Tras ganar la Palma de Oro de Cortometraje en Cannes con Timecode, la expectación ante el nuevo trabajo de Juanjo Giménez se multiplica. El director firma ahora el largometraje Tres, un drama protagonizado por Marta Nieto y Miki Esparbé, en el que la primera descubre que su cerebro ha comenzado a procesar el sonido más tarde que las imágenes. Habitual de Sitges, al que acude cada año como espectador, el barcelonés regresa esta vez a la cita con el fantástico para competir por su máximo galardón con una historia que homenajea al propio cine. Giménez no distingue entre formatos a la hora de la creación –“la duración no es lo más importante”– y tras este largo, que estrenará el próximo 5 de noviembre, en su próximo proyecto volverá al mundo del corto, tan prolífico en su filmografía.
¿Cómo surge Tres?
A mí me gusta mucho trabajar con la posproducción de sonido. Pasas muchísimas horas en el estudio y, cuando sales fuera de la cueva, empiezas a dudar de si el mundo funciona bien o va algo asincrónico. Si no hubiera trabajado en el día a día de la posproducción difícilmente me habría surgido pensar en esta historia.
El personaje de Marta Nieto está desincronizado. ¿Cuántos significados tiene esta desincronización?
Hay muchas lecturas ahí. Tampoco puedes ser autoconsciente de todo lo que implica esto, pero sí había una idea original de jugar con el desequilibrio emocional, por un lado, y el médico o aparentemente neuronal que tiene la protagonista por otro. Eso sí estaba desde el principio cuando trabajamos el coguionista Pere Altimira y yo. Nosotros nos marcamos una evolución de esa desincronía, le escribimos un montón de reglas de como ese delay iba a evolucionar durante la película y con la evolución del propio personaje.
“Vivimos en un mundo de estímulos visuales. El sonido parece segunda división”
Es un drama cotidiano, muy realista, en el que introduce tintes fantásticos.
Solemos trabajar con unas reglas muy estrictas, Y una de ellas era que el elemento sobrenatural estuviese en la película y luego había algunas más, como jugar a la contención, no hacer las cosas demasiado evidentes. Que todo el mundo sobrenatural viniera del espacio sonoro y no del visual, ya que la mayoría de filmes juegan a lo contrario. Aquí queríamos que mandara el mundo sonoro y no los efectos visuales.
Hubo un momento en el que la película tomó personalidad propia y más que nosotros empujarla, había que escucharla y seguir la dirección que nos estaba proponiendo.
En pandemia hemos hecho numerosas videollamadas en las que nos oímos con retardo, se congela la imagen pero no el sonido, se va la cobertura, no nos damos cuenta de que estamos silenciados etc. ¿Es fácil empatizar con la situación de escuchar todo a destiempo?
Ahora el delay forma parte de nuestras vidas. En el guion, al principio, puse una cita de 2001, una odisea en el espacio: “Nuestras palabras tardaron 7 minutos en llegar a la gigantesca nave, pero esa demora ha sido eliminada de esta grabación”, donde habla de que entre las preguntas y las respuestas de los astronautas pasan siete minutos por la pura velocidad de la luz. En nuestra película nos interesan esos siete minutos, ese fragmento del delay donde estás en el limbo y no sabes muy bien si el otro te ha escuchado o está esperando a que le llegue tu voz. Ese limbo sonoro, que también es emocional, crea una situación de desconcierto en el que todo está en cuestión y donde todo vale.
¿El mayor reto fue cómo transmitir al espectador esa desincronía? ¿De qué elementos se valieron?
Por un lado jugamos con la propia desincronía, que te lleva a los elementos básicos: imagen y sonido, a ir al origen del propio cine. Pero tampoco queríamos hacer una película de concepto, de ensayo, sino que se creara una identificación con ese personaje o que al menos se viviera en primera persona de la misma manera que ella lo vive. La idea sabíamos que era original porque cuando presentábamos el proyecto la reacción era evidente en este sentido. Pero para llevar a buen término la narración había que hablar de muchas cosas: identificar este problema sincrónico, hacerlo autoconsciente en el personaje de Marta [Nieto], que el delay no sea solo un evento, sino el antagonista de la propia película… Hubo que integrarlo en una narración clásica.
“Hay una rima con la propia evolución del cine”
En Tres hace un homenaje al propio cine, mostrando las labores de Foley, los estudios de sonido, el cine mudo…
A mí esto me atrae mucho. Las propias tripas, la construcción. Hay un poco de ilustrar cómo trabaja un diseñador de sonido. Hemos sido muy estrictos de no traicionar y ser realmente realistas. Pero luego la protagonista se ve obligada a comunicarse con intertítulos de cine mudo. Esos textos que escribe en la pizarra se podrían indentificar con los intertítulos que hay en las películas de Chaplin o Buster Keaton. Hay una rima con la propia evolución del cine. Al principio, el cine sonoro era ‘cine con sonido sincrónico’ porque también se llamaba cine sonoro al cine mudo en el que había música tocada en directo no sincrónica.
¿Cree que se da la importancia suficiente al sonido?
Hay gente que lo trabaja de una forma creativa y hemos evolucionado mucho en la técnica de imagen y sonido. El tema visual tiene preponderancia porque vivimos en un mundo de estímulos visuales. El sonido parece que es una segunda división, pero hay bastantes ejemplos de que esto está cambiando y películas como la de Sound of Metal, donde se juega creativamente con el sonido. Hay mucho campo ahí por tocar y experimentar y quizá habría que hacer esta reflexión.
Ha bromeado con que Tres es su tercera ópera prima. Llega después de todo el éxito con Timecode. ¿Siente este momento como un nuevo comienzo, como un punto de inflexión en su carrera?
No lo sé. Es una broma, pero no lo es tanto. Yo siempre digo que es un lujo poder hacer siempre ‘la primera película’. Pregúntale a cualquier director. Yo firmo que la siguiente también sea la primera.
Esto también va con la edad y lo vives de forma diferente en función de como te pilla en tu proceso personal. Los feedbacks que hemos recibido son muy buenos en los Festivales de Toronto y Venecia y ya veremos… Igual en otro momento te diría ‘sí, me siento en un punto de inflexión’, pero creo que ya he tenido unos cuantos. Toca vivir cada momento.