Paco Plaza (Valencia, 1973) lleva “con orgullo” la etiqueta de ‘director de cine de terror’ por San Sebastián, donde recala por primera vez en sección oficial con La abuela. El cineasta, que celebra que en los festivales de clase A “se está teniendo una mirada más desprejuiciada sobre el fantástico en los últimos años”, se vale del género para reflexionar sobre las pesadillas de la decadencia física y el final de la vida, a través de la historia de una nieta (Almudena Amor), que debe regresar a Madrid para ocuparse de su abuela (Vera Valdez) y encontrar a alguien que la pueda cuidar. Para el realizador valenciano, su nuevo filme funciona “como un espejo, de la juventud que fue y la vejez que será”, cuyo reflejo nos devuelve las perversas aspiraciones de la sociedad actual.
La historia parte de una idea original suya que Carlos Vermut ha convertido en un guion. ¿Cuál es el origen de La abuela?
En el rodaje de mi película anterior, Quién a hierro mata, pasé mucho tiempo en residencias de ancianos tratando con personas que viven allí y con quienes los cuidan. Y me sensibilicé mucho con el tema de cómo nuestra sociedad, de alguna forma, vive demonizando la vejez y mirando hacia otro lado y construyendo sitios donde no verlos y restringiendo la visibilidad aquello que es lo natural, el final lógico de nuestra vida. Yo quería poner la lupa ahí, porque vivimos muy centrados en ensalzar la juventud y la belleza como valores y le damos la espalda al hecho de que son cosas efímeras.
Vermut es un cineasta con una mirada muy personal, que en este caso se tenía que poner al servicio de otro director. ¿Cómo ha sido este trabajo conjunto?
Jugábamos con ventaja porque Carlos y yo somos íntimos amigos y él fue quién se ofreció a escribirme una versión, cuando yo estaba dándole vueltas al guion y no encontraba el ángulo apropiado. Carlos hizo un poco la labor de sastre, de hacerme un traje a medida. Le estoy muy agradecido porque creo que ha enriquecido mucho la película con esa visión tan personal que tiene.
“La vejez es un espejo en el que te miras”
¿Se potencia el miedo por el hecho de que, inevitablemente, todos vamos a llegar a ese punto de nuestra vida?
Lo que nos aterroriza de la vejez es que las personas que conocemos desde niños empiezan a convertirse en personas diferentes. Las tenemos que cuidar, cuando nos han cuidado ellos toda la vida. Y por otro lado, es un espejo en el que te miras, hacia donde estamos caminando. Hay una sensación de vértigo siempre que miras a tus padres o abuelos y eres consciente de que tuvieron 20 años, 30, 40 y ahora viven con las limitaciones propias de una persona de edad avanzada. Te hace ser muy consciente de la fugacidad de tu propia juventud. Entonces creo que sí que es algo que todos nos podemos identificar, cuando miras a los ojos de un anciano hay un vértigo de decir ‘en el mejor de los casos llegaré aquí’.
¿Resulta más terrorífico este estado previo – que además suele llevar consigo la enfermedad y la dependencia- que la propia muerte?
A mí me da mucho más miedo. Ojo que la muerte tampoco es cosa de broma, pero es cierto que el no sentirte capaz de no valerte por ti mismo es algo a lo que no queremos llegar. Afortunadamente, ahora la gente en muy buenas condiciones físicas. Cuando yo era pequeño y mi abuela tenía 70 años era una anciana y ahora mi madre tiene 80 y hace yoga y se va con las amigas a merendar. Se está alargando no solo la esperanza de vida, sino la calidad de vida, pero es como la alarma del despertador del móvil. Le vas dando al botón para que ocurra más tarde, pero va a ser inevitable.
El tema de la eterna juventud ha llenado páginas y páginas de la historia de la literatura.
