Iceberg Borau

5 enero, 2021

Proyecto de Carlos F. Heredero seleccionado en la primera edición de las Ayudas Berlanga

1. El personaje y la persona

José Luis Borau no fue solo un director de películas decisivas para la historia del cine español. No fue solo el guionista, productor y director de Hay que matar a B (1973), Furtivos (1975), La Sabina (1979), Río abajo (1984), Tata mía (19986), Niño nadie (1996) y Leo (2000). Fue también productor de importantes realizaciones de Iván Zulueta, Jaime de Armiñán y Manuel Gutiérrez Aragón; profesor de enorme influencia en la vieja escuela de cine (EOC), investigador erudito, editor de decisivos libros de cine, director de un festival, presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, autor de múltiples y premiados relatos literarios, Presidente de la Sociedad General de Autores, miembro de la Real Academia Española (RAE), y muchas otras cosas más.

En unas actividades y en otras, toda su vida y todo su trabajo profesional giraba siempre, y exclusivamente, alrededor del cine. «No tengo otros consuelos, ni distracciones, ni lugares intermedios. No tengo otras ambiciones”[1], decía. Y además era cierto: nunca se le conoció ninguna otra dedicación, aunque fuera meramente recreativa. No hacía descansos, no se tomaba vacaciones. Tampoco preservaba ninguna parcela de su tiempo para sí mismo, porque eso significaba robárselo al cine. Todo lo que hacía, desde la mañana a la noche, era cine o algo que derivaba del cine o que terminaba por devolverlo al cine. De ahí que apenas sepamos nada de su vida personal, quizás también porque –si hemos de creerle– esta probablemente no existió. “No me preguntes sobre cine, que eso pertenece a mi vida privada”, tenía la tentación de contestar algunas veces.

¿Quién era realmente, entonces, José Luis Borau?, ¿existía el hombre o solo el personaje…?, ¿o acaso ambos fueron siempre la misma persona?, ¿Pueden bastarnos únicamente sus películas para conocerlo…?, ¿podemos contentarnos con el inventario nominal de todo lo que hizo, con ser tanto, tan variado y tan fructífero, para tener una visión cabal de su obra y de sus aportaciones…?

La respuesta a estas cuestiones tropieza, de entrada, con una dificultad considerable, pues él mismo reconocía que sus películas son “un tanto herméticas (…) porque hermética es también la vida, de la que solo los malos autores dicen conocer sus leyes y secretos”[2]. Un hermetismo agazapado, eso sí, en la limpia y engañosa transparencia de una puesta en escena de estirpe clásica y organizada con extrema pulcritud, de la misma manera que los múltiples secretos que palpitan bajo sus imágenes y la propia dimensión secreta de su personalidad (siempre rodeada de zonas oscuras o desconocidas) convivían –sin solución de continuidad– con su carácter empático, su entrañable bonhomía y su exquisita educación.

Auténtico hombre-orquesta capaz de hacer pedagogía de su lenguaje con cristalina claridad, investigar en la recámara más secreta de la historiografía fílmica española, abrir puertas para la circulación y el conocimiento de la práctica experimental, ofrecer cauces para la publicación de valiosos estudios, trabajar para la defensa y dignificación de su profesión o luchar para que se reconozca al cine la misma consideración que a las demás artes, José Luis Borau (el hombre y el personaje) es en realidad el centro de una galaxia que nos incluye y que nos desborda a la vez, llena de agujeros negros en cuya oscuridad permanecen agazapados innumerables secretos, actividades y proyectos desconocidos.

2. El objeto de la investigación

Los agujeros negros de la Galaxia Borau siguen ocultando, a día de hoy, múltiples y fecundos senderos diseminados entre los más de ¡50 proyectos! en los que el cineasta estuvo trabajando (a veces durante años, en algunos de ellos) sin conseguir llevarlos a buen puerto. Se trata ahora, por tanto, de sacar a la superficie la parte oculta del ‘Iceberg Borau’. Y hacerlo, además, en una doble dirección, pues la investigación debe servir, simultáneamente, para dar a conocer toda esa documentación y, acto seguido, para ponerla en relación con las películas dirigidas por el cineasta y con los textos, relatos y cuentos que publicó.

No es una investigación arqueológica ni museística, no se trata de desenterrar restos para exhibirlos después como trofeos de caza en la vitrina de un libro, sino una investigación apasionada en los pliegues, en la trastienda, en las semillas, en los métodos de trabajo y en la intrahistoria de una obra tan viva y tan vigente como sigue estando hoy la filmografía de Borau. Y esto por varias razones.

