Las óperas primas invaden el Festival de Málaga

Por Enrique F. Aparicio y Chusa L. Monjas · 4 junio, 2021

La 24 edición del certamen andaluz cuenta con hasta siete debuts en su sección oficial. Desde el primer día con El cover, de Secun de la Rosa, que será la sesión de inauguración, se verán algunas de las óperas primas más interesantes del año. La comedia se posiciona como género predilecto con Chavalas, de Carol Rodríguez Colás, Con quién viajas, de Martín Cuervo, y la mencionada El cover; aunque también hay sitio para el thriller (La casa del caracol, de Macarena Astorga, y Hombre muerto no sabe vivir, de Ezekiel Montes), el cine social (Ama, de Júlia De Paz Solvas) y el híbrido documental-ficción (Destello bravío, de Ainhoa Rodríguez).

El cover

Secun de la Rosa lleva años acariciando El cover. Tras conseguir levantar el proyecto, la pandemia se cruzó con el rodaje de su ópera prima, que tuvo que esperar para poder terminarse. En la sesión inaugural del Festival de Málaga se encontrará, por fin, con su público. “Se llama cover al sustituto de la estrella”, comenta De la Rosa sobre ella, “también un cover es una versión de una canción, la portada de una revista, de un libro, de un disco… Es la parte que se ve de algo a descubrir”. Bajo ese título polisémico y misterioso, el también actor construye una historia sobre la autenticidad que cuenta con Àlex Monner como protagonista absoluto.

Plagada efectivamente de versiones musicales, este debut “se puede ver como una película sencilla, con el valor de las canciones rodadas en directo, aparentemente naíf, tierna… Pero confío en que además el público sepa ver que debajo de esta aparente sencillez está hablando de convertirte en adulto y de qué hacer con tu vida” explica el director, bregado sobre las tablas, que “para esta primera película quería, quizás desde una vertiente más inocente que mi teatro, seguir por la senda de los héroes anónimos, la familia, el arte, los perdedores”.

El escenario de la narración es una ultracinematográfica Benidorm. De la Rosa quiso rodarla lo “más bella posible. No está elegida por casualidad, ni como fenómeno kitsch, ni como lugar para unos preferido y para otros denostado”, desgrana. “Para mí Benidorm es igual que los cantantes que salen en la película, los imitadores. Hay gente que los rechaza porque no son los auténticos pero poseen personalidad y pueden gustar tanto a la familia de toda la vida, a los jubilados y a lo más cool y a lo más moderno, en busca siempre de lo peculiar”.

El personaje interpretado por Monner –al que acompañan Marina Salas, Carolina Yuste, Susi Sánchez o Juan Diego– surgió en la mente del debutante “hace unos años, cuando descubrí la lucha de tantos artistas que no han conseguido lo que se entiende por éxito, pero que sobreviven trabajando en la zona inglesa de Benidorm, en discotecas, hoteles, pubs… haciendo imitaciones, y que era algo muy desconocido para la gente a la que se lo contaba”. Por el metraje aparecen trasuntos de Liza Minelli, Tina Turner o Amy Winehouse. “Para mí, que todos crean en la misma mentira, como cuando de pequeño iba al cine, o como cuando se produce la magia en el arte, me hace sentir que cuando todos participamos del mismo juego”, detalla De la Rosa, “y ahí aparece la verdad”.

Verdad y artificio –“¿no puede ser igual de emocionante, por lo verdadero del instante, un artista en un pub de Benidorm sintiendo una canción de otro como suya, viviéndola y transmitiendo al público su emoción?”– que los espectadores del Festival de Málaga, al que De la Rosa quiere “mucho, y que este año lo estén haciendo con tanto cariño y con tanta profesionalidad y medidas de seguridad me conmueve”, deberán desgranar como anticipo del estreno de la cinta el 23 de julio.

Con quién viajas

Para el debutante Martín Cuervo es “un honor y un orgullo” estar de nuevo en un festival donde ya participó la edición pasada con uno de sus cortometrajes y donde pudo “comprobar de primera mano lo calurosa que es la acogida del público y la pasión con la que viven esos días los malagueños”. Con quién viajas, cinta donde cuatro desconocidos comparten un viaje en coche que han gestionado por una app, le lleva hasta la sección oficial del certamen, un “espacio para todo tipo de géneros donde tiene cabida la comedia. Porque tenemos que cuidarla y mimarla”.

