Esta película es el retrato de cuatro mujeres a través de los libros que tienen en casa. Al mismo tiempo, es una reflexión sobre el poder de las imágenes y su importancia en la vida cotidiana, así como una reivindicación del cine y de las letras. La película empieza con una madre y una hija que relatan en tono cómico cómo burlaron a la muerte en un accidente doméstico con una estantería llena de libros, y termina con un homenaje a las bibliotecas quemadas a lo largo de la historia. Entre medias, el espectador visita los hogares de las protagonistas y conoce sus vivencias íntimas ligadas a la literatura. También visita Herculano, donde se halla la única biblioteca de la Antigüedad llegada hasta el tiempo presente, pasea por jardines, presencia erupciones volcánicas, escucha a pianistas románticos, se fuma unos Montecristos y hasta ve un episodio de manga japonés.
En la película también se habla sobre los lectores profesionales que se contrataban en las fábricas de tabaco. Si pienso en cigarreras, automáticamente veo la cara de Pola Negri en Carmen, tal y como la vi hace 16 años en el ciclo dedicado a Lubitsch en el Festival de San Sebastián. Así me sucede con tantas otras imágenes de las que llevo conmigo: muchísimas de ellas las conocí en el Zinemaldia. Más allá de todas las ventajas evidentes que pueda tener estrenar en un festival de esta talla, me produce una gran alegría pensar que la película podrá ser vista en un lugar que aún conserva cierto carácter de acontecimiento popular. Además de un punto de encuentro para los profesionales, el Festival sigue siendo un lugar de disfrute para una cantidad enorme y variopinta de gente, más o menos instruida, muy o nada cinéfila. Este año la Negri vuelve a las pantallas de San Sebastián, en mi película.
