Sandra Romero: “Me inquieta la violencia que no se puede describir”

Por Enrique Aparicio · 25 septiembre, 2024

La cineasta andaluza se estrena con su debut Por donde pasa el silencio en la sección New Directos de San Sebastián, tras pasar por las Residencias Academia de Cine

Un autobús recorre la meseta en dirección a Madrid. En el va Antonio, un aspirante a actor. Normalmente, el cine nos mostraría sus aventuras y desventuras en la capital, pero Por donde pasa el silencio gira la cámara hacia lo que está dejando atrás: un hermano mellizo necesitado de atenciones que las rehúye, un padre que ataca cuidando y cuida atacando, una madre sobrepasada por mantener un precario equilibrio y una hermana menor en el limbo. Con su huida, Antonio ha perdido la capacidad de influir en sus vidas y hasta “el derecho de opinar”, pero eso todavía no lo sabe.

La ópera prima se Sandra Romero se estrena en la sección New Directors de Zinemaldia, donde el público seguramente se pregunte cuál es la frontera entre personajes e intérpretes al comprobar que sus nombres en los créditos coinciden. Tres hermanos de verdad para una historia “llena de mentiras, como toda película”, pero que se ha propuesto que sean las mínimas. Un dispositivo hiperrealista para revelar unas relaciones familiares donde las palabras cariñosas suenas a amenaza y los abrazos pueden convertirse en un yugo.

¿Cuál fue la génesis de Por donde pasa el silencio?

Probablemente la observación de la vida, sobre todo en el momento en que vuelvo a mi pueblo [Écija, provincia de Sevilla] después de haberme ido. Antonio [Araque, protagonista del largometraje] y yo somos amigos desde la adolescencia, y empezamos a hablar mucho de lo que nos pasaba cuando volvíamos a casa. A través de esas conversaciones me doy cuenta de que tenemos una cierta sensación de pérdida: no somos de Madrid pero, tras diez años fuera, tampoco de nuestro pueblo.

Con la pandemia volví casi durante un año allí de nuevo, y por deformación profesional empiezo a fijarme en la relación de Antonio con sus hermanos. A partir de ahí hacemos el cortometraje, que se centra en el reencuentro de Antonio con un antiguo amante, y ahora el largometraje.

¿Cuánto se parece el resultado final al guion?

El cambio más profundo fue antes de rodar. Antonio y yo volvemos unos meses antes, les dio el guion a él y a sus hermanos y hacemos una lectura con ellos. Hicimos improvisaciones que cambiaron muchas escenas, pero casi todo antes de filmar. En rodaje ya no se improvisó tanto, aunque sí en escenas muy emocionales donde esa emoción marca más cómo son dichas las cosas.

¿De dónde parte esa apuesta por el naturalismo?

La vida tiene ciertas estructuras, y no quería perder eso que la vida ya tiene. No es normal por ejemplo poder contar con tres hermanos reales, y que dos de ellos no sean actores profesionales pero sean capaces de actuar. No quería que las mentiras que tenemos que contar para hacer una película se notasen, aunque la película está por supuesto llena de mentiras. La historia real está tiene elementos que no se suelen dar, y no quería perderlos o sacrificarlos para obtener una estructura más clásica. Es imposible no perder una parte de la vida cuando pones una cámara, pero en la medida de nuestras posibilidades hemos intentado que sea lo mínimo.

¿Cómo fue el proceso de convertir a estas personas en personajes?

Fui aprendiendo a dirigirlos mientras iba rodando. No solo los intérpretes tenían que acostumbrarse, yo también. Fui viendo qué teclas puedo tocar y cuáles no; creo que ha acabado siendo una dirección de actores bastante democrática, donde ellos participaban. Los no profesionales se apoyaban en los profesionales, y Tamara Casellas incluso ejerció de coach, aparte de actriz.

Me sorprendió la capacidad de Javier y de María, que sin haber estudiado nada de interpretación lograron estar en el tono de la película, una y otra vez, mientras repetíamos las situaciones. No es tan fácil decir siempre el mismo texto y ellos lo consiguieron. Son capaces de interpretarse a sí mismos, lo cual no es nada fácil.

«Fui aprendiendo a dirigir a los actores mientras iba rodando»

La película disecciona unas relaciones familiares crudas, complejas, ambivalentes.

Me inquieta mucho la violencia que no se puede describir de manera clara, y sobre todo en relaciones que no son de pareja. La violencia entre parejas hombre-mujer las tenemos más claras, pero ¿qué pasa si algo similar ocurre entre dos hermanos? Me genera mucha inquietud los derroteros que pueden tomar estas relaciones, donde es evidente que hay amor pero que pueden contener una dependencia insoportable.

Me sentía reflejada en esta familia porque he vivido alguna situación de personas que necesitan cuidados pero no son el ‘enfermo perfecto’, al que dan ganas de cuidar, que te alegra la mañana… Esa especie de ser de luz que parece que deben ser las personas dependientes. En la vida real estas situaciones pueden ser insoportables, y sin embargo uno termina acostumbrándose porque también hay momentos de cariño. Esa mezcla de amor, vulnerabilidad y violencia es lo que creo que genera dependencia.

Estos personajes te pueden amenazar con un “te quiero” y pueden convertir el abrazo en algo violento.