El autor de los cortos Final o Abandonao no podía “creer que no se hubiese hecho ninguna película sobre los viajes en Blablacar. Aparte de la que engloba todo el film, se cuentan varias anécdotas sobre viajes y todas son cien por cien reales”. Esa incomodidad que se crea entre desconocidos compartiendo espacio, “a base de silencios y conversaciones coloquiales, es material de primera si además, como es nuestro caso, lo aderezas con unos toques de tensión y thriller. Al final, la cinta viene a tratar como prejuzgamos y etiquetamos a la gente con la que vamos a compartir algo como un road trip, y con la que solo vamos a estar ese rato de nuestra vida. Y ahí se da pie a mucha comedia”.

¿Cómo se logra una cinta dinámica y entretenida que transcurre prácticamente entera en los escasos metros cúbicos de un vehículo? “Hemos rodado toda la película excepto algunos exteriores en un plató utilizando tecnología Unreal Engine 4”, explica Cuervo. “Primero, capturamos el viaje con varías cámaras haciendo una cúpula panorámica, que después insertamos en un espacio 3D en el que podíamos mover nuestra cámara en tiempo real y saber que sucedía con el entorno”. Eso permitía al equipo “controlar todas esas sombras que provocan los elementos de la carretera en los personajes. Pero también que los actores, a través de pantallas, pudieran sentirse inmersos en el viaje sin tener un muro verde delante”. Además, esa tecnología les permitió hacer planos “que habrían sido imposibles en un camera car en carretera real, y eso nos dio mucha libertad a la hora de mover la cámara para que el espectador no sintiera fatiga alguna de estar la mayoría del metraje dentro de un coche”.

Una comedia que nace de la interrelación de cuatro intérpretes uno al lado del otro fue “muy exigente” para Salva Reina, Ana Polvorosa, Pol Monen y Andrea Duro, los protagonistas, que están “prácticamente todo el rato en plano, o al fondo del plano de un compañero o compañera. Eso provoca que la atención y la escucha sean clave. Por eso trabajamos muy en base al texto, pero con libertad variable según el personaje. A Salva Reina, que hace del conductor, era necesario darle alas para que improvise y saque toda esa creatividad que posee. Eso, además, sumaba cierto descoloque en el resto de personajes que ayudaba mucho a generar ese ambiente en el que todos desconfían de él”.

Orgulloso del resultado, a Martín Cuervo le “gusta pensar en Con quién viajas como un ejercicio de cine. Un pequeño reto autoimpuesto de entretener al público durante una hora y media metidos en un viaje compartido”. El público del certamen malagueño podrá disfrutar de este “ejercicio de estilo que tiene mucho de original y que creo que puede ser muy atractivo. Además, es una comedia en la que no provocan risa los chistes, sino la incomodidad creciente de una situación surrealista y una paranoia colectiva creciente y muy contagiosa. Eso desata unos cuantos momentos de risa nerviosa que hacen muy amena la duración de la cinta”. El estreno general está previsto para el próximo 10 de septiembre.

Ama

El corto Ama (2018), de Júlia De Paz Solvas y protagonizado por Tamara Casellas, es el origen de la película que con el mismo nombre, misma autora y misma actriz principal se verá en esta edición del Festival de Málaga. Una cinta sobre la maternidad, narrada desde un punto de vista poco convencional, que surge “de una necesidad de plantear y reflexionar sobre una maternidad distante a la que estaba acostumbrada a ver por televisión, en las películas, en los cuentos…”, reflexiona De Paz.

“Desde pequeñas nos educan para que creemos que nuestro objetivo vital es ser madres, construir una familia (heteronormativa) y enfocar todas nuestras energías en nuestrxs hijxs”, continúa. “Las mujeres que deciden no ser madres o se arrepienten de serlo son estigmatizadas al grito de ‘mala madre’, atribuyéndoles una actitud de indiferencia, hostilidad, negligencia y hasta violencia hacia sus hijxs”. La necesidad de descendencia por parte de la sociedad es para la cineasta el motor de que a las mujeres les vendan “una motivación para ser madres. Nosotras somos las principales encargadas de los cuidados y la sociedad no quiere que abandonemos ese rol”.

