Jaime Chávarri: “Siempre he hecho películas de su padre y de su madre”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Cortesía de A contracorriente · 31 agosto, 2023

El cineasta madrileño regresa al cine con la comedia La manzana de oro, que se estrena este viernes

Jaime Chávarri domina el arte del buen conversador. Con una excelente memoria para ensamblar el pasado con el presente, el director y guionista madrileño sale de su retiro por La manzana de oro, historia basada en la novela ‘Ávidas pretensiones’, de Fernando Aramburu que supone su retorno al cine 17 años después de su último trabajo para la pantalla grande, Camarón. “Una vez que se murieron los productores que funcionaban como productores de verdad, independientes, y que si no entraba una televisión hacían la película igual, yo desaparezco. Primero, porque quiero desaparecer, y segundo porque soy un tipo de director que no interesa porque nadie hace ese tipo de cine. En este caso, un productor me dice que quiere hacer una película distinta y quiere que la dirija yo”, expone el que fue director artístico de Víctor Erice y Carlos Saura y actor para Pedro Almodóvar.

Licenciado en Derecho, el autor de adaptaciones teatrales y literarias (Bearn o La sala de las muñecas, Las bicicletas son para el verano y Tierno verano de lujurias y azoteas), musicales (las dos entregas de Las cosas del querer) y del documental El desencanto, todo un símbolo de la transición, confiesa que los rodajes son lo suyo. “Modestia aparte, siempre he llevado los rodajes de puta madre, la gente disfruta trabajando conmigo y eso es impagable”, resalta Chávarri, para quien el instante mágico de una filmación “es cuando estoy montando el plano. El momento de estar con los actores, con el operador y decidir lo que el espectador va a ver, es maravilloso”.

El desencanto, A un Dios desconocido y La manzana de oro. En su filmografía hay tres películas sobre literatos.
Sí, he acabado haciendo una trilogía sobre la poesía que nunca pensé hacer. La literatura me gusta más que el cine, si yo hubiera decidido mi vocación en vez de seguirla, me hubiese gustado ser escritor. La lectura y la literatura siempre han ido unidas a mi carrera. Una de las primeras películas que me llevó mi madre a ver fue el Hamlet, de sir Lawrence Olivier; tenía 7 años y me encantó, no porque fuera Shakespeare, sino porque, para el tipo de niño que yo era, había duelos a espadas, un castillo misterioso, un fantasma, una señorita que se ahogaba…Lo que decía me daba igual, me quedé con las imágenes de la película. Luego, en casa encontré un Hamlet que tenía unas ilustraciones que no tenían nada que ver con lo que había visto, y pensé: ¿cómo es posible que lo mismo tenga dos imágenes completamente distintas? Entonces, empecé a hacer una asociación con la literatura, el cine, los libros de estampas y Shakespeare, y pensé que si este señor tenía esa historia, tenía que tener otras que estuvieran bien.

¿Y esa vinculación la ha hecho siempre?
Toda la vida. He tenido Internet en la cabeza, siempre buscando qué más había hecho las personas que hacían cosas que me gustaban. Me encantaba Shakespeare, Superman, los tebeos…para mí no era más importante una cosa que otra, era lo que me gustaba. He crecido siempre con un eclecticismo total, y si a mí me gusta es bueno y punto.

Con La manzana de oro vuelve a beber de la literatura.
Lo que la literatura te da es una familiaridad con el lenguaje. Si hubiera llegado al cine sin el conocimiento de que existe un lenguaje, hubiese sido mucho más duro porque no sabría que estoy utilizando. Lo fundamental del lenguaje es que las palabras no existen por sí solas, son ellas y sus ecos, y si no ves los ecos de las palabras, estás empobreciendo el lenguaje. Empiezas a relacionar unas cosas con otras y te da igual que estés utilizando una música para un montaje, una frase para que un personaje hable, estás todo el tiempo empleando lenguajes diversos para unirlos en un lenguaje determinado que es el cine.

