A poco más de una semana de la gran fiesta del cine español, los nominados a los Premios Goya continúan compartiendo con el público malagueño sus sensaciones y sus trabajos en la gran pantalla, en los encuentros previos organizados por la Academia de Cine. Este martes, los protagonistas fueron los montadores Laurent Dufreche, Raúl López, Alberto del Campo y Carolina Martínez Urbina, que charlaron en los Cines Albéniz, tras la proyección de secuencias emblemáticas de La trinchera infinita, Madre, Mientras dure la guerra y Dolor y gloria.
En el encuentro, moderado por la montadora Julia Juániz, desgranaron como se enfrentaron al montaje de las cintas, el trabajo con los directores y cómo las decisiones de montaje conectan con la narrativa de las historias de Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar, Rodrigo Sorogoyen y Aitor Arregi, Jon Garaño y Jose Mari Goenaga.
“El premontaje es conseguir una estructura que funcione y tener la seguridad de que lo que se ha rodado puede llegar a buen puerto, aunque lo tengas que trabajar más profundamente después”, explicó Martínez Urbina, que siempre intenta buscar “las tomas que te transmiten más, pero hay matices de gestos, la voz o como están dichas las frases, que el director luego quiere trabajar. Yo disfruto planteando los premontajes porque es enfrentarte al material y dar esa primera visión de lo que te han transmitido las imágenes”.
La experiencia del tándem Dufreche- Raúl López es el trabajo en equipo. “Yo premonté la primera parte de La trinchera infinita y Raúl la segunda. Y después la cogió Raúl y la cortó. Y Luego la retomé y la corté también. Cogemos distancia y es mejor. Salimos y entramos de la película, pero pocas veces montamos juntos. Es un método que quizá se ve raro, pero que nosotros nos ha funcionado”, aseguró Dufreche.
Su montaje a cuatro manos implica conjugar muchas ideas. “Trabajamos mucho con versiones. Como en La trinchera infinita los directores también montan todos trabajamos cada secuencia de manera independiente y luego vemos el resultado de cada uno y lo que nos gusta y lo que nos ofrece cada propuesta”, secundó López.
Los cuatro montadores destacaron aquellas secuencias con especial significado para ellos, para analizarlas frente a los asistentes, que llenaron la emblemática sala de la ciudad.
La secuencia de Madre en la que el personaje de Marta Nieto conoce a Jan fue la elección de Alberto del Campo. Según el montador de la cinta de Rodrigo Sorogoyen, en este fragmento “se resuelven muchas preguntas y surgen otras. Antes tenía más planos y estaba montado de una manera más académica, pero en el proceso de montaje descubres lo que es realmente importante para la historia y nos dimos cuenta de que era mucho más honesto plantearla desde el punto de vista del personaje de Marta, así que eliminamos planos de Jan”. Del campo podría lograr su segundo Goya a Mejor Montaje de forma consecutiva, tras ganarlo la pasada edición con El reino, también dirigida por Sorogoyen.
Sobre el arranque de La trinchera infinita, Dufreche puso el foco en la necesidad de generar “una secuencia de presentación de personajes y de conflictos, intenta hacer creíble y apetecible la película. Teníamos dos retos: que el público entendiera que el personaje tiene miedo, y no se cuestionara por qué no sale, y, el segundo que hay poca acción porque está encerrado. Vamos a conocer la acción en función de lo que ve el personaje”.
Nominada por Dolor y gloria, Teresa Font no pudo acudir al coloquio, pero sí estuvo representado su trabajo a través de la escena de la conversación en la terraza entre Salvador Mallo (Antonio Banderas) y su anciana madre (Julieta Serrano). “Teresa destaca siempre de este montaje los silencios, y la verdad de los silencios y como el dolor y la tensión de la escena se generan en esas pausas y en la forma de decir y recibir la frase”, expuso Juániz.
La relación que se establece en la sala de montaje entre montadores y cineastas es muy fructífera. “Trabajar con Alejandro es bastante fácil, tiene las cosas muy claras pero deja margen para que tú aportes cosas interesantes”, dijo Martínez Urbina; mientras que Del Campo señaló el elemento sorpresa que siempre viene con Sorogoyen. “Cuando empiezo a montar no sé lo que me va a dar y eso es muy bueno porque me obliga a reinventarme, fomenta la creatividad e intento siempre hacer algo nuevo ”.
Las mil posibilidades del montaje
Más allá de introducir al espectador en la historia y anticiparle lo que va a ver después, también incidieron en la capacidad del montaje para solucionar errores, cuando no se logra lo esperado en el rodaje, y para incidir en las emociones de los protagonistas. “Con los planos cortos, de los ojos, queremos transmitir lo que está sintiendo el personaje», desgranó Del Campo, «ella se da cuenta de que Jan no puede ser su hijo e intentamos transmitir esa atracción que sienten los personajes y que va a desencadenar el resto de la película Madre«.
Cuatro de los cinco nominados en esta categoría ya saben lo que es ganar el Goya al Mejor Montaje. Teresa Font lo logró en 1995 por Días contados, Del Campo en 2019 con El reino; y Dufreche y López hicieron lo propio con Handia en 2018. Este último puso el acento en lo difícil de otorgar un premio en la categoría, porque “nadie puede valorar el montaje de una película sin saber el material del que dispones. Montar es maravilloso porque tienes el control absoluto, puedes destrozar el material y, en el mejor de los casos, darle forma a lo que no la tiene”.