Ajeno a las modas, José Luis Garci sigue filmando el cine que le gusta. Director, guionista y productor, el oscarizado autor de Volver a empezar mantiene intacta su pasión de cinéfilo y su objetivo de detener el tiempo en sus películas. Y no porque piense que cualquier tiempo pasado fue mejor –“Jorge Manrique no decía eso: ‘Cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor’. Nunca dijo que lo fuera”-. Cómodo reproduciendo ambientes de otras épocas, el realizador vuelve a mirar al ayer con El crack cero, la tercera entrega de la saga protagonizada por el detective Germán Areta.
Tras El crack y su secuela, Garci escribió con Javier Muñoz los comienzos de este avezado investigador al que encarno Alfredo Landa y al que ahora, en el Madrid de los 70, interpreta Carlos Santos. Miguel Ángel Muñoz, Pedro Casablanc, Luisa Gavasa, María Cantuel, Patricia Vico, Cayetana Guillén Cuervo, Macarena Gómez, Raúl Mérida y Luis Varela acompañan en este viaje a Garci, que en 2012 dijo que no volvería a dirigir ni escribir guiones. Un tema personal -una conversación con Maite Imaz, la viuda de Alfredo Landa- le hizo cambiar de opinión.
En el panorama cinematográfico y televisivo de los últimos años estamos viendo una frenética producción de precuelas que cuentan el origen del personaje. Una fiebre que no es habitual en el cine español a la que usted se ha apuntado con El crack cero.
No me gustan las precuelas – horrible palabra -, me he visto obligado. Solo podía volver a los “cracks” desde un antecedente.
Ha hecho una precuela porque no podía hacer la secuela.
Desde luego. ¡Ah!, me dicen Javier Muñoz y Carlos Santos que es la primera precuela del cine español… Ahí vamos, haciendo historia.
Este viernes vuelve a las salas, de las que estaba ausente desde Holmes & Watson. Madrid Days ¿qué sensación tiene con El crack cero?
La misma que ante otras apariciones.
En este salto en el tiempo que da para hurgar en los orígenes de German Areta, ¿qué se va a encontrar el espectador?
Espero, ojalá, que algo confortable, digamos una de esas películas que te echan los brazos al cuello, de las que despiertan tu curiosidad secuencia tras secuencia, como, salvando todas las distancias, Laura o Gilda.
Se acaba de estrenar Los años más bellos de una vida, historia en la que Claude Lelouch recupera, 53 años después de Un hombre y una mujer, con Jean-Louis Trintignant y AnoukAimée. Desgraciadamente, usted no ha podido contar con Alfredo Landa.
Ni con Alfredo ni con Pepe Bódalo, tampoco con Manuel Lorenzo, Miguel Rellán (“muerto” en El crack dos) o María Casanova.
¿Cómo se ha sentido sin tener a su lado a dos de sus colaboradores de cabecera, Gil Parrondo y Horacio Valcárcel?
Ni a Ricardo Navarrete o a mi inolvidado “Meri”… He tenido la suerte de que me ayudara un magnífico equipo joven, gentuza de la buena, que diría Hawks.
¿Cree que a Alfredo Landa le gustaría El crack cero?
Sí.
Cine analógico
Rodar en blanco y negro va más allá de ser una moda.
Hace veinte años filmé en blanco y negro You’re The One, tratando de reflejar esa grisura de las posguerras desengañadas. En esta ocasión, también me enfrentaba a un tiempo especial, el final de una época, y para ello he buscado el blanco y negro de Fritz Lang en América (Perversidad, La mujer del cuadro…) es decir, he intentado saltar de Greg Toland a Milton Krasner o Musuraca. Pero que no haya dudas, El crack cero es una película pequeña, sin pretensiones, y espero que con algo de aquel “tono”, aquel “mood” que tenían los Noir B. Cine analógico, como yo.
¿Por qué le gusta tanto mirar al pasado?
Allí no te molesta nadie. Me acostumbré de niño al pasado cuando observaba con mis padres el cielo nocturno: todo era pasado, aquellas estrellas ya no existían. De todas formas, parece que no soy el único que echa la vista atrás. En España cada vez tiene más presencia el pasado en el presente, aunque no “mi” pasado.
El crack es pura nostalgia. El Madrid de los 80 que reflejaba y arropaba a su protagonista y le imprimía su carácter de tipo cotidiano. En su nueva película, vuelve a salir esa Gran Vía llena de cines en los que muchos descubrieron su amor por el séptimo arte. Una Gran Vía que no se reconoce en la actualidad.
La Gran Vía fue la calle más importante de su tiempo, el Times Square de Europa. Ahora se parece más a Blade Runner, y también tiene su encanto.
¿Qué destacaría del actual cine español?
Como siempre, sus intérpretes.
¿Echa de menos hablar de cine en televisión?
No.
¿Le ha marcado ser el primer director español que consiguió un Oscar?
No.
¿Volverá a la Academia de Cine?
No.
En Asignatura pendiente, Solos en la madrugada y Las verdes praderas se ve la transición española. ¿Le tienta rodar una película sobre la España que vivimos?
Antes de filmar Luz de domingo, pensé que hubiera sido interesante hacer un thriller con los terribles acontecimientos de Atocha en 2004. Pero en seguida me di cuenta de que esa película tenía que hacerla un compañero más joven, con más vigor, que dominara una puesta en escena con drones, “cabezas calientes” de 10 metros, helicópteros y por ahí.