Carlos Marques-Marcet: «Hay que reivindicar la pregunta, porque la vida está plagada de incertezas»

Por Juan MG Morán · 24 noviembre, 2017

Carlos Marques-Marcet estrena Tierra firme, filme con el que inauguró el Festival de Sevilla

 

Del desarraigo vuelve a hablar, de alguna manera,Carlos Marques-Marcet en Tierra firme, el que es su segundo largometraje y con el que inauguró el Festival de Sevilla. Rodó en Londres, en el mismo barco en el que reside Natalia Tena, queriendo retratar cómo «en la ciudad más cara del mundo, la que inventó el capitalismo, hay gente que puede vivir gratis una vez que se compran un barco. Viven como nómadas dentro de una ciudad enorme, porque la única obligación que tienen es cambiar su hogar de un lugar a otro cada 15 días». Ese permanente estar en ruta, fluyendo por los canales londinenses, le ha permitido encarnar muchos de los conflictos con los que ha querido bregar en esta historia, que también pone en valor la duda, «es el modo más adecuado para que otros entiendan las cosas tal y como yo lo hago».

Después de su ópera prima, ¿cómo llega Tierra firme?

Daba vueltas desde hace tiempo a hacer una película sobre una pareja en conflicto, en la que una parte de la pareja quiere tener hijos y la otra no. En una fiesta de 10.000 km. miré a Oona [Chaplin] y Natalia [Tena], que son mejores amigas, y percibí que la idea cogía forma con ellas.

Dos mujeres que mantienen una relación y se valen del mejor amigo de una para intentar tener un hijo…

Sí, porque me di cuenta que mis amigos heterosexuales acaban teniendo hijos casi por accidente, porque es lo que ocurre cuando se tiene sexo. En cambio, en mis amigos gays noté que siempre hacía falta una preparación. Había algo en ese marco que me hizo pensar aún más en la idea, porque personalmente también me he hecho alguna vez la pregunta de si ayudaría a una pareja en esas condiciones.

¿Sirve la ficción para que la sociedad vaya encajando y normalizando ciertas cuestiones?

No he pretendido establecer un discurso. No he querido nunca hacer un gran qué de todo esto, porque no era tan importante que fuesen dos mujeres en concreto, sino solo una pareja en conflicto. Aún así, creo que la política es muy necesaria, y es importante defender los derechos, pero no creo que en este caso las películas sean el ámbito perfecto para hacerlo.

La película también plantea una duda recurrente: ¿se relacionan los jóvenes sentimentalmente igual que lo hacían sus padres?

Todas las generaciones tienen un conflicto con la generación anterior. Por un lado, quieren encontrar su propia manera, pero por otra parte se ven atrapados en lo que han heredado. A mí ese debate me parece muy interesante, porque es irresoluble, no existe la solución a cómo gestionar eso.

“Creo que lo que realmente os gustaba era la idea de rebelaros, pero siempre supisteis que os conformaríais”. Hay política y hay batalla generacional en esta frase que lanza como un dardo el personaje que interpreta Natalia Tena a su suegra en la ficción, Geraldine Chaplin. 

Claro, es que este tema sigue estando muy presente. Más en España, donde en los últimos años se ha debatido mucho sobre la Transición. Los jóvenes no hemos votado la Constitución, la hemos heredado. La generación anterior nos dice constantemente que somos conformistas y que ellos sí lucharon por lo que querían, hemos oído a muchos decir que corrieron delante de los grises, pero, al final, Franco murió en la cama.

Siempre desde el placer

Agradeció el Goya contando que hace diez años se fue de España porque creía que aquí no podía hacerse cine. ¿Han cambiado mucho las tornas?

Hace dos años volví a vivir a España, y de alguna manera me he reencontrado. Tengo la sensación de tener un pie fuera, porque he rodado en Londres, pero creo que ha servido para ir acercándome poco a poco a la vuelta. Casi sin quererlo, me he dado cuenta que me gusta mucho trabajar en España, porque hay una cierta libertad que se agradece bastante y es un momento interesante, están pasando muchas cosas y merece la pena pensarlas desde casa.

¿Qué tiene pendiente el cine español?

Salir más fuera, quizá no estamos haciendo el trabajo lo suficientemente bien para que nuestro cine se vea en otros lugares. Hay que pensar esto también a un nivel institucional, pero no hace falta rehusar nuestra responsabilidad y ser conscientes de que nos queda mucho por hacer. Esto no significa hacer solo películas en inglés, que también, sino rodar películas en castellano, catalán, gallego o euskera que puedan viajar por el mundo y enseñar todo lo que tenemos que ofrecer.

Antes de estrenar Tierra firme ya ha comenzado a rodar la que será su tercera película, La bona espera. 

Ha nacido casi por necesidad. Se está gestando a lo largo de mucho tiempo por su naturaleza intrínseca; o se rodaba en ese momento o no se podía hacer. Es una película hecha en familia, muy íntima…

Hay algo en Tierra firme de elogio de la duda. ¿Hay que reivindicarla?

Creo que, en cierto modo, sí. Hay que reivindicar la pregunta, porque la vida está plagada de incertezas. Algo me dice que cometemos los mismos errores una y otra vez. Por eso esta constante duda, porque me parece que es el modo más adecuado de que otros entiendan las cosas como yo las veo.

Cerró aquel discurso de los Goya alentando a encontrar el placer en la lucha. ¿Ser cineasta es una lucha constante?

Tiene mucho de lucha, pero también mucho de placer. Hacer películas es una droga y sí, claro que es una batalla, pero en mi caso están ahí la adrenalina, el reto, el buscar cosas nuevas, y a todo esto le acompañan angustia, dudas, miedos, pequeños fracasos y, a veces, pequeñas victorias, pero siempre desde el placer. 

 

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