Paco Betriu, furia española

Por Juan Vicente Córdoba · 16 noviembre, 2020

El pasado 7 de septiembre le escribí a Paco. Le pregunté qué tal se encontraba, y le comenté que me presentaba como candidato a las elecciones de la Especialidad de Dirección de la Junta Directiva de la Academia con la idea de apoyar y dar más voz a los directores y directoras en todos los ámbitos, ayudar a hacer más visibles las películas más autorales de directores y directoras menos conocidos. Le apostillé: “yo sé que me entiendes bien”. También le invité a que se hiciera socio de ACCIÓN, la asociación de directores y directoras de cine que tengo el honor de presidir, y colaborara en el colectivo con nosotros. No dudó un instante. Al rato, me contestó con su energía y vitalidad características sin dar señal alguna de alarma sobre su salud. “Hola, Juan Vicente. Acabo de votarte. Por mi parte, encantado de hacerme socio de ACCIÓN. Os conozco a varios y me ofrecéis todas las garantías. Que haya suerte en las elecciones. Un abrazo”. Le agradecí su voto a mi causa tan inmediato y le di la bienvenida junto con el link para que se diera de alta en nuestra asociación. Añadí: “dime cuando lo hayas hecho”. A los pocos minutos, volvió a contestarme “Hecho. Un abrazo”. Fue mi última conversación con él.

La carrera cinematográfica de Francesc Betriu i Cabecerán (Organyà, Alt Urgell, 1940) fue tan diversa como inclasificable. Fundó a finales de los sesenta una productora que se propuso realizar “13 películas de 13 minutos de 13 nuevos directores, y el proyecto tuvo éxito”, recordaba Paco con sus propias palabras. “Muchos profesionales comenzaron ahí: Gutiérrez Aragón, García Sánchez, Alcaine, Antonio Drove, Gamero, Luis Megino, yo mismo con Bolero de amor. Pero cuando nos fuimos pasando del corto al largometraje, se acabó la cosa”. Nuria Vidal, crítica de cine y vieja amiga suya, reivindicaba hace pocos días en su blog: “Paco merece un lugar en la historia del cine de nuestro país. Comenzó en los primeros años 70 aún en pleno franquismo, se consolidó en los años de la transición en Comisiones Obreras, donde todos militamos intentando conseguir que el sector del cine no se quedara atrás. Hace ahora justo un año, en octubre del 2019, coincidí con él en Madrid, en el homenaje que le dedicó La Plataforma de Nuevos Realizadores en el marco del Festival de Madrid. Con Paco compartí un coloquio después de ver Furia española en una copia inédita y única, con alguno de los 22 cortes de censura incorporados. Fue muy interesante comprobar que la salvaje furia de esta película tan española tiene una carga de transgresión que muchos directores de ahora mismo no se atreverían ni a imaginar».

Paco Betriu hizo comedias esperpénticas con un toque personal (La viuda andaluza, Los fieles sirvientes, Sinatra…) que alternó con adaptaciones literarias como Réquiem por un campesino español, de Sender; La plaza del Diamante, de Rodoreda; Un día volveré, de Marsé; Una pareja perfecta, inspirada en Diario de un jubilado, de Delibes… con las que tuvo grandes éxitos. Esos caminos le llevaron a películas tan atípicas como fascinantes: Mónica del Raval y El día que murió Gracia Imperio, dos joyas del documental. “Las llamé documentales por cuestiones administrativas, pero en realidad no lo son. El 70% de los personajes que aparecen en ellas son míos. No utilicé a actores, sino gentes del Raval. Mónica, manchega, hacía veinte años había llegado a Barcelona, donde seguía ejerciendo la prostitución. Durante meses tuve con ella entrevistas diarias que me hacía pagar como si fueran servicios; si hablábamos durante tres horas, aplicaba la tarifa correspondiente. Con ese material escribí el guion, que ella interpretó muy bien porque es una actriz cojonuda”.

Pero volvamos a su segundo largometraje. Furia española, una comedia de aire provocador, cercana al esperpento, protagonizada por Cassen y Mónica Randall, y que merece estar en el ranking de las mejores películas del cine español. Paco apostó por un feísmo consciente que dejaba al aire todas las vergüenzas de España, trazando un retrato inmisericorde de la Barcelona, la Cataluña y la España de las postrimerías del franquismo. Retrató la represión sexual, la omnipresencia de la publicidad, el fútbol, la política, el machismo, la televisión, la emigración charnega, la prostitución, la miseria y la hipocresía moral de toda una sociedad.

En 1975, Furia española armó tal barullo que la censura la prohibió tajantemente. Provocó incluso un escrito de protesta pidiendo la liberación de la película firmado por 33 críticos de cine de Madrid y de Barcelona, y sacado a la luz por la prensa más valiente. Uno de ellos, César Santos Fonatanella, abogaba “por un cine salvaje” con precedentes como Valle-Inclán, Goya y otros “filmes malditos” como los de Alfonso Ungría y Manolo Gutiérrez y los catalanes Nunes y Forn, y se quejaba de lo arcaico que resultaba ya el cine que se hacía en España. (‘Informaciones’, 20/3/1975). Hasta se contaba que a Franco le dio un soponcio cuando la vio pocos meses antes de su muerte. “No puedo confirmar que ese susto le diera la puntilla, aunque eso me dijeron. Puede que Furia española fuera la última película que vio Franco, un honor”, contaba Paco con una sonrisa cuando recordaba aquel suceso.  Finalmente, se pudo estrenar una vez muerto el dictador, pero, eso sí, con los 22 cortes ya citados. El franquismo agonizaba y las cosas comenzaban a cambiar.

Paco tenía 80 años pero aparentaba muchos menos. Era un hombre amable y afable con todos los que le conocíamos, un ejemplo de autor cuya fuerza residía en la humildad y en la sencillez. Su muerte, el pasado 7 de octubre, ha sido repentina. Un hachazo. Un golpe helado e imprevisto. Nos deja un gran cineasta y una buena persona siempre disponible para escucharte, para ayudar a los jóvenes cineastas, para colaborar con un colectivo o para apoyar una causa. A Paco el recuerdo de tantos amigos fallecidos no le hacía perder energía: “Nunca los borro de la agenda; solo les digo hasta luego”. ¡Cuanto que aprender de ti, Paco!

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