Pepa, la errática figura materna de Ama, tiene una relación compleja con su hija, que representa una libertad que se resiste abandonar. “La mujer está sujeta a unos cánones, normas y estigmas que nos oprimen y de los que no podemos escapar. Esta falta de libertad conlleva que se pueda opinar sobre nosotras. Sobre si somos buenas o malas madres. Si tenemos un físico ‘bonito’ o no. Si nos corresponde el trabajo que queremos…”, desgrana De Paz. A Pepa, como a toda mujer, su entorno la juzga. “Y si eres madre, todavía más. Tenemos tan idealizada la figura de lo que debería ser una madre que todo lo que no sea perfección, bondad y cuidado es visto como erróneo”.

Una madre que vende flyers de una discoteca en la playa de la mano de su hija es una imagen sorprendente, alejada de los arquetipos transitados. Para la realizadora, “el cine puede ser una herramienta perfecta para mostrar otras realidades, que son silenciadas al no cumplir con los cánones aceptados o permitidos. Puede ser un espacio idóneo para crear debates y reflexiones entre lxs espectadorxs. E incluso para que se identifiquen con lxs personajes y se den cuenta de que salirse de la norma no es sinónimo de exclusión”. Ama muestra a una mujer que “se da cuenta de que no está preparada para ser madre; que incluso llega a arrepentirse de serlo. Arrepentirse de la maternidad debería dejar de ser un tabú y el cine puede ser un perfecto altavoz para ello”.

El dispositivo cinematográfico de la historia apuesta por la naturalidad: cámara al hombro, largas secuencias sin apenas cortes y una propuesta estética muy documental. “Si queríamos trabajar la historia de Pepa desde el respeto, no había otra forma de hacerlo”, explica De Paz, “la historia de nuestra protagonista es la realidad de muchas mujeres. No es necesario crear ningún artificio para relatarlo. Decidimos trabajar la ficción, pero con el objetivo de plantear un trabajo actoral y un método de rodaje que se alejasen del academicismo, para experimentar un cine que absorbiera tanto del documental como de la ficción”.

En el rodaje, las escenas se desarrollaban “mediante improvisaciones, con unas bases establecidas, pero siempre partiendo del momento, del presente. La fotografía había de ser una extensión de Pepa, que la acompañase en todo momento, sin obstáculo alguno entre ellas. Queríamos huir de lo irreal y lo fantasioso para dejar paso a la sutileza y la naturalidad con la que observamos el mundo en el día a día”.

Referencias como Andrea Arnold, Belén Funes o Fernando León de Aranoa sobrevolaron un rodaje que, como otros más que se darán cita en el certamen andaluz, se vio interrumpido por el confinamiento. “Nos informaron de que debíamos parar el rodaje cuando llevábamos la mitad de la película rodada. Al estar inmersas en el rodaje, no éramos conscientes de la magnitud de la situación. Es por eso por lo que, en un primer momento nos lo tomamos como: en dos semanas volvemos; no pasa nada”. Pero los días pasaban y seguían sin poder continuar la película. Aun así, se lo tomaros “de forma constructiva, ya que nos permitió reelaborar, a partir de un material del que ya disponíamos, las escenas que nos quedaban pendientes y replantear la metodología de rodaje para que la ‘nueva normalidad’ no afectara a la hora de trabajar”. El resultado se podrá ver en cines a partir del 16 de julio.

La casa del caracol

Para Macarena Astorga, su primer largometraje ha sido un viaje “con curvas y con baches, pero también con rectas maravillosas”, que le ha supuesto “un enriquecimiento personal, un aprendizaje”. Atrás quedan los protocolos de seguridad contra la covid, los test periódicos, el rodar con mascarilla en el verano andaluz, la incertidumbre de no saber si los intérpretes y técnicos peruanos podían viajar a España… “Fuimos unos valientes al ser de los primeros en lanzarnos a filmar en pandemia”, recuerda Astorga, que lo da todo por bueno “porque mi sueño siempre ha sido dirigir”, recalca.

