Alauda Ruiz de Azúa: “No podemos escapar de las relaciones familiares”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Nicolás de Assas · 27 septiembre, 2024

La cineasta vasca presenta en Zinemaldia su primera serie de televisión, Querer

Alauda Ruiz de Azúa ya no esconde que tiene “una tendencia clarísima” a hablar de la familia, universo que le sirvió para contar Cinco lobitos, la película con la que logró el Goya a la Mejor Dirección Novel, y al que ha vuelto con la que es su primera serie de televisión: Querer, la historia de Miren Torres –personaje interpretado por Nagore Aranburu, la protagonista de Loreak–, una mujer que tras 30 años de matrimonio rompe con su marido y le denuncia por violación continuada. “Más allá de su condición de víctima, queríamos hacer un personaje con mucha entidad. Es una mujer con sus contradicciones, con su vida, con su pasado. No es un caso real en concreto, pero sí está inspirado en muchos casos reales, en muchas de las mujeres que conocimos y en las que había algo de querer mirar hacia delante, de querer defenderse y de rabia por lo que les había pasado”, expone la directora y guionista vasca.

Licenciada en Filología inglesa y formada en la ECAM, Ruiz de Azúa (Baracaldo, 1978) firma este relato familiar y judicial que llevará al espectador a sitios “muy incómodos”, y con el que le gustaría “que nos hagamos buenas y constructivas preguntas, porque hay mucho margen para hablar sobre el consentimiento”, apunta la cineasta, que el próximo año regresará a su lugar “natural”, a la familia, con el que será su tercer largometraje, Los domingos, en el que repetirá con el equipo de productores de “los lobitos”.

La Berlinale, Málaga y ahora el Festival de San Sebastián, donde presenta en sección oficial fuera de concurso su debut en televisión. ¿Qué papel juegan los certámenes cinematográficos en su trayectoria?

Fueron decisivos con Cinco lobitos porque como directora novel, desconocida, sirven para ponerte en el mapa y darte la oportunidad de enseñar la historia y contar quién eres como cineasta. Querer se concibió con una estructura episódica muy clara, pero tiene una vocación cinematográfica en la forma, en la manera que se desenvuelven los personajes. Y que este trabajo que tiene espíritu cinematográfico se vea en un festival de cine, en pantalla grande y con público es muy especial, porque lo coloca en un punto de partida muy bueno de generar expectativa y conversación…

Estar en Zinemaldia con una serie…

Lo siento como un lujo. Es muy emocionante y muy mágico porque el festival ocupa un lugar en mi imaginario cinematográfico muy importante. Además, estuve de becaria en Telefestival y ahora voy con una serie muy vinculada a Euskadi.

La familia vuelve a ser su fuente de inspiración.

Cuando los productores me llaman y me dicen que tienen una idea sobre el consentimiento sexual, sobre una mujer que denuncia a su marido después de muchos años de relación, lo primero que pensé es que era un conflicto increíble, con muchas aristas, y lo segundo fue cómo lleva eso una familia. La familia de Querer no es la familia de todo el mundo, pero todo el mundo tiene una familia, no podemos escapar de las relaciones familiares como podemos escapar de otros vínculos y dilemas.

La violencia sexual sacude a la familia de Querer.

Hemos hablado con todo tipo de personas involucradas en estos procesos. Los hijos, si son mayores, toman bandos. Todos podemos sentir ese miedo de no ser tan distintos de nuestros padres. Naces en una familia con un entorno afectivo, una educación y hasta que no empiezas a tener tus propias relaciones, tu propia familia, no te empiezas a cuestionar cómo era ese modelo.

Es muy interesante ver cómo se juzga estos delitos, pero las sentencias salen y el conflicto sigue en la familia. A nivel personal, tienes que tomar una decisión sobre cómo gestionar lo que ha pasado, y es muy duro porque es muy difícil tener una certeza sobre violencia sexual como ocurre de puertas para dentro para el matrimonio. Uno de los dilemas más interesantes que plantea la serie es qué harías tú si fueras hijo de estas personas.

Después de ver la serie, se tiene la sensación de que, lamentablemente, son muchas las relaciones sexuales no deseadas a las que las mujeres han sido incapaces de negarse y que la mayoría de los delitos se dan con la propia pareja.

Cuando empezamos a investigar y a desarrollar el tema de la serie, el pozo era muy hondo. Una idea que me perturbaba muchísimo era que en esta semana cuántas mujeres estarán manteniendo relaciones que no quieren mantener, sin entrar si es delito o no. En esta cultura, en esta educación en la que estamos metidas tendemos a priorizar el deseo de ellos antes que el nuestro. Yo creo que es una situación en la que es muy fácil reconocerse y en la que es más difícil imaginarse a ellos. Luego está el tema de qué es delito y qué no en torno a la violencia sexual. Una de las cosas que descubrimos a través de la investigación es que la violencia sexual es de las más difíciles de denunciar, y mucho más cuando ocurre en el ámbito doméstico porque es muy difícil identificarla. Igual no hemos hablado lo suficiente, no nos han educado lo suficiente en entendernos a nosotros mismos en el ámbito de la sexualidad con la pareja.

«El principal objetivo de la serie es que genere conversación»

Tras la experiencia de Querer y después de haber entrevistado a víctimas de malos tratos, abogados, psicólogos, jueces y agresores: ¿existen muchas Miren Torres?

