Javier Fesser: «Hacernos demasiadas preguntas nos limita»

Por Por Enrique F. Aparicio · 14 mayo, 2018

El director de Campeones ha liderado la taquilla nacional con este filme protagonizado por Javier Gutiérrez

 

Ser primero o segundo no es relevante en Campeones, la nueva propuesta de Javier Fesser, pero desde su estreno ocupa el primer puesto en la taquilla. Esta historia sobre un equipo de baloncesto formado por personas con discapacidad intelectual provoca un juego de miradas con el espectador. Evita que la miremos con compasión y paternalismo, y nos devuelve una mirada sobre la belleza de la diferencia. Antes, como el entrenador interpretador por Javier Gutiérrez, debemos aprender a evitar la condescendencia y devolverles la mirada de frente.

Es imposible empezar a hablar de Campeones sin poner por delante que es el mejor estreno de cine español del año. ¿Qué siente uno al superar a Spielberg en taquilla?

Son unas cifras que no podíamos soñar. Pero, desde el principio del proyecto, confiaba en la capacidad de la película para conectar con el público. Conmigo el guión conectó, en el cásting los personajes me enamoraron, y en el rodaje estábamos fabricando una película que, como espectador, estaba deseando ver. Pero esta respuesta supera todas las expectativas.

Aparte de unos datos difícilmente mejorables, la recepción del filme es muy positiva. ¿Qué feedback le está llegando?

El feedback emocionante para mí es que, más allá de sus cualidades cinematográficas, hay algo que en la película, en sus personajes –que son personas, porque se interpretan a sí mismos–, que toca, que llega dentro, que remueve. Y remueve desde la risa, desde la empatía, desde la alegría vital de esos personajes. Estoy muy orgulloso de este equipo, y me hace feliz pensar que Campeones puede ayudar a su colectivo, a mejorar su vida.

¿Hay algún plan para llevar la película a espacios como asociaciones o colegios?

Cada vez apuesto más por el cine como herramienta educativa, por llevarlo a los colegios. A mí el cine me educa, me hace más grande, más sabio. Me hace ponerme en la piel del otro. En junio se estrena la película en Francia, pero después del estreno comercial se va a incluir en el circuito de escuelas, que allí es muy grande y está muy bien organizado. Es un modelo que invita a imitarlo, porque sería una manera de fortalecer vínculos entre los españoles y su cine.

¿Cuándo le llega el guión de David Marqués y cómo ha sido su transformación hasta el metraje final?

Hace dos años. En Pendelton hemos hecho nuestra película más rápida. Porque partíamos de un guión ya escrito, pero sobre todo porque este proyecto nos ha instalado en la impaciencia como espectador: yo quería ver esta película terminada. Quiero que estas personas tengan voz ya, y presentárselas a todo el que le apetezca acercarse a aprender y a conocer lo diferente.

El guión ha cambiado bastante. David ha sido generoso conmigo y me ha dejado entrar a hacer y deshacer, a hacerlo un poco mío, porque si no es muy difícil rodar una historia. He hecho mi versión de ese guión, en donde he incorporado personajes sin discapacidad intelectual aparente, para jugar con ese contraste. Parece que hay dos grupos de personas y la película te lleva a la conclusión de que no, de que hay tantas clasificaciones como personas.

«El cásting fue muy abierto, de hecho buscábamos siete personajes y acabamos con diez»

¿Los personajes con discapacidad estaban ya dibujados o se adaptaron a los actores?

A raíz del cásting, y del conocimiento de un montón de casos, la historia fue creciendo y se fue enriqueciendo porque bebía de la realidad absoluta. Cuando cerramos a los diez protagonistas, David Marqués y yo escribimos la versión definitiva del guión, ya adaptado a las personalidades de todos ellos. Lo que nos estaban dando era mucho mejor de lo que habíamos escrito.

¿Cómo diseñaron la búsqueda de esos actores y cómo dieron con ellos?

