Viaje de ida y vuelta al cuarto de una madre | Celia Rico presenta su ópera prima

4 octubre, 2018

Lola Dueñas y Anna Castillo protagonizan Viaje al cuarto de una madre, debut de Celia Rico que abrió el ciclo ‘Produciendo a jóvenes talentos’

En el pueblo sevillano de Constantina, una madre llama a gritos a su hija. ¡Celia, Celia! Pero cuando esta se asoma a la ventana, a quien ve es a Lola Dueñas. Viaje al cuarto de una madre, ópera prima de Celia Rico, es una historia de fusiones. La de la madre real de la cineasta, costurera de profesión, con la actriz madrileña; y la suya propia con Anna Castillo, que interpreta a la hija de esta mujer sola que verá su universo trastocado cuando la joven decide marcharse a Londres a trabajar de au pair.

La cámara de Rico se pega a Estrella, esa madre ante el nido vacío. “Pensaba en los momentos en los que los padres siempre están ahí para los hijos y nosotros les despachamos muy rápido. Con esta película he hecho algo de autoterapia”, declaró este miércoles la directora, que presentaba su debut inaugurando el ciclo ‘Produciendo a jóvenes talentos’, donde le acompañaban sus productores Josep Amorós y Sandra Tapia.

Para lograr esa mimetización, Lola Dueñas convivió durante dos meses con la progenitora de Rico, y todo el equipo se trasladó a su pueblo para rodar. “Mi madre le enseñó a coser”, explica, “y poco a poco se fue convirtiendo en ella. Engordó, comprábamos ropa de andar por casa en el mercadillo, empezó a pintarse las uñas con su color…”. La historia se coló en su casa y en el pueblo entero: “surgió una química a partir de la convivencia. Toda mi familia, que es numerosa, y el pueblo estaban volcados. Mi tía hacía rosquillas, el carpintero nos echaba una mano. Incluso abrimos las casas y cogimos prestados objetos para el atrezzo”.

Matar al padre

Rico reconoce que tenía “el capricho de trabajar con Lola Dueñas. En principio tenía una edad más baja que el personaje de la madre. Pero pensé que quizás nunca haría otra película, así que fui directamentea por ella. Después de reunirme con ella, me dijo ‘me encanta el personaje pero te estás equivocando’. Le insistí, pero estaba preocupada sobre todo porque ella no es madre. Pero cuando conoció a Anna Castillo se enamoró, eso le despertó el instinto materno”.

Enfrentarse a la dirección de actores le producía respeto, porque “es algo que no puedes practicar hasta que no estás con ellos. Pero es una relación tan necesaria por los dos lados que me conseguí relajarme”. La realizadora se vio en el rodaje “como un diapasón, porque las secuencias se podían fijar en tonos distintos, pero mi papel era marcar el adecuado y, a partir de ahí, ellas ya podían cantar la canción”.

Para pegarse a ese vínculo maternofilial, en un momento dado Rico decidió que en esa familia el padre hubiera fallecido: “como hijo, la dificultad es mucho más grande cuando decides irte de casa si vas a dejar a tu madre sola. Además, el enfoque que hemos elegido para hablar de la maternidad es desde los cuidados, que es algo que tiene que ver más con las madres. Es ese vínculo incluso físico, el de separar dos cuerpos que han sido uno solo”. En ese sentido, cree que “Viaje al cuarto de una madre es una película de distancias y apegos. Una madre y una hija pueden están cerca y sentirse lejos, y al revés. A veces valoramos lo que tenemos al lado cuando estamos a miles de kilómetros de distancia”.

 

Viaje de ida y vuelta

Los productores Josep Amorós y Sandra Tapia no tuvieron dudas sobre que la película debía rodarse en el pueblo de la cineasta, una vez lo conocieron. “Es una decisión que nos costó explicar”, dijo Tapia, “porque el pueblo no aparece. ¿Para qué trasladar a todo el equipo si solo sale una calle en la película?”. Sin embargo, sabían que “el pueblo está en espíritu, se cuela en la casa. Además no se ve pero se oye. Ha habido un trabajo muy delicado de sonido: se oye a las vecinas, se oyen ladridos… El montaje de sonido duró el doble que el de imágenes”.

Amorós contó divertido cómo el proceso de preparación también se impregnó de la historia: “nos instalamos en la casa de Celia, la lectura de guión se hizo en la mesa camilla, se nos estropeó la estufa… Nos dimos cuenta de que hay que rodar donde se te quiere. Y teníamos a la familia de Celia entregada”.

La propia narración vivió su viaje de ida y vuelta al cuarto de esa madre. “Las primeras versiones de guión”, explicó Rico, “eran sobre todo madre e hija encerradas en casa. Nos surgieron dudas respecto a que funcionara, a que la historia se sostuviera en un espacio tan limitado. Escribí algunos personajes secundarios y alargué otras tramas. Pero una vez en montaje, eso se volvió a quedar fuera. Vimos que era más potente quedarnos en la casa”.

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