortunado porque “ya habíamos tenido muchos regalos: Amador, Benedicta, los animales… Y por eso asumimos bien no tener más escenas de fuego”.

Laxe se encuentra en un proceso de maduración “en el que entiendo que tengo que perder ciertos espectadores para acceder a otros. Asumo una mirada ciertamente un poco purista”. Y aunque dijo que no le gusta hablar de cine de autor, aseguró que “me estoy desacomplejando bastante de los a priori que hay en este cine: no puedes hacer postales, no puedes utilizar músicas, … Me da igual si tengo que subrayar puntualmente una emoción”, añadió.

Foto: Adriana Codes

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