Alberto Rodríguez: «La película no habla de política, sí de cómo ciertos listos se aprovechan de otros»

Por Chusa L. Monjas · Foto: ©Julio Vergne · 18 septiembre, 2016

Compite en la Sección Oficial de San Sebastián con El hombre de las mil caras

Sabe que es “muy difícil” superar el éxito que logró con La isla mínima y, aunque hubiese sido “lícito” repetir la fórmula, se planteó su sexto largometraje en solitario “con unos objetivos distintos” a su anterior obra. “El punto de partida de El hombre de las mil caras fue hacer una película entretenida”, expone Alberto Rodríguez, que el próximo 23 de septiembre estrena esta ficción basada en una serie de hechos reales y en el libro de Manuel Cerdán Paesa, el espía de las mil caras.

«El libro cuenta una historia doméstica y surrealista, una especie de vodevil”, indica el director y guionista sevillano, que después de mucha hemeroteca y entrevistas a periodistas, abogados y testigos de los hechos, entendió “que nunca íbamos a saber lo que había pasado. Hay tantas teorías y tan diversas que elaboramos una y la seguimos. Estoy tranquilo porque alguno de los entrevistados –no dice nombres– leyó el guión y nos dijo que esto podía haber ocurrido perfectamente”, declara Rodríguez, que “con interés y el gusanillo de la curiosidad” se ha acercado a una realidad muy lejana a su día a día, que le ha permitido “asomarme a un abismo que no tenía ni idea de que existía. Ahora ya lo sé”.

 

La oferta de El hombre… le llegó después de Grupo 7.

Se paró porque no consiguió financiación. Aunque su presupuesto está muy ajustado, es la película más cara que he hecho. Pensé que era un buen cambio de registro y era interesante hablar de cosas que el cine español no está abordando.

¿Qué sabía usted de Paesa?

Lo que casi todos los españoles, nada. Y de Roldán que se fugó con un montón de dinero y que le habían detenido en Laos. Cuando supe que nunca había estado en ese país, entendí que merecía la pena contar esta historia por el ruido que generó y toda la mofa que se montó con dónde está Roldán.

Ahora conoce bien a este espía, diplomático, estafador, traficante de armas…Todo un personaje de novela negra.

Sé muchas cosas, pero sigo sin comprenderlo del todo.

Es un tipo muy inteligente, aunque a veces se vuelva muy chapucero. Sus movimientos como, por ejemplo, rodearse de una camarilla de testaferros que tenía a sueldo, son muy evidentes, pero no dejan de ser brillantes.

De las mil caras de Paesa, ¿con cúal se queda?

Con su peculiar sentido del humor.

¿Cree que Paesa está vivo?

No lo sé. Sé de buena fuente que, hasta hace poco tiempo, venía a Madrid todos los meses.

¿Ha tenido algún contacto con Luis Roldán?

Tuve la oportunidad, pero nos quedaba menos de un mes para empezar la película, y creí que me iba a condicionar mucho el guión y el personaje que habíamos construido. Nuestro referente ha sido El desafío. Frost contra Nixon, donde probablemente esa historia no ocurrió de ese modo, pero podría haber sido así.

 

Un viaje de redención y el viaje de un listo

La película es un aviso de una España muy actual.

Lo excepcional del caso Roldán es que se fugó y se convirtió en una especie de problema de Estado. Está bien poner foco en problemas que no están resueltos, que se siguen reproduciendo, para reflexionar e intentar buscar una solución.

Ha firmado una crónica de la historia reciente de España.

Son temas que ahora demanda el público y que se ponen en pie por la energía de los directores y productores. No tengo claro qué va a suponer esta apuesta, lo mismo funciona muy bien que se convierte en un quebradero de cabeza.

¿Le preocupa que el filme tenga un uso político?

No es una película que esté hablando de política, habla de cómo se organiza el mundo, de cómo ciertos listos se aprovechan de otros. Es una película de timadores, de tramposos y mentirosos.

Dice que ha aprendido mucho de El hombre de las mil caras.

Y eso es lo que más valoro. He subido un escalón o, por lo menos, ya se cómo se sube. También me he divertido en el rodaje, sobre todo con los actores.

¿Le dio muchas vueltas al reparto?

Eduard Fernández era el Paesa perfecto, aunque no se parecen nada. Más complicada fue la elección de Carlos Santos, no terminábamos de dar con la tecla de un Roldán que me pareciera interesante. Sus pruebas y su voluntad de trabajo me convencieron. Hay unos cuantos personajes que son una mezcla de varias personas, como el que hace Coronado.

Si tuviera que salvar a uno de sus dos protagonistas…

Salvaría a Roldán, que ha hecho un viaje de redención al cumplir una de las condenas más largas en este país y en unas condiciones durísimas. El viaje de Paesa es el de un listo que gana todas las manos, pero no sé muy bien para qué.

Vuelve a optar a la Concha de Oro en San Sebastián, certamen que le recompensó por 7 vírgenes y La isla mínima.

Este festival es como los exámenes de recuperación de septiembre. Voy con la misma alegría de siempre. Estar ahí ya es un lujo.

 

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