Hay algo aspiracional en mantenerte joven para siempre, que nos define como sociedad y no precisamente para bien. Tenemos 50 años y vamos vestidos como si tuviéramos 25. La gente se hace retoques, se tiñe las canas. Es como vivir una fantasía de perpetua juventud. Vivimos en una sociedad de Peter Panes. Nos cuesta muchísimo asumir el paso del tiempo y ciertas limitaciones físicas. Eso de intentar encontrar la manera de perpetuarte y alargar la vida es lo que le pasa a la protagonista de la película.
La actriz brasileña Vera Valdez encarna a esta abuela. Al haber sido modelo y musa de Chanel, su elección tiene muchas más implicaciones.
Para mí era muy importante que las dos fueran modelos, tanto la nieta como la abuela. La película habla sobre la superficialidad y la glorificación de la belleza y creo que la profesión de modelo ejemplifica como ninguna por un lado la veneración de la belleza y por otro lado el castigo a la edad.
¿En el cine también ocurre?
No me siento muy legitimado para hablar de ello porque no lo sufro, pero he leído muchas entrevistas de compañeras actrices que hablan de lo duro que es para ellas cuando llegan a los 30 y pico y 40 años y no encuentran papeles. Al fin y al cabo, las historias que contamos van de la mano con nuestra sociedad. Nos queda la esperanza de que, a través de la narración, a lo mejor podemos intentar poner un granito de arena para cambiarla.
“El peso de la edad y de los cuidados recae mayoritariamente en hombros femeninos”
En el libro Reina del grito Desirée de Fez habla de cómo el terror le ha ayudado a identificar y superar miedos femeninos. ¿Es esta una película que apela especialmente a las espectadoras porque son las que más sufren este culto a la belleza y las que mayoritariamente se ocupan de los ancianos?
El hecho de que las dos personas protagonistas de la película fueran mujeres también obedece a que pienso que todo el peso de la edad, del paso del tiempo, de los cuidados, recae muy mayoritariamente en hombros femeninos. Para mí era lógico que fueran mujeres, creo que tendría menos sentido la película si fueran un señor mayor y su nieto, aunque contara la misma historia, hablaría de nuestra sociedad de una manera diferente.
En Verónica trató la adolescencia y con La abuela aborda a la vejez.
Igual estoy haciendo una serie sobre las edades del ser humano sin saberlo (bromea). Supongo que son cosas que te preocupan. Es verdad que son dos momentos de mutación, de cambio. Son dos personajes que están en un momento de giro en sus vidas.
Relojes, matrioskas, la canción de “reloj no marques las horas”, un cuadro que nos remite a Dorian Grey… Ha llenado la película de simbolismos.
Hay por todas partes. Todos los elementos de una película nunca son gratuitos y son oportunidades para intentar explicar algo. En la casa de la abuela está el cuadro de ‘Susana y los viejos’, que por eso se llama la protagonista Susana, por la fábula. Todos los espacios, la decoración, te pueden estar ayudando a contar la historia y muchas veces colocas cosas que el espectador no percibe o no decodifica, pero sí entiende que hay un porqué, aunque no lo sepa.
La saga [REC] la hizo junto a Jaume Balagueró, ahora ha trabajado con Carlos Vermut. ¿La fórmula de colaborar con otros directores continuará?
Me gusta mucho la interacción. Es un oficio que por su propia naturaleza exige la colaboración, no puedes hacer una peli tú solo. Es una de las partes del trabajo que más me gusta, el contraste de ideas, los debates, enriquecerte con la visión de otras personas y aportar algo con la tuya. Creo que lo próximo que voy a hacer es producir la película de otro director.
Me gustaría escribir una historia de terror para un cineasta que no sea lo que esperes de él. Por ejemplo, para que la haga Iciar Bollain. Introducir a alguien a quien admiro en nuestro género.
Su nombre está muy asociado al terror clásico. ¿Le tienta explorar otro tipo de historias?
Sí, pero no querría dejar de ser un director de cine de terror. Es lo que más me gusta, lo que más disfruto haciendo y lo que me gusta ver. No lo llevo como una carga, sino como un orgullo. Me gustaría que se me identificara siempre así.
·La abuela se estrenará en cines el 28 de enero de 2022