La familia es la primera estructura social para todo. Romperla sería la mayor crisis para el sistema, porque la familia completa nuestros salarios bajos y los cuidados que no nos proporciona el Estado. Y eso solo viene de relaciones dependientes, porque la amistad la entendemos tradicionalmente como más libre y sin tantas exigencias. Si se empezasen a desmoronar las familias sería un caos, porque además también son estructuras económicas. Y todo eso influye en la idea que tenemos de la familia, y de que nos toca conformarnos con la que nos toque.

Socialmente, nadie nos ha dicho que podemos elegir qué relación tener con nuestra familia, si es que queremos tener alguna. Quienes nos hemos ido de nuestros lugares de origen hemos empezado a hablar de la familia elegida, pero ese concepto lo hemos desarrollado tras sentirnos solas y tener que generar relaciones que partían de otra estructura definida, como es la amistad. Pero tenemos muy clara esa máxima de que la familia no se elige, es la que te toca.

¿Fue antes la historia que quiso contar o los personajes con los que quiso contarla?

El interés por las relaciones familiares ya lo tenía: son abarcables y a la vez explican cuestiones más grandes. A Antonio lo conocí con 15 años, y se me abrió un mundo porque hasta ese momento yo tenía a mis amigas hetero y él me introdujo en un grupo de personas LGTBI. Me hice íntima suya y empecé a fijarme en la relación que tenía con su hermano mellizo, Javier, que tiene una discapacidad. Me identificaba mucho con esa relación desde la parte de la persona sana, en la que hay una parte importante de culpa. Quise hablar de ello y el resultado, aunque es intenso, creo que también es bastante liberador.

La culpa es fundamental en esta historia, no solo por no tener una discapacidad, sino también por decidir marcharse del pueblo.

El espectador sabe que Antonio se ha ido y que se va a ir una vez más. Aunque a nadie le gusta ver cómo alguien deja esa situación atrás y menos la incapacidad que tiene para ser útil cuando está presente. Porque a lo largo de la película, ¿Antonio qué puede hacer? Tiene toda la buena voluntad del mundo, pero casi todas las respuestas que recibe son: qué derecho tienes a intervenir si te has ido a Madrid. Antonio ya no tiene ese derecho, y verá que hay cosas que simplemente no van a cambiar.

«Probablemente sin las Residencias no habríamos hecho la película»

Este es un proyecto de Residencias Academia de Cine. ¿Qué supuso el programa en su desarrollo?

Probablemente sin las Residencias no habríamos hecho la película, un programa como este este es lo que muchas veces marca su destino. Es una película complicada y de naturaleza incierta, y no era fácil confiar en que llegara a existir. Las Residencias fueron un apoyo y le dieron estatus al proyecto. Creo que mucha gente disfrutará con esta película, pero para eso primero la industria debe confiar en ella y hacérsela llegar, y ahí es donde muchos proyectos se quedan por el camino. Las Residencias son un canal para atravesarlo. Además fueron mi segunda escuela, porque aprendí mucho de mis compañeras y compañeros.

También participó en el Campus de la Academia, centrado en la diversidad. En este caso, la identidad LGTBI de algunos personajes está mostrada sin mayores explicaciones.

La película no va de que Antonio es gay, Antonio es gay y punto. Por fin se puede hacer eso. Aunque todos hemos vivido procesos de darnos contra la pared, algo que debemos conquistar es poder hablar también nosotros de muchas movidas que no tienen que ver con nuestra sexualidad. Y que un personaje pueda ser del colectivo en una película que va de otra cosa. Hay puntos en la película que quizás alguien heterosexual no interprete con todas sus claves, pero yo no voy a sobreexplicarlos por ello. El personaje de Emma, por ejemplo, tiene unos claroscuros que se dan en la vida y que quería dejar apuntados porque los veo a mi alrededor y me preocupan, pero la película no se detiene a explicarlos.

También hay una apuesta fuerte por no renunciar a un acento muy concreto. ¿Cree que eso puede alejar a algunos espectadores?

Tengo una teoría con la que voy a fuego: no estamos acostumbrados, y me incluyo, a escuchar otros acentos en el cine. Porque un acento chileno, por ejemplo, parece que lo entendemos mejor hablando con alguien que viendo una película. Y mi postura es que si lo entendemos en la vida, lo podemos entender en el cine, pero hay que practicar. No nos queda otra que entrenar esa capacidad, y siendo andaluza yo no voy a subtitular la película ni a hacerla neutra, aunque eso pueda ser un perjuicio de alguna manera. La lucha vale más que esa limitación hipotética. Además es algo con lo que he lidiado ya, lo he tenido que enfrentar muchas veces.

Participa en Zinemaldia con su ópera prima. ¿Es un reconocimiento o una cierta presión?

Estoy muy contenta por la película, pero seguro que me pondré muy nerviosa en la proyección. Nunca he estado en un sitio así, con tanta gente viendo lo que has hecho. Pero eso significa que la película se va a ver y ojalá a partir de ahí se siga viendo.

¿Qué espera llevarse de su paso por el certamen?

Me encantaría que mucha gente vea la película, en primer lugar, y que generase debate. Mi sueño es que conecten con los personajes, y que vean en la película algo que normalmente pasa más desapercibido en la vida.

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