Jo Sol: «Una revolución pasa por superar el sentido común»

Por Enrique F. Aparicio · Foto: ©Enrique Cidoncha · 18 septiembre, 2016

Estrenó Vivir y otras ficciones dentro de las proyecciones especiales de la sección oficial del Festival de San Sebastián

El cineasta catalán Jo Sol regresa a San Sebastián con una nueva exploración del pilar de su obra: la diferencia entre vivir y sobrevivir. La simbiosis entre un enfermo mental que intenta recuperar el tiempo perdido y a su hijo, y una persona con discapacidad luchando por el derecho al placer del propio cuerpo compone un retrato vivo de la revolución pendiente. La que no nos obligue a elegir entre males mayores y menores.

 

Vivir y otras ficciones continúa su trabajo previo en El taxista ful y Fake orgasm pero, ¿cuál es el punto de partida de este proyecto?

Es una continuación en cuanto a la maduración de una idea, que parte de esa imposibilidad de vivir cuando la vida se reduce a un acto de supervivencia. Ese abismo se aborda desde un marco tan universal como el cuerpo. Vivir… surge de ese espacio de representación de lo real que no minimiza su complejidad, a través de una mirada que trata de aportar algún nivel de reflexión crítica.

¿Cuál es el baremo entre realidad y ficción en la película? ¿Y entre improvisación y guión?

Una película no es una apología del azar. Incluso las que aparentan ser fruto de la improvisación esconden textos y estructuras escritas por sus creadoras. Yo confío en la capacidad de mis intérpretes para generar diálogos que representen de forma orgánica aquello que previamente se ha trabajado. Mi condición para crear una narrativa de ficción impone la necesidad de que sea leída como real. Para ello necesito seres cercanos a esa realidad y actores capaces de aportar verosimilitud al argumento propuesto. Para mí es fundamental que el público crea lo que está viendo, al precio de que parezca “demasiado” real si es necesario.

¿Cómo entra en contacto o de dónde surgen estas historias?

Debo agradecer que Antonio Centeno hiciera una lectura muy generosa de mi trabajo, conectándolo con el discurso tan lúcido, estimulante y transversal que la comunidad que lucha por una vida independiente lleva años elaborando. Fue revelador descubrir ese grito desde el cuerpo, donde confluyen la teoría queer, los discursos transfeministas, el movimiento crip, el trabajo sexual…

Vivir… reflexiona en torno al cuerpo como espacio político, ¿se puede decir en este sentido que es una película política?

En el actual contexto, hacer posible este tipo de cine es ya un acto político; en cuanto a resistencia al proceso de ahogo contra toda voz que invite a pensar, a rebelarse. Amar esa búsqueda de belleza, amar el cine más allá de la lógica del espectáculo, apasionarse por las ideas rabiosas, es hoy un acto político.

Antonio habla de la revolución del cuerpo como quizás la única posible, ¿qué crees que ha ocurrido con las otras?

Hace 10 años, los compañeros con los que hicimos El taxista ful decían: “el sentido común, de dos males elige siempre el menor. Nosotros nos negamos a escoger».

Efectivamente una revolución pasa por superar el sentido común. Una revolución no puede ser democrática, no se puede institucionalizar. Vivir… presenta el cuerpo como última frontera de lo político, porque en él constatamos la fragilidad que nos constituye y vivimos la experiencia de lo transitorio, donde las seguridades aparentes colapsan.

Aparte de esa revolución, Pepe se encuentra en plena reconstrucción. ¿Hasta qué punto es una metáfora de nuestra situación actual?

Su obsesión por encajar es parte de la desesperación que atraviesa nuestras vidas. Con Antonio descubre que una vida rota, como un sistema corrupto, no se puede reformar. No encajar es devenir anomalía, paradójicamente, un poderoso sujeto político. La fragilidad se convierte en una fuerza de transformación inesperada.

¿Esa reconstrucción o revolución también la lleva conscientemente a términos cinematográficos?

Hoy, para mí, hacer cine no es una decisión consciente; si lo fuera no lo haría. Es más bien un impulso, algo instintivo, que me permite compartir, resistir, con la gente que quiero y con la que todavía no conozco pero que sé que está allí. Siento que en ese resistir, en seguir creando a pesar de todo, hay algo digno de ser vivido.

Repite en el Festival de San Sebastián. ¿Qué significa estar en la sección oficial con esta película?

Para mí, la posibilidad de reencontrarme con un público que siempre ha demostrado interés por los trabajos que les hemos ido presentando. Para la película, la oportunidad de iniciar un próspero devenir en festivales y ojalá un posible recorrido en salas y por qué no en televisión, ya que creo que es la única seleccionada sin tener cubiertas esas ventanas de exhibición.

¿Cómo valora la apuesta de cine español por parte del festival?

En general he visto que en los últimos años ha habido elecciones valientes, otras más obvias. Es importante en la medida en que no solo es un instrumento importante para la industria, sino también para la cultura, por promover otras propuestas capaces de aportar algo más que un tiempo de entretenimiento. Agradezco que una vez más se atrevieran con mi modesta obra.

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