Pilar Palomero: “Mi generación recibió mensajes muy contradictorios, un poco esquizofrénicos”

Por Chusa L. Monjas · 3 septiembre, 2020

La directora y guionista debuta en el largometraje con Las niñas, el viaje emocional de una preadolescente en la España de 1992

¿Es una película autobiográfica?’ Este es el interrogante más frecuente que le han hecho a Pilar Palomero en las numerosas entrevistas que ha realizado por su ópera prima. Una cuestión que es doble desde que Las niñas  salió del Festival de Málaga con el Premio Feroz Puerta Oscura y dos Biznagas: la de Oro a la Mejor Película Española y la de Plata a la Mejor Fotografía de Daniela Cajías. “A partir de los premios, también me preguntan  si la presión ahora es mayor para la segunda película”, comenta la directora y guionista, con cuyo debut en el largometraje quiere “crear emociones”. “Verdad, autenticidad y honestidad” son palabras claves para Palomero (Zaragoza, 1980), que con esta historia del despertar a la adolescencia de una niña que estudia en un colegio de monjas y vive con su madre soltera en la España de principios de los 90 ha cosechado, además de reconocimientos, muy buenas impresiones.

“Como mecanismo de autoprotección, intentaba no tener expectativas porque hacer una película ya es un logro, pero lo que uno quiere es que la historia que ha contado guste, que llegue y transmita. Y en ese sentido estoy muy feliz”, confiesa la cineasta debutante, que recuerda las fuertes emociones que vivió en el certamen andaluz. “El día de la presentación fue muy especial. Ver como disfrutaron y lo felices que fueron las seis niñas protagonistas me hizo vivir el festival a través de sus emociones. La acogida del público fue muy entrañable y la de los medios maravillosa. Con los premios, la emoción fue  absoluta. La alegría es mayor porque en marzo, cuando estábamos a punto de ir a Málaga, nos confinaron. Después de todo lo que hemos pasado, una buena noticia ahora es todavía más buena.

Este viernes, 4 de septiembre, estrena Las niñas. Hay muchas esperanzas en el viaje emocional de Celia –interpretada por Andrea Fandos–.
Soy consciente de que no se puede llegar a todo el mundo, pero creo que hay gente que se puede identificar porque hay un retrato generacional de un tipo de educación, que fue la que yo viví y sé que otras mujeres y hombres de mi generación anterior y posterior han vivido. También creo que personas que han tenido una educación distinta a la mía se pueden identificar por lo que experimenta la protagonista.

Su premisa inicial fue escribir sobre lo que conocía.
Sí. Es autobiográfica en todo lo que tiene que ver con el universo que vive Celia y en esa etapa de la preadolescencia de 1992, año en el que celebré mi 12 cumpleaños,  la misma edad que tiene Celia. El mundo que ella vive y que va descubriendo poco a poco al dejar la infancia está armado en base a mis propios recuerdos, a los recuerdos de mis compañeras, de mis amigas, de mi familia . Mi situación familiar es distinta a la de la película, pero no hay nada inventado, todo son testimonios de gente que he conocido, de situaciones que he vivido de cerca. Lo que quería era hablar de cómo había sido mi educación global, no solo en el colegio, sino de todos los estímulos que recibíamos en el 92 y que eran tan contradictorios.

Han pasado 28 años. ¿Las niñas del 2020 se parecerían a Las niñas de 1992?
En todo lo que tiene que ver con la forma de comunicarse, en Internet, las redes sociales serían muy diferentes. Por lo que he visto trabajando con ellas y en todo el proceso de casting en el que vimos a 1000 chicas, la adolescencia, ese momento en el que te lo replanteas todo, te rebelas, preguntas y quieres salir de tu zona de confort, que es el colegio y la casa, en esencia sigue siendo la misma.

La preadolescencia es una etapa a la que el cine español no ha prestado mucha atención.
No he hecho un doctorado, pero me he documentado y he visto todas las películas sobre viajes de iniciación que cayeron en mis manos y es un periodo que no está muy representado en nuestra cinematografía. Además, la mayoría retratan viajes de niños que se convierten en hombres, y yo quería contar cómo había sido para nosotras.

¿Por qué era importante hacer esta película ahora?
A raíz de encontrar un cuaderno de  religión, empecé a investigar, a hablar con la gente, y a recordar elementos que aparecen en la película como ‘póntelo, pónselo’, las Mama Chicho’…Me di cuenta que mi generación había recibido unos mensajes muy extraños, muy contradictorios, un poco esquizofrénicos. Hice la película, no porque pensara que era importante, sino porque sentí que podía aportar la visión de algo que yo misma experimenté y pensando que, ojalá, suscitara interés porque ahora somos la herencia de todo aquello.

