Carla Simón: “Me interesa mucho lo que se genera alrededor de la muerte”

Por María Gil · Foto: ©Xavier Torres · 30 junio, 2017

Estrena su ópera prima, Verano 1993, que llega a los cines tras triunfar en la Berlinale y el Festival de Málaga

En el guión no aparece la palabra VIH y el proceso que vivió Carla Simón fue más allá de los meses de verano. Recuerdos y ficción se mezclan en esta película, en la que la realizadora catalana partió de sus vivencias de niña, cuando su madre murió a causa del sida y se fue a vivir con sus tíos, y de los álbumes familiares para encontrar la esencia de la fotografía del filme. Pese a todo, ella consiguió poner distancia. Todo ese universo familiar e infantil, que va de La Garrocha a los cabezones de su pueblo, está al servicio de lo que le pedía la historia, en la que afirma haber encontrado un camino a seguir con la búsqueda de la naturalidad: “A veces hay que renunciar a cosas del guión o a tus propias memorias en favor de lo que te están dando los actores”.

Considerada una de las miradas a tener muy en cuenta en la Nueva Ola del cine catalán, con su debut en el largometraje ha logrado reconocimientos en la Berlinale, el BAFICI, el Festival de Málaga y el de Estambul. Consciente de las expectativas, afronta nerviosa el estreno de Verano 1993, que se verá únicamente en versión original subtitulada –“Hemos apostado por no doblarla, aunque sabes que hay salas que no la van a querer” –. Y es que el catalán era fundamental para Simón “porque es la lengua de mi infancia y me salía más natural”. Prueba de ello es que tan solo tardó una semana, cuando estudiaba en Londres, en dar forma a esta historia, protagonizada por las pequeñas Laia Artigas (Frida) Paula Robles (Anna), junto a Bruna Cusí y David Verdaguer.

¿Por qué le interesaba hablar de esta experiencia autobiográfica?

Siempre me preguntan si necesitaba hacer esto para curar algo, pero no. Me pasó de muy pequeña. Simplemente me apetecía hablar de cómo un niño se enfrenta a la muerte, dibujar el viaje psicológico de la niña, pero me sirvió para reconectar con una historia que había contado tantas veces que parecía que no era mía.

¿Cree que como parte de una generación joven le cuesta menos exponerse, hablar de sí misma?

Yo no soy muy de exponerme en las redes sociales, no lo he hecho nunca.  Tiene que ver con el hecho de que, cuando estás hablando de algo que conoces, te puede parecer que no le importa a nadie, pero en realidad puedes estar retratando algo muy complejo. La concreción que te permite el hablar de ti mismo a veces es más fácil que llegue a lo universal, que algo genérico. Yo estoy sorprendida también de ver que una historia tan personal, y que yo pensaba que era muy local, pueda llegar a públicos internacionales.

Al final habla de sus vivencias, pero también de su entorno familiar. Me imagino que ellos se involucraron

Me fue de mucha ayuda hablar con mis padres ‘de ahora’, sobre todo con mi madre que se acuerda de muchas cosas concretas. Al final ellos me estaban educando y ella me analizó muy bien. Además de leer mucho sobre los procesos en la adopción y cómo un niño se enfrenta a la muerte, tener su opinión sobre el porqué del comportamiento de Frida e incluso cómo se sentía ella y los de la familia fue muy importante. Mi hermana es actriz y sale en la película y mi hermano hizo la música. Mi padre nos ayudó con el huerto y mi madre con el guión. Realmente ha sido una experiencia muy compartida.

El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, y Cría cuervos, de Carlos Saura le acompañaron en la preparación de la cinta. ¿Cómo abordó el rodaje con niños?

