No quiero despedirme | Hasta siempre José Luis Cuerda

Por Emiliano Otegui · 13 marzo, 2020

El director de producción y productor ejecutivo Emiliano Otegui dice adiós al director, guionista y productor, que falleció el 4 de febrero

Me piden que escriba un texto sobre José Luis Cuerda para nuestra revista ACADEMIA, y la verdad es que no sé por donde empezar. Cómo contar en un folio todas las aventuras y desventuras, el trabajo y las desavenencias, los éxitos, las alegrías y las decepciones. Las risas, las muchas risas que hemos compartido en estos 33 años de trabajo juntos.

Cómo contar el viaje de localización por Galicia de El bosque animado. Seis mil kilómetros en dos semanas sin salir de la provincia de A Coruña dan para muchas confidencias y para darme cuenta de que José Luis era una persona culta, comprometida, beligerante y muy, muy divertida.

Cómo contar la decepción que supuso para él que en los Goya del año siguiente su película estuviera nominada a casi todo menos a Mejor Dirección, como si él no hubiera opinado, aceptado e intervenido en el vestuario, en la dirección de arte, en la música, en la interpretación, en la maestría y rotundidad de toda la cinta.

Cómo contar que me arrastró a un proyecto inclasificable como era Amanece que no es poco, en calidad de ayudante de dirección, y que chocamos más de lo debido. ¿A quién se le ocurre ponerse a régimen durante el rodaje de un guion de dos horas y media, que debíamos rodar en siete semanas?

Cómo contar el día que me trajo el guion de Tesis, acompañado de los dos cortos de su joven director, para proponerme hacer una productora y apoyar esa película haciendo una “cooperativa” que resultaría la más rentable del cine español.

Cómo contar la presión que sufrió durante el rodaje de La lengua de las mariposas por la falta de financiación provocada por la negativa de TVE a comprar la película, solo unos días antes de empezar a rodarla.

Cómo contar las mil y una reuniones con Fernando Bovaira para encauzar un ambicioso proyecto, Los otros, y llevarlo a buen término en lo que sería la aventura más excitante, compleja, inusual, reconfortante y finalmente lucrativa de nuestras carreras.

Cómo contar la ilusión con la que se embarcó en su bodega, coincidiendo prácticamente con la escritura del guion de Los girasoles ciegos, junto a su imprescindible amigo Rafael Azcona.

Me piden que escriba un texto sobre José Luis, supongo que para que sirva de despedida, y yo puedo despedirme del exigente guionista al que le gustaba poner en valor cada palabra, cada frase, y que siempre buscaba un subtexto por debajo de lo evidente. Y del que te contaba sus comedias partiéndose de la risa y disfrutando como un niño.

Me puedo despedir del elegante director que siempre ponía la cámara a la altura de los ojos del espectador. También del disciplinado profesional que nunca se pasó ni un día del plan de trabajo.

Me puedo despedir del brillante y valiente productor que supo ver a Alejandro Amenábar cuando otros no lo hicieron; y que siempre intentó, con ambición y respeto, hacer el mejor cine posible, tanto si dirigía él como si lo hacía otro.

Me puedo despedir del generoso socio que me dejó todo el espacio para trabajar, y que valoró y respetó siempre mis opiniones y las de los que sabían más que él.

Pero no me puedo despedir del amigo sabio, divertido, imaginativo, conversador incansable al que le encantaba ganar las disputas dialécticas. Fiero y tierno a la vez; iracundo, sí, pero se arrepentía pronto y pedía perdón casi al instante. Caótico con los papeles, desastre con el dinero. No, no puedo despedirme del amigo, y no quiero, porque nada muere si vive en el recuerdo. Y, además, porque hoy no tengo cuerpo.

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