La consagración de la primavera: hacia lo sagrado

Fotografías de Darío Bravo · 30 septiembre, 2022

Fernando Franco presenta en la Academia su cinta “más luminosa”

En su ópera prima, La herida –que le valió el Goya a Mejor Dirección Novel–, aparecían fugazmente dos personas con parálisis cerebral. A partir de ese hilo, Fernando Franco ha construido La consagración de la primavera, su tercer largometraje, que llega hoy a las salas y que ayer compartió en la Academia de Cine.

Escrita junto a Bego Aróstegui, Franco explicó que siempre recurre a un coguionista para que tenga un papel similar “al del montador. Quiero que le dé la vuelta, que vea lo que yo no veo. Primero escribo una versión y, cuando entiendo que está legible, se incorpora alguien más”.

En su tercera historia, una joven universitaria se convertirá en la asistente sexual de un chico con parálisis cerebral. Encontrar a los protagonistas fue “un proceso de casting mucho más largo y complejo que el rodaje posterior. Abrimos el espectro a profesionales y no profesionales, y cuando aparecieron Valèria Sorolla y Telmo Irureta me hicieron muy feliz”. Ambos son intérpretes formados, y les acompaña como la madre del protagonista Emma Suárez, en un papel “escrito para ella desde el principio”.

En la selección, para Franco “era importante que él tuviera parálisis cerebral de verdad, que no fuera un actor interpretando esta circunstancia. Además, para que la protagonista viva su arco era importante que hubiese química entre los dos, por lo que hicimos pruebas juntos para ver cómo funcionaban”.

El resultado es producto de muchos ensayos, fundamentales para una narración que recurre al plano secuencia: “ensayamos muchos, y cada vez que era posible, en las propias localizaciones. El espacio es crucial para marcar el ritmo en los planos secuencia, porque el tiempo lo determinan las longitudes, los desplazamientos…”.

Fernando Franco es uno de los montadores más prestigiosos del cine español, pero no monta sus propias películas. “Creo en el cine como trabajo en equipo”, reconoció, “y me gusta trabajar con gente que me cuestione, igual que a mí me gusta confrontar a quien monto. Te da otro punto de vista que no tienes, los ‘a prioris’ que tienes se tambalean. Si yo montara mis películas, no se abrirían otras vías que no soy capaz de ver de entrada”.

Después de La herida y Morir, el cineasta tuvo claro que “el título quería que fuera más luminoso”. Se decidió por usar el nombre de la conocía pieza de Igor Stravinski porque “la cuestión subversiva de la obra me gusta, y también el concepto de consagración, que es hacer sagrado lo profano”.

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