En este encuentro entre artistas saca a relucir las luces y las sombras del universo poético y literario, y lo hace bajo el formato de comedia de enredos.
No intentaría definirla demasiado porque es una comedia cuya estructura es que no hay estructura, está continuamente cambiando, y esto no lo había hecho nunca.

Me interesaba mostrar tres generaciones de poetas. En la novela me faltaba mi generación, la generación de la poesía antifranquista, y así aprovechar para insinuar el fracaso político de la izquierda, pero no el fracaso ideológico. Por mis alumnos y por los amigos jóvenes que tengo, sé que en los medios hay una poesía que está vivísima, y esto también me interesaba ponerlo porque es la continuación. Está una generación que queda un poco en la nostalgia, una generación de media edad que intenta seguir viviendo como sea, y luego una generación de jóvenes perdidos que están inventándose la vida y, a su manera, también quieren cambiar el mundo como nosotros. Todo fin artístico tiene la ambición de cambiar el mundo.

En la película está la idea de que es lo que un artista aprecia o valora de si mismo, que no es otra que producir la emoción en el otro; hay mucho humor; y también hay citas porque me parece que los clásicos son clásicos porque lo que dijeron en un momento dado vale perfectamente para ahora. Pero al lado del que dice ‘es de Shakespeare’, hay otro personaje que se descojona para así desactivar la pedantería. Es un cóctel en el que cada elemento tiene su sentido.

Más de uno verá paralelismo entre sus disparatados protagonistas y el mundo poético español.
Sé muy poco de ese mundo, fue José Ángel Esteban –el coguionista de la historia– quien me guió. Quería hacer una película más enloquecida en la que, sobre todo, el concepto de la poesía flotara por encima de los personajes, y para eso tenía que tomarme muchas libertades.  La poesía es la primera utilización del lenguaje a nivel artístico. ‘La Ilíada’, ‘La Odisea’ no solo se recitaban, sino que se cantaban. Era el primer contacto con una realidad expresada de una manera no realista, pero que la gente entendía, por eso la poesía es tan importante para mí porque es mentira pero es verdad.

Entre risas y bromas, los personajes sienten envidia, celos, odio, dudas, frustraciones, amor…Un retrato de la condición humana.
Sí, la película también tiene algo de celebración, te dice que la vida es esto, con lo bueno y con lo malo, con la mierda, el juego, la utilización, la creación, la envidia. Una comedia negra que no lo es tanto porque queda una sensación de mirada positiva de la vida. Quería hacer una película que tuviera sus cosas, pero que la gente no la viera como una película trascendente, y creo que esto lo he conseguido.

“Cierta ingenuidad”

El mundo poético ha sido poco tratado en el cine. Usted lo hace con mucho humor.
Es un tema prohibido porque se supone que no va a interesar a nadie. Lo insólito es que llegara un productor diciéndote que hicieras una película sobre unos poetas. Y por eso he vuelto a rodar, porque era un riesgo, una posibilidad de hacer algo que no tenía nada que ver con lo que se estaba haciendo.

Usted también recurre mucho al humor.
Es fundamental. Mi drama con Elías Querejeta es que a él no le gustaba, tenía muchísimas virtudes, pero el humor no era su fuerte. Como era tan listo, se daba cuenta de que tenía que actuar como si lo tuviera, conclusión a la que llegó de una manera racional.
La persona que más quise en cuanto le conocí fue a don Luis Buñuel porque era un cachondeo continúo.

Ha contando con un extenso reparto. Sergi López, Marta Nieto, Adrián Lastra, Roberto Enríquez, Vicky Peña, Ginés García Millán, Paca Gabaldón, Carla Campra y Celso Bugallo. Decía Berlanga que él hacía películas corales porque «poniendo a dos mil personas delante de la cámara, no se nota que no sé dirigir».
Berlanga, con el que he trabajado de actor y le he visto repetir tomas, sabía divinamente dirigir.
Ni una sola vez ninguno de los actores me preguntó qué me está pasando, por qué digo esto…Todos lo tenían clarísimo porque en el guion estaba claro. Pudimos rodar en esa absoluta rapidez como se rueda ahora en el cine español, que es espeluznante.