Por desgracia, sí. El principal objetivo de la serie es que genere conversación sobre este asunto y que nos hagamos buenas y constructivas preguntas porque hay mucho margen para hablar sobre el consentimiento. Después de todo el proceso de investigación y de hablar con todo tipo de perfiles de personas, te das cuenta de que hay una realidad que está invisibilizada, por eso es tan importante lanzar el mensaje de que se puede hablar porque habrá muchas mujeres en su casa pensando con quién hablo esto que me ha pasado.

De ahí la importancia de colectivizar este relato.

Estas violencias sexuales, aunque no sean delitos, forman parte de unas estructuras mentales, sociales, culturales y educacionales. Pienso que la conversación sobre el consentimiento sexual tiene que ser pública y colectiva. Es una conversación que da miedo porque a todos nos da miedo revisarnos, pero hay que tenerla para que no siga en la penumbra.

¿Puede la serie ayudar a una víctima de la violencia machista a identificar cómo y cuándo la ha sufrido?

Puede ayudar no solo a alguien que sea víctima, sino a personas que estén cerca de posibles víctimas a entender cómo se produce ese tipo de abuso. También es importante que tras el viaje de Querer entendiéramos como espectadores por qué nos cuesta tanto creer a las víctimas de violencia sexual, con las que hay un especial cuestionamiento. Si se está cuestionando todo el rato, y no hablo solo desde la intimidad de tu familia, porque mediáticamente también pasa, el mensaje que estamos lanzando a mujeres que pueden estar siendo víctimas de estos abusos es que, si denuncia, lo primero que va a hacer la sociedad es no creerlas.

En Querer, ¿se quiere mal?

A veces es difícil saber lo que uno quiere. El título tiene doble significado, desde lo que es querer en el sentido amoroso, y también lo que es querer desde lo que uno desea o no desea.

Con los actores –junto a Nagore Aranburu están Pedro Casablanc, Miguel Bernardeau, Iván Pellicer y Loreto Mauleón–, usted siempre busca la naturalidad.

De las cosas que más me gustan de hacer cine tiene que ver con la interpretación y la dirección de actores y no solo en el set, sino en el proceso de encontrar y entender a los personajes. Todos los departamentos son importantes, pero siento que el trabajo con los actores es un poco el corazón de la película y de la serie, es lo que alimenta todo lo demás. Me gustar pensar que tengo una perspectiva un poco humanista de este trabajo, de buscar lo humano, de estar atenta a no caer en clichés. Aquí, había que entender a personajes que no eran tan fáciles de entender, con mucho dilema interno, y que tenían dos fuerzas que tiraban de ellos en distintas direcciones. Los intérpretes han hecho un trabajo muy de verdad, muy comprometido.

Dudas sin respuesta

¿Por qué hay poca ficción sobre este tema?

Puede que nos hayamos dado cuenta de lo difícil que es juzgar este tipo de violencias, que hay cosas que se daban por sentadas que ya no las podemos dar por sentadas. Desarrollando la serie [cuatro capítulos, escritos por Ruiz de Azúa junto a Eduard Solà y Júlia de Paz], los guionistas teníamos a veces debates internos porque había cosas que nosotros mismos no sabíamos cómo juzgar, no solo los casos públicos, incluso nuestras propias vidas y nuestras relaciones para que sean más sanas y mejores.

El audiovisual es una herramienta valiosa para abrir debate y para colaborar a romper con la indiferencia, el silencio o el olvido.

La vocación con la que nace esta serie es la de cuestionarnos y llevarnos a sitios muy incómodos, y de aquí también vienen reivindicaciones. Esa fue la brújula de la escritura, del intentar entender a todos los personajes y del viaje que hacen. Lo bueno de hacerlo a través de una serie es que no es tu vida, es la vida de otros y puedes debatir en cenas de amigos y comidas familiares.

No hemos tenido miedo en ir a sitios que podían ser contradictorios, que podían ser grises. Cuando hablas de consentimiento sexual está lo que uno puede desear, ceder, consentir o no, y desde dónde consientes. Esto en una relación de 30 años es muy complicado de juzgar, por eso era muy interesante de escribir.

«No hemos tenido miedo en ir a sitios que podían ser contradictorios»

¿Cómo ha salido de su primera experiencia televisiva?

En términos artísticos, del lenguaje, de pensar la historia o de dirigirla, la he pensado como una película larga, no he sentido que fuera diferente. Nosotros tenemos la suerte de que se va a proyectar en una sala de cine, en el festival, pero luego estará en una plataforma [se estrenará en Movistar+ en octubre].

En Querer está lo cinematográfico en el mejor de los sentidos de lo que te permite el cine, que es meterte en esa intimidad, en esas interpretaciones a veces misteriosas, ambiguas, porque cuando hay conflicto interior no todo es tan evidente.

¿Qué mueve su carrera?

Se me hace hasta raro hablar de mi carrera. Ya empezó con Cinco lobitos y ahora con Querer he sentido que me interesan mucho los dilemas, las premisas donde no tengo todas las respuestas. Las decisiones, los conflictos que son complejos de juzgar, de gestionar emocionalmente, me interesan artísticamente y como persona.

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