Son dos películas que reflejan que los niños son conscientes de las cosas que pasan a su alrededor. A mí me parece más fácil trabajar con niños que con adultos porque hay algo de lo que es ir al corazón de actuar, que al final es jugar. Hicimos dos meses de ensayos porque, si ellas se lo creen, la audiencia también y para eso hay que crear todo un mundo alrededor y unas memorias compartidas. Quería encontrar ese tono natural. Hay algo de imperfección en sus actuaciones que a mí me parece maravilloso y que a veces con un adulto es más difícil de conseguir. Necesitas a alguien que no tiene conciencia de sí mismo. Ellas no llegaron a leer el guión, creo que la pequeña no sabe ni leer, pero en el casting busqué niñas que tuvieran una situación familiar parecida, que no tuvieran que crear al personaje, sino que pudieran ser ellas mismas.

 

El tema de la muerte es recurrente no solo en Verano 1993, sino en sus anteriores historias

Siento que en mi vida siempre he estado en contacto con la muerte. Me interesa mucho lo que se genera alrededor. Más que la muerte, es la ausencia. Cuando alguien muere hay un cambio de dinámica familiar muy fuerte y todo el mundo se tiene que volver a acomodar en una situación que es nueva. Lo que genera eso es muy cinematográfico. Lo veo en mi propia experiencia. Cuando estaba estudiando en la escuela de Londres fue un año muy fuerte en el sentido de perder a mucha gente muy querida. Es normal que esté presente de alguna manera.

¿Sus cortos marcaron un rumbo?

Había algo de inconsciencia cuando estaba haciéndolos, que ahora tiene mucho sentido. Primero hice el documental Born positive, que es sobre niños que han nacido con el virus del VIH. Como yo no lo había heredado de mi madre, tenía mucha curiosidad por saber cómo se sentían. Luego Lipstick, sobre dos niños que se encuentran a su abuela muerta, escrito justo después de que muriera mi abuelo. Entonces aún estaba en la London Film School, y enfermó mi tía y murió. Y bueno, yo vi que tenía una relación complicada con mi abuela y me salió hacer un corto sobre ellas dos. Cuando estaba escribiendo el guión de Verano 1993 me di cuenta de que no me acordaba de mi madre biológica y esto me generó una frustración porque los recuerdos no los puedes inventar. Cogí cartas que me dejaron sus amigos y me fui a los sitios desde donde las había enviado. Filmé los espacios vacíos y con mi voz en of leía las cartas y salía también un vídeo pequeño de ella. Ese corto, La cuna, en realidad era una cosa personal que yo necesitaba hacer y me ayudó un poco a reconectar. Era una necesidad. De alguna manera todo ha conducido a esto.

Muchas cineastas catalanas jóvenes estáis despuntando en festivales. Variety le incluyó en una lista de 10 nombres a tener en cuenta de Nueva Ola Catalana. ¿Por qué cree que se ha producido esta eclosión? ¿Se fomenta en Cataluña especialmente las miradas femeninas?

Sí que es verdad que ahora ha coincidido un momento donde somos muchas, pero no es siempre así. Yo tengo una visión optimista, en el sentido de que creo que cuantas más haya más habrá, porque es una cuestión de poner referentes. A mí no me ha costado levantar la película más por ser mujer, pero luego lees los números y asusta un poco. Estamos en un buen momento y es bueno hablar de ello. Tenemos la suerte de conocernos todas: Elena (Martín), Laura (Ferrés), Nely (Reguera), Mar Coll, Meritxel Colell… cuando volví de Londres para hacer la película, entré en un proyecto que se llama ‘Cine en curso’, que enseñamos cine a niños y ahí hay muchas mujeres. En realidad, me he relacionado más con mujeres cineastas que con hombres. Pero creo que desde las instituciones aún queda mucho por hacer.

¿Qué lección se lleva de Verano 1993?

Hacer una primera película ya implica aprender mucho, porque pasas por todo el proceso por primera vez. Al ser personal ha sido por partida doble. Me llevo dar más valor a mis relaciones familiares y entender muchas cosas de cómo quiero seguir haciendo cine. Siento que he encontrado mucho el tono, a nivel de la naturalidad de los actores, de cómo quiero trabajar con ellos. Hay hallazgos que quiero seguir en un futuro. Sí que hay historias en mi familia que pueden inspirarme porque somos muchos, pero creo que voy a dejar mi vida un poco de lado. Voy a tomar distancia.

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