Este año se cumple el 50 aniversario del estreno de La naranja mecánica, una de las obras cumbre del cine, que medio siglo después sigue siendo celebrada y reivindicada. A esta conmemoración se adhiere La naranja prohibida, documental de Pedro González Bermúdez, que reconstruye los acontecimientos que rodearon al primer pase público de la película de Stanley Kubrick en España, que tuvo lugar en medio de una gran polémica y expectación en la 20 edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Prohibida por el gobierno franquista, a nuestro país no llegó hasta cuatro años después del estreno original pero, sorprendentemente, cuando pudo llegar lo hizo a una de las ciudades más conservadoras del país y sin pasar por la censura.
Malcolm McDowell pone voz a estos acontecimientos, como narrador, en este documental producido por TCM. “Ha sido muy generoso tanto en el proceso de la película como en la promoción. Ha sido maravilloso trabajar con él, todo el equipo lo amamos”, lo elogió González Bermúdez en este encuentro en la Academia de Cine, donde el intérprete británico hizo gala de su sentido del humor y se emocionó recordando a Kubrick.
“Le echo muchísimo de menos. Era un genio del cine y muy divertido. Pero yo trabajaba con él y tenía que lidiar sin hacerle reverencias. Me gustaba tomarle el pelo. Él es tan importante porque ha hecho obras maestras y todas son de un género distinto”, recordó McDowell, que tiene debilidad por 2001: Una odisea del espacio.
“Soy muy fan de la variedad y la genialidad de la filmografía de Kubrick”, se sumó el director español, que a la hora de enfocar este homenaje a La naranja mecánica tuvo claro que quería “que tuviera una cierta conexión con España”. Así llegaron a aquellos espectadores vallisoletanos que, el 24 de abril de 1975, hicieron largas colas de 24 horas para conseguir las entradas y acudieron a ver una proyección inédita, que incluso sufrió una falsa amenaza de bomba.
La libertad del hombre para elegir
Los testimonios de esos espectadores primigenios de la Seminci se contrastan con los de los jóvenes espectadores de hoy en día, aquellos que descubrieron La naranja mecánica por su impacto en la cultura popular. Conocen las referencias en Los Simpson, pero nunca han visto la original. “Siempre me da miedo que los documentales sean pura nostalgia, que estemos mirando hacia atrás. Con el epílogo de los jóvenes hice una especie de focus group. Lo que más me sorprendió no fue el impacto que les produce, sino que todos salieran con la sensación de que esa película no podría hacerse hoy. Es chocante cuando en los 70 la gente luchaba por verla y nos muestra cómo la autocensura y lo políticamente correcto se ha ido instalando en nosotros”, reflexionó González Bermúdez.
Esta percepción de «hoy no se podría hacer» tiene mucho que ver con la etiqueta de ultraviolencia que siempre ha acompañado a los análisis del filme, una cuestión que para el protagonista de la cinta “ya está sobradamente aclarada”.
“Si queréis violencia poned las noticias, o escuchad las palabras de Donald Trump. Eso es violencia. Hay que entender la película en el contexto histórico, cuando se estaba acabando la guerra de Vietnam y veíamos constantemente en televisión las imágenes de pueblos arrasados por el napalm”, explicó el actor, que sostiene que La naranja mecánica es mucho más psicológica que violenta. “Hay un estilo visual tan exagerado que no es realista y yo la defino como una comedia negra. Es muy fácil atacarla y no ver todas las capas que tiene y que vienen de la novela. La película va de la libertad del hombre para elegir”, concluyó.
La picaresca española
Moderada por la periodista María Guerra, la charla también contó con el escritor Vicente Molina Foix, que tradujo y adaptó los diálogos de La naranja mecánica al español y que consiguió entrevistar a Kubrick, famoso por odiar las entrevistas. “Esa entrevista que tanto me costó conseguir en Londres se publicó parcialmente en varios medios, pero yo había dado por perdida la grabación. Cuando Pedro [González Bermúdez] me llamó para el documental me acordé y durante una semana estuve buscando la cinta en mi casa. Ya ni tenía radiocassette para reproducirla”, rememoró Molina Foix, que también “regaló” a González Bermúdez el nombre del documental.
“Me sigue emocionando oír la voz de Kubrick en La naranja prohibida. En la entrevista me pregunta por el cine español, películas españolas, chismes de Carlos Saura…es una pieza insólita. Yo era ‘el traductor’, pero como escribía de cine le hice un comentario argumentado de la película que había ido a traducir y eso le gustó. Ese fue el inicio de la entrevista, en la que casi se vio extorsionado para hacerla”, narró.
La picaresca española funcionó dos veces con Stanley Kubrick. La otra con la propia proyección en la Seminci, que casi se suspende porque el director estadounidense –considerado un maniático perfeccionista que controlaba el estado de las salas en las que se proyectaba su obra– juzgó que Valladolid no era el sitio indicado. El entonces director del festival, Carmelo Romero, lo solucionó con una carta en la que le aseguraba que solo se iba a proyectar en la universidad para estudiantes, que no era una proyección pública.
“Carmelo es una figura magnífica porque mintió a Kubrick. Es el pícaro shakespeariano. Cuando ya tenía la copia, argumentó que en la universidad no había proyector y que finalmente sería en el centro de la ciudad. También que, al fin y al cabo, el 50 por ciento de los asistentes acabaron siendo universitarios”, relató McDowell, que bromeó con que si Kubrick viera que actualmente la gente ve los filmes en un iPhone “le daría un ictus”.
Tras la buena acogida del documental en la edición 2021 de la Seminci, y con la sala de la Academia de Cine repleta de asistentes, se volvió a constatar la fascinación de los espectadores por La naranja mecánica 50 años después. “Nunca ha cesado la afición a Kubrick, se ha transmitido, es una especie de culto”, corroboró Vicente Molina Foix. ¿Y cómo recibirá el documental el entorno del fallecido director? McDowell es rotundo: “Creo que a la viuda le va a encantar porque perpetúa el nombre de Kubrick y ese es en el fondo el objetivo de cualquier gran creador”.