En primer lugar, porque el conjunto de esos proyectos ofrece un abanico mucho más completo, más variado y más complejo de lo que fue la incesante actividad creativa de una personalidad tan poliédrica como enigmática. Después, porque ofrecen un campo de estudio imprescindible para poder comprender mejor personajes, historias, temas y obsesiones que pueblan sus películas y sus cuentos (este es un objetivo esencial de la investigación que se propone), puesto que ideas, situaciones, criaturas, nombres de personas, localizaciones y hasta estructuras narrativas ya presentes –o al menos esbozadas– en esos proyectos frustrados, reaparecen luego en las imágenes de sus obras más personales. Y, finalmente, porque la debida contextualización historiográfica de estos proyectos contribuirá a iluminar también aspectos sustanciales de la industria y de las políticas del cine español en cada una de las etapas durante las que aquellos se desarrollaron.

La investigación tiene como objeto documentar con la mayor precisión posible las coordenadas historiográficas de cada uno de estos proyectos y, a la vez, ponerlos en relación con la obra conocida y terminada del cineasta, con la que muchos de aquellos trabajos mantienen jugosos y reveladores vínculos. Adicionalmente, debe conducir también a la publicación, al menos, de dos de los guiones completos que José Luis Borau no pudo llegar a realizar (La pajarita de oro y Las hermanas del Don; este último escrito junto a Rafael Azcona), que son dos de sus obras más singulares, dos creaciones personalísimas que se integran con enorme coherencia en su filmografía estrenada.

Pero no se trata solo, nuevamente, de llevar a la imprenta y ‘a pelo’ dos guiones no filmados. El objetivo es proponer una edición crítica, anotada, documentada y referenciada en la mejor tradición de algunos estudios literarios anglosajones. Tómese como ejemplo, si se quiere, la edición británica llevada a cabo por John Wyse Jackson y Bernard McGinley de Dubliners, el libro de relatos de James Joyce (James Joyce’s Dubliners. An Annotated Edition; Sinclair-Stevenson, Londres, 1993). Es decir, una edición en la que el texto de ambos guiones vaya acompañado de un amplio y prolijo aparato de notas y referencias cruzadas capaces de trazar vínculos entre estas historias y las películas dirigidas por su autor. Notas que sirvan para iluminar las resonancias existentes entre unas obras y otras, para rastrear relaciones subterráneas entre ellas y para ofrecer, finalmente, un conocimiento más amplio y mejor documentado de la ingente obra de un creador absolutamente trascendental para nuestro cine.

Se trata, en definitiva, de arrojar luz en las profundidades más oscuras y secretas del ‘Iceberg Borau’ para contribuir a un conocimiento más amplio y mejor documentado de su obra y de su personalidad.

3. Las herramientas de trabajo

Los archivos personales de José Luis Borau se encuentran depositados en la biblioteca de la Real Academia Española (RAE). Allí permanecen un total de 371 cajas llenas de material personal y profesional, 570 guiones y 7.000 volúmenes de fondo bibliográfico. La investigación y el vaciado de este archivo, en busca de las huellas y documentos que nos puedan conducir a cada uno de los proyectos inconclusos del cineasta, es por tanto absolutamente imprescindible, pero la tarea se antoja titánica por el inmenso volumen de materiales a consultar.

La investigación deberá prestar atención, igualmente, al Fondo José Luis Borau depositado en la Filmoteca de Zaragoza, al Archivo General de la Administración (donde podrá localizarse información sobre algunos proyectos presentados en su día al Ministerio y al ICAA), al archivo de la Biblioteca Nacional (donde podrán localizarse algunas versiones finales de sus guiones), así como algunos otros fondos documentales de instituciones públicas y privadas relacionadas con las múltiples actividades profesionales y creativas de Borau (puede verse un listado completo de los archivos a consultar en la memoria del proyecto).

De forma complementaria, pero obligada, será necesario también entrevistar a cuantos colaboradores, amigos e investigadores se han acercado a la figura y a la obra del cineasta, así como revisar todas sus películas y volver a leer todos sus cuentos literarios.

4. El fruto final

La finalidad de esta investigación es llegar a conocer no solo la ingente obra creativa de José Luis Borau que no llegó a ver la luz, sino también, y simultáneamente, escarbar en el humus y en las raíces ocultas que alimentaban a sus trabajos que sí llegaron a las pantallas y a las imprentas.