El cásting fue muy abierto, de hecho buscábamos siete personajes y acabamos con diez. Dimos con personas que nosotros no conocíamos ni podíamos imaginar, y que han hecho de este equipo un grupo más interesante. Hay un trabajo en la película que creo que nos ha salido bien: el protagonista es el equipo, pero cada parte es fundamental, y todos brillan y demuestran que, afortunadamente, todos somos distintos.

Lo primero fue contarle nuestro proyecto a las asociaciones y a los clubes deportivos de personas con discapacidad intelectual. Queríamos conocer de la forma más profunda posible el mundo en el que se desarrolla la historia. Con esa ayuda, que fue absoluta y fundamental, organizamos un cásting enorme. Ellos nos ayudaron en una primera selección, porque eran nueve semanas rodando doce horas diarias, y no todas las personas son capaces de algo tan exigente. Creo que fueron 565 personas las que pasaron por el cásting, con las que hicimos unas pruebas bastante exhaustivas. Hacíamos juegos y pruebas con ellos donde los que más aprendíamos éramos nosotros. Esa mirada positiva, alegre y sincera que veíamos en ellos es muy contagiosa y me daba mucha envidia. Convertían cada cosa en una aventura, lo disfrutaban al máximo, y eso es un regalo. Estos campeones me han devuelto las sensaciones de cuando rodé mi primer corto, donde todo era nuevo y emocionante, hasta cortar para el bocadillo. Son los pequeños detalles en los que te hacen fijarte estas personas. Ellos se asombran poco con las cosas artificiosas, se fijan en lo pequeño, que es lo que tiene más capacidad de emocionar.

El rodaje con personas de capacidades diversas, ¿se vio afectado en algún sentido?

Cada proyecto es nuevo y me pone en la misma situación: no sé cómo se hace esto pero me apetece descubrirlo. Es un vértigo que engancha. La dificultad de trabajar con diez personas que no son actores es fácil de intuir, pero tiene ventajas. Trabajar con ese material tan virgen, empezar de cero, es maravilloso. El resultado de cada día te sorprende. Por otro lado, todos ellos traían de serie una carga de entusiasmo que yo no he visto en mi vida. Comparado con eso, la inexperiencia no pesa nada. Además, su capacidad de adaptarse y aprender es de quitarse el sombrero. Cuando tienes la actitud de no quejarte por las cosas es cuando aprendes a la velocidad de la luz. Y la ventaja más impresionante es trabajar con diez coprotagonistas que no saben lo que es el ego, esa gran discapacidad que tanto nos limita.

Foto: ©Samantha López Speranza

Miradas y palabras

¿En qué punto se suma Javier Gutiérrez al proyecto?

En el minuto uno. La capacidad que tiene de coger de la mano al espectador y hacerle vivir la historia con él es increíble. Es esa persona normal con la que empatizar es facilísimo, pero a esa normalidad él llega arriesgando muchísimo en cada plano. Cuando leí el guión acababa de rodar un corto con él y fue imposible no ver su cara en nuestro entrenador.

La cinta se detiene en los gestos de estas personas, ¿qué ha encontrado en estos rostros?

Mucha belleza. Tengo la sensación de que he rodado una película con niños, pero niños que me han enseñado a hacer que todo sea bonito, que todo sea divertido, que todo sea un juego compartido. Ellos son auténticos, se muestran como son. La capacidad intelectual muchas veces la malgastamos escondiéndonos y disfrazándonos.

La pregunta recurrente es ¿cómo nos acercamos a las personas con discapacidad intelectual? Pues como te acercarías a cualquiera: sin disfraces. No hay más norma. Ellos se van a acercar de frente, sin tratar de representar nada que no son.

«En este rodaje nos hemos abrazado cien veces por minuto»

En ese sentido, esta película probablemente provoque un cierto debate, ¿qué le gustaría poner encima de la mesa?

Nos da miedo lo que no conocemos. A veces es rechazo, a veces es miedo a meter la pata, no saber qué decir… Al final nos limita hacernos demasiadas preguntas. Lo que funciona es ponernos en la piel del otro. Así podemos entender que no es lógico que nos aparten la mirada o que nos miren con compasión. La compasión debe ser muy dolorosa. Es injusta.

