Jaime Rosales: “En el arte busco la verdad y la eternidad”

Por Juan MG Morán · Foto: ©Quim Vives · 28 septiembre, 2018

El director presenta Petra, protagonizada por Bárbara Lennie, en la sección Perlas de San Sebastián, tras su paso por el Festival de Cannes

Abre su libro recién editado, El lápiz y la cámara, afirmando que “el único tema de una película es la vida, lo que viene a ser lo mismo que decir que el único tema de una película es el cine”. Jaime Rosales, que ha participado en el festival de festivales con cinco de sus seis películas, volvió en mayo a la Quincena de Realizadores con Petra, un filme que le llega después de una crisis y que desvela nuevos trazos en su filmografía. Este clásico español de la Croisette da la razón a Joseph Conrad en aquello de que “el autor escribe la mitad del libro, la otra mitad es responsabilidad del lector”. Esto es también aplicable al arte que le mueve, y en ello precisamente anda ocupado, en colocar al espectador en el centro de su cine, quizá también en el centro de su vida.

¿Dónde podríamos encontrar el germen de esta Petra?

El núcleo está en una idea de cine. Me interesa a qué espectador quiero llegar y qué le interesa. Se trata de colocarle en el centro, reflexionar sobre lo que es el cine hoy en día y hacia dónde va. Así llegué a un personaje, el de Petra, una mujer que busca a su padre, y tomé la estructura de la tragedia griega, que siempre ha permitido al espectador leer la obra desde su propia subjetividad.

Pensaba, de nuevo, en el espectador.

En el origen de la película el elemento principal es el espectador, y ese espectador es algo parecido a como yo me siento en estos momentos: un espectador que ha recibido las influencias del cine moderno, pero que también piensa en las bondades del cine clásico.

¿En qué medida Petra rompe con el resto de su filmografía? ¿Tiene algo de salto a los abismos?

Un poco sí. La ruptura fuerte para mí se produce después de Sueño y silencio. De Las horas del día a La soledad existió una progresión natural, que rompí con Tiro en la cabeza y quebré con Sueño y silencio. Es entonces cuando entro en una crisis, una crisis existencial en la que me pregunto por dónde seguir…

¿Encontró respuesta?

Retomo una senda de vuelta hacia unas temáticas y planteamientos en la industria más asequibles para el espectador. En Petra tal vez se note más, pero es la continuación que emprendí en Hermosa juventud hacia un cine que quiere fascinar al espectador, proponerle algo placentero, sin renunciar a cierta complicidad de su parte para armar el sentido de la película.

¿Son necesarias esas crisis?

No sé si lo son. La crisis yo no la programé, me la encontré. Sueño y silencio no tuvo ni la acogida en la industria ni de público que yo pensé, aunque sigo creyendo que es mi mejor película. Al cine le pasa lo mismo que a todas las artes, pero depende casi más de la actualidad, de lo inmediato.

¿En qué sentido?

Otras disciplinas aguantan más el paso del tiempo: un artista plástico que no es comprendido en su época puede seguir creando porque no hay un coste demasiado elevado en su obra, pero en el cine hay una presión ante la respuesta contemporánea mucho más fuerte. Yo no puedo esperar veinte años a que una película cuaje, tengo que reaccionar y proponer cosas que sean interesantes para mis contemporáneos y, al mismo tiempo, puedan serlo para generaciones futuras. Esa peculiaridad de la industria del cine hace que a veces las crisis sean muy profundas, hay cineastas a los que estas crisis se les pueden llevar por delante, adentrándose en una especie de pozos en los que se sienten incomprendidos e incapaces de generar proyectos.

¿El estreno en las salas le presiona esta vez de distinta manera?

Existe la presión, sí. Porque la película tiene vocación de ser importante en el futuro, que cuente en la historia del cine, pero también que reciba esa respuesta inmediata.

Foto: ©Rolf Konow

Obsesión para el abandono

En el guión trabaja por primera vez con Michel Gaztambide y Clara Roquet. ¿Cómo llega a ellos?

Fue el resultado de buscar personas que pudiesen aportar algo que yo no aportaba. Cuando diseñamos el proyecto con Bárbara Díez, la productora, sentimos que debía haber una mujer joven, que aportase calidez, frescura y profundidad al personaje de Petra, y un hombre que diese experiencia y robustez al argumento.

Se ha rodeado en Petra de un equipo eminentemente femenino. ¿Necesitaba rodearse de tantas mujeres para dar una sensibilidad diferente a la película?