Tanta ilusión tenía por ponerse detrás de la cámara que dejó sus clases de imagen y sonido por La casa del caracol, una coproducción de España con Perú basada en la novela homónima de Sandra García Nieto, que también firma el guion protagonizada por Javier Rey y Paz Vega. “Perdí mi plaza en el instituto, pero ha merecido la pena”, dice la directora de una de las ocho óperas primas que compiten en el Festival de Málaga 2021. Un certamen en el que ha conseguido dos biznagas de plata –por su corto Tránsito y su documental Los ojos de Brahim–.

Lo de Astorga, que nació en Málaga desde su infancia, con el certamen andaluz es “un idilio. En la primera edición del festival me colé por los pasillos del Teatro Cervantes para entrevistar a mujeres directoras del cine español para mi trabajo de fin de carrera. Conozco bien el festival, lo he visto crecer, y soy consciente del escaparate que supone para que se conozcan las películas, para su promoción. Este año hay una apuesta clara por los primeros trabajos, muchos de ellos firmados por mujeres. Hay que normalizar que somos muchas las que hacemos cine y tenemos que estar representadas. Se necesitan referentes, yo los necesité cuando iba al cine de mi pueblo a ver películas y solo los señores hacían lo que yo quería hacer”, expone.

Astorga estaba a punto de tirar la toalla cuando los productores Álvaro Ariza y María Luisa Gutiérrez le presentaron este proyecto. “Como no estamos acostumbrados a ver a una mujer dirigiendo cine de género, pensé que algún amigo me estaba gastando una broma. He bebido de este tipo de cine, de hecho mi primer corto es de género. Como el guion estaba en su fase inicial, pude intervenir y hacerlo mío. No leí la novela hasta que el guion no se cerró; nos hemos tomado licencias. La película suma mi punto de vista, las referencias con las que he crecido, mi manera de colocar la cámara. Es una visión diferente porque profundiza en los personajes más allá de la novela”, dice la directora, que trabajó “mucho” con los actores. “Al principio, me intimidaba un poco dirigir a Javier Rey y a Paz Vega, pero rápidamente se rompió el hielo. Los dos sumaron muchísimo a sus personajes”.

Pedro Casablanc, Elvira Mínguez, Vicente Vergara, Jesús Carroza y los intérpretes peruanos Carlos Alcántara y Norma Martínez completan el reparto de esta producción en la que, además de Astorga y la autora de la novela y el guion, hay más presencia de mujeres, como la montadora y la jefa de sonido. “Me he sentido muy arropada por todo el equipo. Muchos profesionales que estuvieron conmigo en mi primer corto, estaban en La casa... La magia del cine es trabajar en equipo, sin ellos no soy nada”, afirma.

Macarena Astorga cumple años el 8 de junio, un día antes tendrá su regalo de aniversario porque se proyecta su película en Málaga. Una historia de amor, el viaje iniciático del protagonista, los fantasmas del pasado, leyendas y mitos son los ingredientes de este título sobre un escritor que pasa unas vacaciones en un pueblo de la serranía malagueña, donde espera encontrar tranquilidad e inspiración para su nueva novela, y donde conoce a una mujer por la que siente atracción y unos personajes peculiares sobre los que empieza a escribir e investigar. “Tiene elementos muy interesantes para interesar a un público heterogéneo y meterle en la atmósfera claustrofóbica de ese pueblo extraño, con personajes turbadores”, declara la directora, que ha dejado un final abierto a la película que llegará a los cines el próximo 11 de junio.

Hombre muerto no sabe vivir

Una película “para el espectador de cine que quiere ver cine. Ves una comedia porque quieres desconectar, una de terror para que te de miedo, y si optas por cine negro es para que te estremezca. La violencia y la sangre de mi película no es adjetiva, es sustantiva. No es gore, la sangre te duele porque te importa lo que está pasando”. Este es el aviso del cortometrajista, guionista y productor Ezekiel Montes sobre su debut en el largometraje, Hombre muerto no sabe vivir, un título que evoca “una parte romántica con la vida y los sentimientos” para una historia “muy cruda”.