Lo primero nos permitirá conocer a ‘otro Borau’: el Borau interesado no solo por hacer películas, sino también por explorar muchas otras facetas de la historia de España relacionadas con el cine (su ingente investigación –durante muchos años– del exilio cinematográfico republicano posterior a la Guerra Civil); el Borau-viajero que recorre en solitario Estados Unidos de costa a costa, en los autobuses de la Greyhound, para escribir un libro que no llegó a terminar; el Borau que mantiene estrechos vínculos culturales y personales con la generación literaria del ‘medio siglo’ (con Ignacio y Josefina Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martin Gaite y Jesús Fernández Santos como íntimos amigos); el Borau que se ve envuelto en un proyecto con Luis Buñuel; el ‘Borau americano’ que recibe propuestas de Estados Unidos; el Borau que imagina y desarrolla proyectos para Geraldine Chaplin, Mario Moreno (Cantinflas), Mickey Rooney o Imperio Argentina, entre algunas otras facetas de ese ‘iceberg’ que permanece sumergido.

Y lo segundo, finalmente, nos llevará a encontrar en todo ese ‘Borau desconocido’ las huellas, la sombra, el origen y la semilla del Borau que ya conocemos, lo que nos permitirá entender y conocer mucho mejor la obra de un auténtico gigante de la cultura española de la segunda mitad del siglo XX.

[1] Declaraciones de José Luis Borau a Manuel Hidalgo. Fotogramas; noviembre, 1979.
[2] Film Ideal, nº 61. 1 de diciembre, 1960.

Perfil del investigador

Carlos F. Heredero (Madrid, 1953). Director de la revista Caimán Cuadernos de Cine (antes: Cahiers du cinéma. España), desde su fundación en 2007. Profesor de Historia del Cine en la ECAM (Madrid), desde 1995 hasta la actualidad. Publica también crítica de cine en El Cultural (Diario El Mundo) y colabora de forma estable con el espacio de TVE Historia de nuestro cine (La 2). Ha sido el crítico titular de Diario 16 durante catorce años (1988-2001), miembro del Consejo de Redacción de las revistas Cinema 2002 (1976-1980) y Viridiana (1992/1997), y colaborador de Dirigido por (1986/2007), Cinemanía (1995-2005) y Nosferatu. Ha ejercido igualmente como profesor de Historia del Cine Español en la ESCAC (Barcelona; 2001-2010) y como director de los cursos de cine de verano de la Universidad del País Vasco (1997-2004). Fue asesor de la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) para las actividades cinematográficas en el cuarto centenario de Don Quijote de la Mancha y Coordinador y comisario del Congreso Internacional “El cine y el Quijote” (Valencia; Octubre, 2005). Ha formado parte, a su vez, del equipo de guionistas del programa de TVE Versión española.

En 1995 recibió el Premio Sant Jordi  de Cinematografía por los libros El lenguaje de la luz. Entrevistas con directores de fotografía del cine español y Las huellas del  tiempo. Cine español 1951-1961. Guionista de cuatro documentales producidos por Canal Plus y realizados por Carlos Rodríguez: Huellas de un espíritu (1998), Alfred Hitchcock: la ficción sin límites (1999), Orson Welles en el país de Don Quijote (2000; en colaboración con E. Riambau) y Huston y Joyce. Diálogos con los muertos (2001).

Ha publicado numerosos libros sobre directores extranjeros (Sam Peckinpah, John Huston, Joseph L. Mankiewicz, John Cassavetes, Bong Joon Ho, Francis Ford Coppola, Richard Linklater o Eric Rohmer, este último en colaboración con Antonio Santamarina), algunos otros sobre creadores españoles (José Luis Borau, Iván Zulueta, Pedro Beltrán, Manuel Gutiérrez Aragón). Ha formado parte del comité editorial del Diccionario del Cine Español (1998), publicado por Cátedra y la Academia Española de Cine, y del comité de dirección de la Historia General del Cine (12 volúmenes / Ed. Cátedra, 1995). Ha dirigido –para la Filmoteca Española– el catálogo nacional de publicaciones especializadas de cine (la base de datos REC) y ha sido codirector del Diccionario de Cine Español e Iberoamericano (10 volúmenes; 2011/2012), publicado por la Fundación Autor (SGAE). Igualmente es autor, junto a Antonio Santamarina, de La biblioteca del cine español (Cátedra; Madrid, 2010). Su publicación  más reciente es el libro Wong Kar-wai (Cátedra, 2019).

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