Paula Ortiz: “En nombre de las ideas se pueden cometer grandes barbaries”

Por María Gil · Fotografías de Miguel Ángel Fernández y Concha de la Rosa · 22 septiembre, 2024

Presenta La virgen roja en el Festival de San Sebastián, un drama histórico protagonizado por Nawja Nimri y Alba Planas basado en el caso real del Proyecto Hildegart

En una madre y una hija se engloba todo, desde el asesinato más inconcebible a una parábola sobre los idealismos. Paula Ortiz posa su mirada en el crimen de Aurora Rodríguez Carballeira, que concibió y educó a su hija Hildegart para ser la mujer del futuro y liderar una generación de mujeres libres. La joven, que se convirtió en una de las mentes más brillantes de la España de los años 30 y un referente europeo sobre sexualidad femenina, era un experimento científico para su madre, que le quitó la vida cuando Hildegart intentó escapar de su control. Si en las anteriores aproximaciones del cine y la literatura a esta historia, Aurora es la gran protagonista, aquí la cineasta zaragozana reivindica que “hemos recuperado a Hildegart y a sus ideas”. En La virgen roja, que mezcla romance y thriller, la directora de La novia y Teresa vuelve a fijarse en mujeres contradictorias que viven fuera de su tiempo y escapa del morbo que a veces acompaña al true crime y lo eleva a lo filosófico.

La película sostiene que Hildegart fue olvidada y pervivió en lo fantasmal. ¿cómo llegó a conocerla?

Me ha acompañado desde la universidad, cuando estudiaba Filología Hispánica. La vanguardia española es una época que se aborda muchísimo, a Lorca, a Buñuel, a Dalí…pero es curioso cómo no me había llegado la ebullición sociopolítica que había en el momento de la República y todo lo que significaban los grandes hitos intelectuales y el revulsivo que implicó. Y hablando con una profesora de Historia de los inicios del feminismo, de lo pionero y lo valiente y lo audaz y sorprendente de ese feminismo en los años 20, me contó la historia de Aurora Rodríguez Carballeira y de Hildegart y yo recuerdo la cantidad de explosiones mentales que me provocó. Está apelando a mí, a mi feminidad, a lo que tiene que ver con mi cuerpo y con la maternidad, desde lo más físico a lo más filosófico y político.

“El cine tiene una imposibilidad histórica”

Cuenta con el guion de Eduard Sola y Clara Roquet. ¿Cuánto se han alejado de los hechos reales?

El cine tiene una imposibilidad histórica. No puedes reflejar la realidad tal cual es. La historia de Hildegart y Aurora es mucho más compleja y fuerte, es más contradictoria, y tiene más detalles de lo que puedes captar en hora y media. Por ejemplo, su relación con Gregorio Marañón en el Ateneo de Madrid, su función en las reformas de la salud, sus relaciones con intelectuales ingleses, etc. Todo eso no lo hemos podido reflejar en su profundidad. La parte del  abogado y político Abel Velilla no se sabe exactamente. Se ha generado una historia de amor sobre hechos que no están claros. No tenemos suficientes datos para saber si lo fue. Y no podíamos sostener en la película los mítines que ella hacía, los artículos, las discusiones que mantenía con su madre o el nivel de sofisticación de su formación, que era tremendo.

Al igual que la protagonista de su anterior película, Teresa, Hildegart fue una mujer adelantada a su tiempo. ¿Qué le interpela de estos perfiles?

Me son muy atractivas las mujeres superdotadas que viven fuera de su tiempo y están cargadas de contradicciones. Teresa vive en la mayor contradicción posible y Aurora e Hildegart también. Y en el fondo dentro de una burbuja, que no es la de la mayoría de las vidas de la gente. Lo que pasa que seres tan extraordinarios, pioneros y extremos a veces son muy iluminadores desde el punto de vista dramático y narrativo.

No deja de lado las desigualdades sociales. Si Aurora e Hildegart podían defender sus ideas era porque su estatus se lo permitía.

Era un momento muy contradictorio en todos los aspectos, hay muchas pulsiones de todo tipo, de género y de clase. De lo más honesto es cuando su criada le dice “tus discursos están muy bien, pero la vida no funciona así”. Esto era una élite. Y te preguntas, ¿estaban luchando por todas las mujeres? ¿por aquellas que no podían leer los libros de Hildegart porque no sabían leer? A la vez que estaba esta vanguardia intelectual y política tan burbujeante, por el otro lado había muchísimas presiones, de la Iglesia, de movimientos obreros y rurales y de una España enormemente analfabeta y con mucha pobreza.

¿Se ha imaginado cómo sería Hildegart en el presente?

Es bastante flipante el reflejo que hay. Hemos cambiado bastante menos de lo que creemos. Lo cuál es aterrador. Y el discurso de Hildegart en general, a día de hoy, si vinera tal cuál era y diera un mitin seguiría siendo revulsivo porque no hemos cambiado tanto, pero sí que es cierto que hay muchas cosas que son muy distintas. Por ejemplo, es sorprendente como ella sí contempla en los temas de género y en la reforma sexual la homosexualidad o incluso el transgénero, pero desde una posición bastante cuestionable porque era hija de su tiempo. Afortunadamente, hoy eso es totalmente distinto y la visión de la feminidad o de la vivencia del género de las nuevas generaciones no tiene nada que ver con la de Hildegart y en eso sí que te das cuenta que se ha avanzado.