Fundador de la Escuela de Cine de Málaga, su ciudad, y propietario de la productora 73140323PC, Montes lleva muchos años “peleando” por hacer esta ópera prima que forma parte de la sección oficial a concurso del certamen andaluz. “Me costó mucho levantar mis cortos, que eran de cine negro, y entendí que si tenía la capacidad de coger una cámara y salir a rodar, iba a aprender a filmar, a escribir, a producir, a montar, a ser director de fotografía”, cuenta. Se puso manos a la obra y, tras dar soporte a otros directores –ha respaldado más de 20 cortos– y de conseguir que su compañía tuviese el peso y la estructura financiera “para contar lo que quería contar en libertad y en las condiciones que requería”, muestra a unos personajes, empresarios que tienen sus negocios en un lugar diferente a la ley, atrapados en un universo –narcotráfico, corrupción y poder– con unos códigos, unos valores y una forma de pensar.

Una historia “universal” ambientada en la Costa del Sol interpretada por Antonio Dechent, Rubén Ochandiano, Elena Martínez, Jesús Castro, Paco Tous, Nancho Novo y Manuel de Blasal, que entraron por el guion. Un libreto que cuando Ochandiano leyó dijo: no le van a dejar hacer esta película.

“Aquí no hay buenos, hay malos y más malos. Hemos entrado en sitios tan crudos, tan crueles tan reales… Se muestran cosas que he visto en primera persona”, confiesa Montes, que se crio en un barrio donde todos los días tenía que mediar entre peleas. “Por mi carácter, siempre estaba en medio de follones con los camellos que vendían droga cerca de donde los niños jugaban al fútbol, con la banda de gitanos que venían a robarnos. Tengo amigos que están en la cárcel, tenía amigos que murieron por las drogas… Y solo en esos ambientes he encontrado unos valores de lealtad, de honor, de sinceridad, de amistad, que la sociedad está perdiendo. Las nuevas generaciones chocan con esa otra generación que todavía vive con esos códigos”.

De los códigos de este popular género habla esta “arriesgada” historia noir. “Arriesgada porque está hecha en el tono en el que creo que hay que contar una película de cine negro. Mezclar cine negro puro y duro con un target para todos los públicos no es muy compatible. En el cine español hay grandes directores y están apareciendo nuevas voces con un gran talento, pero tiene una estructura construida que genera un tipo de producto para un tipo de audiencia, lo que es totalmente lícito”, señala.

El autor de la primera película producida cien por cien por una compañía malagueña que figura en la sección oficial a competición del Festival de Málaga alaba la apuesta del certamen por el nuevo talento y el cine hecho por mujeres. “Es un pequeño refugio para dar visibilidad a obras que nacen al margen de las televisiones y las plataformas. La nueva mirada al cine español es fundamental para la industria, que está muy marcada en ciertos enganches. Para tener una subvención del ICAA tienes que tener una televisión y una distribuidora detrás, y las cadenas entran si haces una película que va para su target, para un público en abierto, entonces ya no puedes hacer la historia que quieres”, dice. La que él sí ha contado como ha querido se estrenará el 2 de julio.

Destello bravío

La cinta que inauguró la pasada edición del Festival de Róterdam es un ejercicio entre la realidad y la ficción protagonizado por las mujeres de un pequeño pueblo extremeño. “Es ficción”, aclara Ainhoa Rodríguez, la autora de Destello bravío, “aunque los límites los ponen desde fuera para catalogar las creaciones. Está protagonizada en su totalidad por actores naturales, por mujeres fundamentalmente. Y aunque es ficción, bebe muchísimo del documental y tiene notas de realismo mágico y de surrealismo”, completa.

En su primer largometraje, Rodríguez se centra en “un pueblo parado en el tiempo, un pueblo menguante porque sus habitantes van envejeciendo y van desapareciendo. Pertenecen a esa España rural deshabitada, de la que últimamente tanto se ha venido hablando. Es un pueblo que se aferra a las tradiciones milenarias, a la religión, la caza, incluso algo de brujería, para pasar el día a día”. Sus habitantes “sienten una frustración hacia la desaparición de esa vida tradicional, la vida que ellos conocen, y ante la llegada de la globalización”.

Un proyecto que surge de los laboratorios de cine con mujeres rurales que la cineasta impartía de la mano de la Diputación de Badajoz. “Quería hacer un largometraje en un pueblo pequeño, para que el pueblo pusiera cara, voz y cuerpo a sus historias. Es una materia prima maravillosa, que surge cuando empiezas a trabajar con ellos y a mezclar el naturalismo que aportan con la fantasía, o con cierta invención de la realidad”, explica.

