Los Javis: “Queremos que al ver La mesías te preguntes: ¿cómo han podido hacer esto?”

Por Enrique Aparicio · 29 septiembre, 2023

El dúo de creadores Javier Calvo y Javier Ambrossi afrontan en su nueva serie el proyecto más ambicioso de su carrera

Un grupo de hermanas de distinto tamaño, vestidas con estrepitosos vestidos, cantando y bailando una canción dedicada la Virgen María como solo podría hacerlo alguien que nunca ha visto cantar y bailar a nadie. Sería el arranque tan descabellado que solo se sostiene porque ocurrió de verdad. Javier Calvo y Javier Ambrossi se inspiran en el conocido fenómeno viral del grupo Flos Mariae para imaginar La mesías, una historia que se pregunta qué hay “más allá del chiste”. La serie, que pasará por Zinemaldia en Sección Oficial fuera de concurso antes de estrenarse en Movistar+ el 11 de octubre, es la obra más grande y compleja de los autores de La llamada, Paquita Salas o Veneno. Tres líneas temporales, un mastodóntico reparto encabezado por Carmen Machi, Lola Dueñas, Ana Rujas, Roger Casamajor y Macarena García, con sorpresas como los hallazgos de Albert Pla y Amaia Romero y sorprendentes cameos marca de la casa, son el barro de una historia moldeada para “dar un puñetazo en la mesa” delante de quien se acerque a ella buscando la risa fácil del meme.

 

¿Qué significa participar con La mesías en San Sebastián?

Javier Ambrossi: Imagínate. La primera vez que asistí fue para acompañar a mi hermana, Macarena García, que iba con Blancanieves. Mi madre era su acompañante, oficial, así que mi padre y yo fuimos en coche, dormimos en un albergue, en una habitación compartida… Y ahora, tras pasar con La llamada por las Galas RTVE, vamos a Sección Oficial. Sentimos que se ha entendido lo que queríamos hacer.

Partiendo de un fenómeno identificable, la serie se lanza a fabular sobre lo que no se ve en las historias que nos llegan de rebote.

Javier Calvo: Es un ejercicio que algunos creadores que nos gustan han hecho antes. Pedro Almodóvar se ha basado en algún recorte de prensa para sus películas, o Gus van Sant y lo que hizo con Elephant. Nos interesaba qué podía haber detrás de un grupo católico formado por hermanas, o del caso de The Wolfpack en Estados Unidos, que era una familia que vivía encerrada en un piso y recreaban películas de Quentin Tarantino. El conflicto entre un interior muy extremo y un exterior desconocido nos ha permitido explorar asuntos que nos interesan.

JA: También está el caso Turpin, que eran trece hermanos encerrados y los descubren porque una consigue un móvil y se empieza a grabar cantando. Nos gusta esa idea de internet como ventana que llega a un sitio aislado. En La mesías también hemos puesto cosas de nuestras historias personales. Creo que era importante querer ver qué hay, digamos, más allá del chiste. Como sociedad, no pensamos demasiado que los demás, a los que vemos en las redes a veces para reírnos de ellos, tienen vidas, tienen familias. Y la serie apuesta por no juzgar lo que no se conoce.

Tanto industrial como narrativamente, es su obra más ambiciosa.

JC: La ambición siempre ha estado ahí, desde que estábamos en el hall del Teatro Lara con la versión teatral de La llamada. Siempre nos ha hecho ilusión soñar a lo grande, además queremos aprovechar la energía que de momento tenemos, porque sabemos que no va a durar para siempre.

JA: Tenemos mucha suerte de ser dos, y compartir la aspiración de ir creciendo. Así, si uno tiene un día peor, el otro lo compensa. La locura de escribir, dirigir y producir este proyecto no la habría sostenido una sola persona. Porque esta es la primera superproducción de Suma Content [su productora].

JC: Tenemos la suerte de que todos los jefes de equipo han estado los siete capítulos, ni uno quiso no hacer la serie entera, que es muy autoral en todos los sentidos. Y eso que ha sido un compromiso de un año entero, hemos rodado 25 semanas y media.

La historia se narra en tres líneas temporales, con numerosos personajes, relaciones intrincadas…

JC: Hemos tardado mucho en escribir esta serie. Investigamos sin parar, los primeros episodios fueron un sufrimiento para que salieran… Además combinamos lenguajes, hay por ejemplo un capítulo muy teatral, donde lo importante es una comida con muchos personajes a la mesa.

JA: En ese episodio no hay nada improvisado, lo cual es raro en nosotros, y era un reto. El ritmo, la planificación, la puesta en escena… Tienes que estar muy seguro de todo lo que llevas.

JC: Nos gusta que La mesías sea un poco como esas novelas largas en las que pasa mucho tiempo, en las que se explican varias generaciones de una familia y cómo dejan en herencia cosas de unos a otros. No fue consciente, pero ha salido así.

«¿Cómo nos enfrentamos al vacío, al sinsentido de la existencia? Pues con algo performático»

Aunque el título hace referencia al ámbito religioso, la fe en la serie no es el único elemento importante.

JA: La religión no es central, es más la creencia, que es lo que une a los personajes, aunque crean en cosas distintas: el más allá, los OVNIS, incluso la rave que aparece, ¿qué hay más religioso que ir a una rave? Todos allí adorando al DJ y tomándose algo sagrado que les conecta con la trascendencia. Cada episodio tiene grupos de personas que se juntan para hacer algo en lo que creen, para darle sentido a su vida.