Para esta película tenía muy claro que quería una directora de fotografía, creía que había que suavizar esta tragedia tan cargada de dolor, aunque eso también pudiese hacerlo un hombre. A veces sí que tomo decisiones en base a la sensibilidad que me interesa, y curiosamente es cierto que en este rodaje finalmente configuramos un equipo más femenino de manera no voluntaria.

¿Cómo ha resultado el trabajo con los actores, en su mayor parte profesionales?

Ha sido bonito, pero difícil y esforzado por parte de todos. La dificultad estaba en que todos, muy diferentes entre sí, mantuvieran el mismo tono interpretativo, que tiene que ser muy natural, casi lacónico, en el que se pueden decir cosas muy terribles de una manera muy chejoviana.

¿Contaban con un guión de texto cerrado?

No exactamente. Trabajo con una técnica mixta en la que no se fija nada, pero sí permanecen en las intenciones y en el recuerdo todos los elementos que aportan sentido dramático. El guión lo leyeron una sola vez. En los ensayos decíamos: ¿te acuerdas de aquel momento en el que pasaba esto?. Comenzaban a improvisar esas escenas en las que habíamos trabajado con infinito detalle en veinte versiones de guión. Yo me obsesiono mucho en la escritura del texto para luego abandonarlo.

Su Goya a Mejor Dirección lo dedicó a los padres de su generación y sus hijos, “el futuro del cine del día de mañana”. ¿Cómo son los espectadores de hoy?

Ahora mismo los espectadores actuales, como mis hijas, ven muchas series de televisión. Es importante que los cineastas estemos en continua autocrítica para ir mejorando nuestras películas de cara al espectador, hemos de estar muy alerta para que el público siga teniendo ganas de ir al cine.

¿Se ve rodando una serie de televisión?

No lo creo. Las series, aunque han mejorado en calidad, siguen siendo productos televisivos. El cine es otra cosa. Hay algo en la propia intensidad que requiere el cine que permite aportar una mirada. Me parece que las series de televisión no dejan de estar muy formateadas desde el guión, todos me parecen muy parecidos, y no hay punto de vista, se rueda de una manera muy transparente, sin cuestionarse nada que tenga que ver con el propio lenguaje. No hay una escritura cinematográfica ni una mirada de autor detrás. Por eso no me interesa verlo ni tampoco hacerlo.

El valor de la obra

Se habla mucho de la escasa presencia española en Cannes, ¿qué cree que buscan sus seleccionadores en una historia?

El cine de Cannes bebe más de la modernidad que del clasicismo, mientras que la industria española y el espectador beben más del cine clásico norteamericano. Se han hecho con mucho éxito películas que beben de ese cine, pero esas películas no van a ir a Cannes, porque precisamente los franceses alumbraron la nouvelle vague como respuesta al cine clásico.

¿Se potencia poco en España el cine que gustaría en Cannes?

Al no haber mucho espectador y al estar la industria española desacostumbrada a leer el cine moderno, los cineastas jóvenes que tienen esas influencias se encuentran con dificultades de financiación, porque ni los productores ni las televisiones suelen apoyar este tipo de estéticas.

«Ruedo una mezcla entre las películas que siento y las que creo que debo hacer»

¿Es siempre positivo lo que Cannes puede ofrecer a una película?

Depende. Los norteamericanos llaman a Cannes el beso de la muerte, y es que tiene un efecto que puede ser desestabilizador, porque es muy neurótico. Puedes parecer por momentos el centro del mundo, creer que tienes entre tus manos Ciudadano Kane, pero de repente el suflé baja y te encuentras con que nada de eso existe.

¿Es posible acceder al circuito de festivales y al comercial?

Muy pocos directores tienen esa capacidad. Pienso en Tarantino, Haneke, Almodóvar o Lynch. Ellos han cogido una matriz propia que es atractiva para la cinefilia y para el espectador, y son los que deben servirnos de referente, porque de eso se trata, de experimentar con el lenguaje y encontrar respuesta en el público. No es nada fácil.

¿Es su aspiración?

Yo ruedo algo parecido a una mezcla entre las películas que siento y las películas que creo que debo hacer.

Los personajes de su película se preguntan qué buscan en el arte. ¿Qué busca Jaime Rosales en el arte?

Lo dice Petra: “Yo en el arte busco la verdad”. Yo buscaría dos cosas, aunque pueda sonar muy pretencioso. Busco la verdad y la eternidad. El arte busca la verdad para sus contemporáneos, revelar una verdad y que cada espectador con su sensibilidad encuentre una verdad diferente. Pero también aspiras a la eternidad; la obra de arte precisamente adquiere valor cuando atraviesa las distintas generaciones, porque alumbra el camino.

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