Rodríguez decidió instalarse en un pueblo pequeño, que “por varias circunstancias” acabó siendo Puebla de la Reina, de Tierra de Barros, en Badajoz: “estuve viviendo allí unos nueve o diez meses, haciendo el trabajo de campo, de investigación, luego el guión, compartiendo vida con los habitantes de allí… Para que sus historias, su raza empapara el libreto, y luego hicimos ensayos hasta el rodaje”.

Las protagonistas absolutas del relato son las mujeres, “porque me quería centrar en ellas, me producían una empatía tremenda”, declara. “La película refleja cómo se llevan la peor parte de una determinada estructura social, con un corte de género. A nivel simbólico, lo que ocurre en Destello bravío podría haber ocurrido en cualquier otro lugar de España. Si me apuras, hasta en el barrio de Salamanca de Madrid. Habría otro acento, hablarían de otra manera, pero la consecuencia sería la misma”.

En un metraje que se rebela contra la tiranía de que “una mujer siempre tenga que estar divina cuando aparece en una película”, Ainhoa Rodríguez gira la cámara hacia estas mujeres “raciales, reales, maravillosas, que han vertido sus historias y con esos hemos compuesto, conjuntamente, Destello bravío”. El resultado se estrena el 18 de junio de la mano de Filmin.

Chavalas

“La chica sale del barrio, pero el barrio no sale de la chica”. Ese es uno de los eslóganes con los que se promociona Chavalas, la ópera prima de Carol Rodríguez Colás que completa el nutrido grupo de debuts de la sección oficial del certamen malagueño. Un “sueño cumplido” y una “gran oportunidad para que la película llegue a más gente”, en palabras de la cineasta de Cornellà de Llobregat, Barcelona. Asegura además no dar crédito “al estar en la competición junto a directores y directoras a los que hace años que sigo, como Judith Colell y Agustí Villaronga”.

De nuevo, un proyecto partido por el confinamiento –“estoy muy agradecida de haber tenido la oportunidad de finalizar la película, hay muchas otras que no han tenido la misma suerte”, celebra la realizadora–, en el que “después de sobrellevar el shock inicial de que el rodaje se pospusiera sin fecha determinada tras dos semanas y tras maldecir mi suerte, aproveché el confinamiento para preparar algunas escenas que nos quedaban por rodar y replantear la planificación de algunas secuencias”.

¿Hasta qué punto nuestros orígenes nos determinan? Es la pregunta que arranca el filme. Para su autora, “el lugar donde nací ha sido muy determinante en términos identitarios. No me sabría definir obviando que nací en Cornellà, y estoy segura que yo sería una persona muy diferente si en lugar de haber nacido en el extrarradio de Barcelona hubiera nacido en el barrio de Gracia”. La protagonista de la película, encarnada por Bivky Luengo, hace “el viaje de, una vez emancipada, ocultar sus orígenes de barrio e incluso avergonzarse de ellos. Pero cuando por circunstancias tiene que volver al barrio, se le presentará el reto de aceptar de dónde viene para a la vez aceptarse a ella misma”.

Cortar el cordón umbilical con su lugar de origen es para Rodríguez Colás necesario “cuando estás saliendo del huevo sí. Para aprender, para forjarse una carrera artística como desea Marta, la protagonista de Chavalas. El problema viene cuando Marta cree que va a conseguir sus objetivos laborales e integrarse en el mundo artístico poniéndose una máscara, desde la impostura y luego vuelve al barrio totalmente desclasada, juzgando a sus amigas por haberse quedado allí. Y acaba sintiéndose desubicada tanto en la gran ciudad como en casa de sus padres”.

La cinta juega, además, con la faceta creativa de su personaje principal, en principio contradictoria con su clase social. “Cuando llegué a la universidad”, rememora la cineasta, “me di cuenta de que era de las pocas personas que provenía de una ciudad del extrarradio. Y luego, cuando quise acceder a determinados trabajos, no pude porque no tenía los contactos que algunos de mis compañeros”. En un ambiente social donde se premia la figura casi mítica de los emprendedores, Rodríguez Colás recuerda que “nos han hecho creer que si te esfuerzas y estudias existe igualdad de oportunidades y eso no es cierto”. Sus Chavalas llegan a la gran pantalla el 3 de septiembre.

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