Aparte de una reflexión sobre rostros, hay una intención de reflexionar sobre el lenguaje, las palabras.

Partimos ya de la etiqueta de persona con discapacidad, ¿discapacidad para qué? Yo tengo discapacidad para muchísimas cosas y nadie me ha puesto esa etiqueta. Me han etiquetado por lo que hago bien en todo caso. Pues eso es lo que deberíamos hacer con todos.

En la película se dice ‘subnormales’, también ‘puta’ o ‘maricones’. ¿Tuvieron dudas a la hora de insertar esos términos?

Jamás. No me he planteado en mi vida si algo es políticamente correcto. Cuando haces un retrato de personas a las que admiras me parece imposible ser políticamente incorrecto. Puedo meter la pata, pero molestar y ofender a alguien a quien estoy homenajeando me parece imposible. La incorrección creo que se da cuando lo que haces es disimular un insulto o tu propia ignorancia. Pero cuando te preocupas por conocer aquello de lo que hablas, y además te provoca un respeto enorme y una empatía brutal, es imposible caer en la ofensa. Además bebemos de la pura realidad. Las cosas más extremas de la película han salido de casos que hemos conocido.

Hablando de miradas, vivimos un momento en el que la mirada feminista impregna cada vez nuestra visión de la vida y del cine. ¿Usted personalmente la tiene en cuenta como creador?

Hay algo dentro de mis diez mandamientos que es: no clasificarás. Yo cuento historias de personas, y no me plantearía si tienen que ser de un color o de otro, de un género o de otro, de un oficio o de otro. En Caminotodos los personajes eran femeninos porque la historia así lo requería, y esa historia contada por mujeres tenía más sentido y era más potente. La historia de Campeones es sobre un equipo de baloncesto masculino, pero sí quisimos introducir un personaje femenino, Collantes, para que arrojara otra luz.

Al ser hombre, reconozco que las historias que cuento les pasarán más a los hombres, pero no creo que ninguna historia contada desde el corazón pueda ser manipulada para cumplir ciertos requisitos. Eso la despojaría de verdad.

Contra el paternalismo con el que estamos tentados de tratar a las personas con discapacidad, el personaje de Sonia los acoge con maternalismo.

Hay algo en ella más cálido y más abierto a los afectos, que conecta mejor con estas personas, a las que les gusta tocarte y demostrar su afecto sin ningún tipo de cortapisas. En este rodaje nos hemos abrazado cien veces por minuto, y cuando dejas de hacerlo lo echas de menos. Ojalá ponga de moda esta película abrazarse más.

Foto: ©Samantha López Speranza

Responsabilidad y privilegio

¿Qué nos impide ser más afectuosos?

El miedo. Le pasa al protagonista. El miedo de Marco, que es su discapacidad, procede de lo que ha mamado. Lo vemos cuando conocemos su casa, a su madre, por el ambiente en el que ha vivido. El miedo que muchas veces nos impide decir te quiero a quienes más cerca tenemos. El día que dices a tu padre te quiero, rompes una barrera y ya no puedes dejar de decirlo. Estos campeones, desde el primer día, si te quieren te lo dicen.

¿El cine comercial ha de ser más consciente de su influencia en el público?

Siento esa responsabilidad, pero la siento como un privilegio. Cuando la vida te da tanto, cuando tienes un trabajo tan asombroso como el de contar historias que inspiren, cuando tienes la capacidad de dar voz a quienes no la tienen y que llegue a la gente… Creo que estás obligado a intentar que el mundo sea un poquito mejor.

¿Qué huella le gustaría que dejara Campeones?

Que no hay nada más atractivo que lo diferente. Y que además los diferentes somos cada uno de nosotros. Estamos acostumbrados a hablar del extranjero, del vecino y del cuñado como si fueran otros, pero todos somos extranjeros, vecinos y cuñados. Entender eso a mí me libera de muchas cosas. Cuando una película como esta te lleva a la conclusión de que tú no eres el centro de nada, y de que en tus diferencias y en tus taras está tu belleza y lo que te hace único, la vida es más interesante. La vida mola más.

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