JC: ¿Cómo nos enfrentamos al vacío, al sinsentido de la existencia? Pues con algo performático, con un teatro que nos creemos para ignorar que somos un trozo de materia del universo y poco más. 

Confianza y paciencia

En La mesías, la familia oprime y salva.

JC: La serie habla mucho de la educación, de cómo lo que aprendemos y vivimos de pequeños nos persigue siempre. También de lo difícil que es salir de ello aunque ya no te persiga, porque a veces incluso eres tú el que persigue eso. Creo que la serie, al final, trata sobre irse de casa y sobrevivir. Y sobre salir del armario, también: abrir la puerta y salir al mundo. Creo que nos resuena, y me incluyo, a personas cuyas relaciones familiares no les han permitido ser ellos mismos.

JA: Conecta también con la generación que ha vivido el encierro de la pandemia. Fuera estaba el demonio, el apocalipsis. Si eso te pilló con 18, en la universidad, se han perdido un momento muy bonito, un momento que muchos estuvimos esperando mucho tiempo porque significaba irse. Y cuando te vas y vives tu vida, un día te das cuenta de que estás completamente desarraigado, y eso es triste, es lo que les pasa a los personajes de Enric e Irene [Roger Casamajor y Macarena García]. ¿Cuándo se ha roto esa conexión? ¿Cómo se reconstruye?

Los personajes protagonistas se dividen en tres intérpretes distintos, uno para cada línea temporal. Y a su alrededor hay multitud de personajes más o menos recurrentes. El rodaje debió ser muy exigente.

JC: Fue una experiencia extracorportal. A veces me veía reflejado y decía: ah, si sigo existiendo, si soy una persona física. Con cara de loco y con los pelos disparados, pero aquí estoy.

JA: Creo que nos sale bastante natural, se nos dan bien los raccords emocionales. Como hemos escrito los personajes, los entendemos muy bien. Las transiciones creo que han quedado muy naturales por eso, porque llevábamos a los personajes dentro.

JC: Además nos fuimos adaptando a las situaciones y a las actrices que dirigíamos. Las niñas, por ejemplo, no tenían guion: les explicábamos lo que iba a pasar como para un juego, y les íbamos dando pistas de la personalidad de cada una. Hicimos ensayos durante meses, que consistían en juegos en los que ellas daban vida a distintas situaciones. Y lo más importante, nos íbamos conociendo, ellas nos explicaban cosas suyas que luego podíamos usar…

JA: Y luego, que fue precioso, las pequeñas les contaron sus personajes a las mayores.

«Dirigir es comprender los miedos de un artista y acompañarle a llegar a donde quieres que llegue»

¿Han tenido límites a la hora de imaginar esta historia?

JA: El límite es que el rodaje sea amable, por muy exigente que acabe siendo. Nadie debería sufrir aunque esté contando una historia muy angustiante.

JC: Ese es el cine que nos gusta, las series que nos gustan. Las que provocan, las que te remueven. Y quizás estamos en un momento más conservador es ese sentido. Como tanta gente opina sobre los productos, parece que el componen extremo y atrevido se da menos.

JA: Creativamente no tenemos límites, pero sí en la manera de ejecutar. La confianza es clave. Por ejemplo, hay un momento en que Arlet [Zafra], que tenía seis años en el rodaje, debía llorar porque su personaje tenía mucho miedo. Y mientras rodábamos, me acerque para ver si estaba bien. Pues, sin dejar de llorar, me guiñó un ojo y me hizo el gesto de ¡sigue rodando! ¡No cortes ahora! Como si fuera Anna Magnani. Las emociones son reales, pero hay que encontrar la manera de provocarlas. No solo con las niñas, con todos los actores.

JC: El reto era lograr escenas que tú te preguntes; ¿cómo han podido hacerlo? ¿Cómo se consigue eso? Filmar una verdad que no sepas cómo se ha logrado. Poner una cámara, hacer a unos actores repetir unas frases, eso lo puede hacer cualquiera. Que te creas que es verdad, no tanto. Dirigir se ha confundido con simplemente realizar, y no es lo mismo.

JA: Dirigir es comprender los miedos de un artista y acompañarle a llegar a donde quieres que llegue. No puedes estar sentado en el combo y repetir tomas una y otra vez hasta que funcione. Hay que estar junto a la cámara, hay que coger de la mano, resolver dudas y reconocer cuando no sabes resolverlas. Es artesanía.

JC: Es una cuestión de confianza. Y de paciencia.

Para el público, una nueva película o serie con la marca “los Javis” es reconocible, ¿se proponen sorprenderle?

JC: Tenemos un poco el lema de: cuando crees que me ves, cruzo la pared. Nos gusta que la gente vaya esperando una cosa y se encuentre otra. Habrá quien se acerca La mesías pensando que va a ser una risa, y se encuentra un puñetazo en la mesa. Intentamos que nada de lo que hacemos vibre en la misma frecuencia.

JA: Creo que la intersección entre superproducción y autor tiene peso. Algo que llega a mucha gente pero que no pierde el espíritu de las personas que lo crean.

JC: Eso y no perder el sentido del humor.

JA: Y no tenerle miedo a nada.

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