Una fanática de las ideas

Ahora mismo el true crime es una tendencia en la ficción, pero en La virgen roja no se queda en el suceso.

Hay una parte en la que esto se va a vender como un true crime porque fue una historia real. Pero el golpe que te provoca en el estómago es más fuerte, es más de índole filosófica y social. ¿cómo tú, que quieres transformar el mundo y la libertad de tu hija, en el primer momento que ha hecho un ejercicio de libertad la matas? Es algo filosóficamente muy fuerte y que constituye casi una parábola de las revoluciones, de los idealismos. De cómo en nombre de las ideas se pueden llegar a cometer grandes barbaries y grandes actos de violencia cuando las ideas y las estructuras de las ideas supera la realidad y a los seres humanos. Lo verdaderamente alucinante es que en una historia de dos personas, de una madre e una hija, que ocurrió aquí al lado, está contando una gran metáfora de grandes barbaries del S.XX.

¿Cómo explica la figura de Aurora?

Hay grandes estudios psiquiátricos del caso. A mí me gusta puntualizar que Aurora no es una psicópata, porque entonces esto se convertiría exclusivamente en un suceso. Ella por encima de ser una psicópata, es una fanática de unas ideas. Además de psicopatías narcisistas que tiene, que están super estudiadas, el tema es que era una fanática, que es un trastorno de índole político y un problema megalómano. Está dispuesta a pasar por encima de cualquier cosa en pro de esas ideas, incluso matar a su hija. Es algo tan incomprensible y ahí sí que nos habla de peligros de hoy y de unas sensibilidades que me parecen aterradoras.

Dentro de la excepcionalidad de Aurora, sí que hay algo que conecta con una tradición literaria española de madres opresivas.

Aurora, en nombre de querer hacer la revolución, es la mayor hija del sistema, como Bernarda Alba, que hace un imperio del odio y la represión y la muerte. Son esas madres represoras, dogmáticas y que establecen el imperio de la rigidez. Aurora, con unas ideas tan sofisticadas culturalmente y tan cultas, en el fondo es una de esas madres castradoras.

“Hemos recuperado a Hildegart y el valor sus ideas”

Este caso llegó a la gran pantalla en 1977, con Mi hija Hildegart, dirigida por Fernando Fernán Gómez.

La vi muy joven y me impresionó muchísimo.  Y cuando empezamos el proyecto no la quise ver por no imitar. Al igual que la novela de Almudena Grandes, es interesante cómo cada reinterpretación se recoloca en su tiempo. Casi siempre el punto de vista está en Aurora, porque es el monstruo, es el ser inexplicable, pero al mismo tiempo nosotros hemos recuperado a Hildegart y el valor de sus ideas. Creo que hay un diálogo ahí, sin querer y queriendo porque no dejo de ser hija, cinematográficamente, de Fernando Fernán Gómez.

Acercarse a la historia en 2024 y con el punto de vista de una directora, ¿inevitablemente conduce a otro lugar?

Ahora mismo, donde el feminismo es un tipo de pensamiento líquido que ha tenido que impregnarlo todo, es muy interesante poder abordar unas mujeres como estas, un feminismo como este y todas sus contradicciones, incluidas las aguas más oscuras y la violencia que puede albergar. Estamos llegando ya al punto de poder transitar no solo nuestros empoderamientos, sino las caras oscuras del alma.

Se estrena en cines el 27 de septiembre, pese a estar respaldada por Amazon. ¿Hay una apuesta de la plataforma por las salas?

Espero que no sea un caso excepcional. Ha sido un trabajo mutuo entre el equipo de Amazon y de Elástica. Creo que ha habido voluntad por las dos partes de buscar caminos que puedan combinar la posibilidad de la plataforma y las salas, que es lo que todos ansiamos, que no tengan que matarse la una a la otra.

Aurora concibe a su hija, no como una persona, sino como una obra que se acaba rebelando. ¿Cómo directora le pasa lo mismo con las historias? ¿Escapan del control de sus creadores?

Yo siempre digo que las películas me acaban escupiendo. Cuando eliges un proyecto, la historia que te llama tiene algo de ti sin resolver y no lo sabes. Tú crees que estás construyendo y controlando sus detalles, –y yo particularmente soy una persona bastante meticulosa con el lenguaje, con la planificación, con cómo rodamos–, me gusta diseñar y buscar los gestos estéticos y siempre la realidad se impone, la obra te pasa por encima. Yo pude hacer la tesis doctoral en Nueva York gracias a una beca del Ministerio y tuve un profesor que siempre nos decía “drama is an animal”, y como quieras controlarlo se te escapará. Y me acuerdo muchísimo. Es una lección que te da cada película. Y efectivamente, como le pasa a Aurora, se te escapa y tienen vida propia.

 

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