¿Qué ha descubierto al conectar con la niña que fue?
Al mirar atrás con perspectiva he entendido cómo habían sido esos años en los que lidiamos con mensajes que nos marcaron mucho. De adulta leí los  diarios que escribí de pequeña y he visto que había mensajes muy machistas que tenía muy interiorizados y no era consciente de ello.

No es una película hecha contra nadie, ni contra el colegio ni contra la religión. Todo el mundo intenta hacer lo mejor para las niñas. Si tengo mucho que ver con Celia en la timidez, en la inocencia , creo que en aquella época éramos más ingenuas.

Foto: ©Jorge Fuembuena

Una carrera de fondo

¿Cómo ha sido el proceso para sacar adelante esta película?
He dedicado mucho tiempo, esfuerzo y dinero  a mi formación. He tenido mucho apoyo de mi familia y  también de las instituciones con becas. Es mi primera película, pero no me siento una recién llegada porque llevo mucho tiempo preparándome y trabajando como técnico . Esto es una carrera de fondo, Las niñas es un proyecto que llevo imaginando hace casi una década, una idea que tenía en la cabeza desdibujada, casi como si fuera un sueño cuyo desarrollo me llevó  4 años. Hay que ser muy paciente y muy perseverante, sentir de verdad que tienes que hacer la película porque los ánimos fallan, hay momentos de mucha frustración, es difícil levantar la financiación. Hay que tener muy claro que si o si quieres hacerlo.

Y lo ha hecho con preadolescentes, lo que es un reto.
Estoy fascinada con el trabajo que han hecho y lo generosas que han sido. Fue un casting de casi 7 meses en el que vimos a 1000 niñas entre Zaragoza y Barcelona. Buscamos autenticidad, que tuvieran ganas de jugar, de entregarse. Las niñas se hicieron íntimas.

Y en su ciudad, Zaragoza.
Ha sido un viaje a mi infancia muy entrañable. La ciudad nos ayudó  mucho con las localizaciones. La mayor parte de las escenas de exteriores se grabaron en los lugares en los que yo viví de pequeña: era mi barrio, la discoteca, las camas elásticas a las que íbamos a jugar.

Las niñas, la madre de Celia –interpretada por Natalia de Molina–, la directora de fotografía Daniela Cajía, la montadora Sofía Escudé, la jefa de sonido Amanda Villavieja, la directora de arte Mónica Bernuy, la diseñadora Arantxa Ezquerro, Carmen Arbues en maquillaje y peluquería, la directora de casting Gisella Krenn, la productora Valérie Delpierre. Un universo femenino.
En mi colegio solo había chicas y profesoras, religiosas o no.  El único hombre que conocí en el colegio era el cura que venía a confesarnos. Era la época de los colegios segregados y quería mostrar que eso hacía que las relaciones entre chicos y chicas fueran muy ortopédicas, nos mirábamos los unos a los otros casi como si fuéramos extraterrestres.

Por mis cortos y por haber estado en proyectos de otros directores, sabía las jefas de equipo que quería que estuvieran en mi ópera prima. En las escuelas hay más mujeres que hombres, pero cuando empecé a trabajar vi que era al revés. Por fin, la tendencia está cambiando, las políticas están dando sus frutos y ahora hay más directoras, hay más referentes para las próximas generaciones, y más jefas de equipo.

La desigualdad existe, los números están lejos de ser paritarios, y lo más aterrador no es hacer una primera película, sino conseguir hacer una segunda, una tercera película, labrarte una carrera.

Foto: © Jorge Fuembuena

Buscando su voz

Estudió un Master en guión y dirección en Sarajevo impartido por Bela Tarr, toda una referencia en el cine de autor. ¿Qué cineastas le inspiran?
Bela Tarr fue mi mentor. Las niñas está muy alejada de su cine, fui por otro camino porque él me alentó para  que encontrara mi voz, que es la que estoy buscando y tratando de desarrollar con esta película y las que venga.

Buñuel, Fellini, Bergman, los grandes clásicos, ahí no innovo mucho, forman parte de mi bagaje cultural. Escribí Las niñas sin un referente concreto, intentando ser libre.

Es una de las residente de la segunda edición de Residencias Academia de Cine, programa en el que desarrollará La maternal.
Es un proyecto muy delicado e importante para el que estoy hablando con muchas chicas que ahora son mayores de edad que fueron madres adolescentes, y también con educadores y directores de centro de acogida para madres adolescentes. Cada testimonio da para una película, son vivencias muy extremas , muy humanas, muy duras y también tienen mucha luz porque están llenas de fuerza, de lucha y de valentía.

Ultima pregunta, ¿Le gustaría levantar un Goya?
Sería maravilloso e increíble, pero con la pandemia y el confinamiento he aprendido a no tener expectativas, a adaptarme y a ser feliz con lo que venga .

Foto: ©Jorge Fuembuena

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