Ha tardado 17 años en volver a sentarse en la silla del director. ¿En algún momento pensó que no podría volver a rodar?
Durante los 17 años. He tenido la suerte de tener dos vocaciones: el cine y la enseñanza. Cuando dejé de hacer cine, había una continuidad en la docencia, no se interrumpió, dirigía y codirigía escenas con los alumnos. También hice teatro.

No me daban ninguna envidia las películas que se estaban haciendo. No es que no me gustarán porque, además, todos los años en el cine español, por un milagro, hay dos o tres películas fantásticas. Lo que no me gustaba era la manera de producir, ni esa especie de esclavitud a los géneros, o genero negro o comedia, meterme en un corsé. Siempre he hecho películas de su padre y de su madre, cada una distinta, y quería seguir haciéndolo así.

Hablamos de los jóvenes, ¿ha cambiado mucho para ellos el panorama del cine con respecto a cuando usted empezó?
Mi caso es muy especial, he sido un privilegiado en todos los sentidos. Caí en gracia, no se sabe por qué, y siendo un niño pijo que no había hecho nada en su vida aparece un día en la casa de mi madre de Segovia Paco Regueiro, que iba a hacer Me enveneno de azules, y me dice que si quiero ser su ayudante y director artístico. ¿Cómo se puede empezar así en una profesión? No tiene sentido alguno. Luego me llama un amigo para hacer la dirección artística compartida de Los desafíos, y de ese equipo de arte, al único que llamaron después fue a mí. Esto dio pie a que Querejeta viera mis películas en super8 y como le gustaron, me ofrece hacer un corto que luego acabo siendo El desencanto. Lo mío es un cumulo de casualidades únicas, no es el principio normal de ningún director/a español.

¿Le ha servido estudiar Derecho?
Sí, para tener una cierta disciplina y para saber que me gusta mucho el Derecho Penal. Me interesa mucho el mundo de la delincuencia, me queda por hacer una película de serie negra y, de hecho, tengo un guion. Claro, que una serie negra vista por mí no tiene nada que ver con lo que se considera una serie negra , así que seguramente no se hará.

«Ni he dado consejos ni he hecho caso de consejos»

¿Cuál es el mejor consejo que le han dado en el cine?
Ni he dado consejos ni he hecho caso de consejos. He escuchado lo que dice de gente, que son cosas que han aprendido de su experiencia y que les valen a ellos, pero muy pronto me di cuenta que cuando eres mayor y sabes lo que tu sabes, esto no le vale de nada a los otros hasta que ellos no estén en el mismo momento que estás tu. La experiencia es intransferible, lo que para ti sería un consejo que dar, igual es un disparate para la persona que se lo estás dando. En mis clases no soy un gurú, no quiero ni tener discípulos. Tengo 50 años de profesión y les cuento lo que yo he aprendido, pero les aviso que si otro profesor les dice lo contrario, seguro que tiene razón, lo que ellos tienen que hacer es decidirlo. Yo les cuento cómo me gusta rodar, cómo me gusta dirigir los actores, cómo me gusta utilizar el espacio que, a partir de hacer teatro, cambió completamente. Jamás les digo ‘hay que hacerlo así y si no lo hacéis así es que sois malos’, como he visto en escuelas de actores y que me parece aterrador.

¿Se arrepiente de alguno de sus trabajos?
No, porque ya sabía que no podía salir bien de antemano. A los alimenticios les puse el mismo interés que si me gustaran. Y cuando los estaba haciendo, conseguía convencerme de que me gustaban porque siempre había algo que estaba bien.

Y después de La manzana de oro, ¿qué?
Ni idea. Con esta película he aprendido cosas de cómo me gusta trabajar y de cómo no. Cuando tienes 17 años sin rodar, recuperas o caes, todavía no lo tengo claro, en una cierta ingenuidad porque todo lo que has aprendido de lo malo se te ha olvidado, solo quieres ver lo bueno. Y, de repente, te encuentras con lo malo también. He tomado nota de todo.

La manzana de oro se estrena este viernes.

 

twitter facebook linkedin email