Conociendo su compromiso y activismo por la defensa de los derechos humanos, su implicación social y su trayectoria teatral, más de uno se imaginaba la película que Juan Diego Botto firmaría como director. “Es cierto, muchos están diciendo: ¡qué otra cosa iba a hacer este muchacho!”, comenta en tono guasón el actor y debutante cineasta, que retrata la pobreza real española en su ópera prima, En los márgenes. Botto nos recuerda que los desahucios siguen existiendo en la historia que produce y protagoniza su buena amiga Penélope Cruz. “Más allá de alegato social y político, uno intenta reproducir el cine que le gusta. Veo todo tipo de películas, pero disfruto con el cine de Ken Loach, los Dardenne, Montxo Arméndariz, Adolfo Aristarain…”, cuenta este conocido intérprete que, como otros compañeros, se ha sentado en la silla de director. Un hecho que para él se traduce en que “los actores y actrices no son solamente intérpretes, son artistas que también tienen algo que contar y algo que aportar”, subraya un Botto feliz por presentar en dos festivales de categoría A –en la sección Orizzonti de Venecia y en el apartado Perlak de San Sebastián– esta producción en la que ha escuchado numerosas voces de las víctimas reales que han pasado y pasan por el via crucis del desahucio.
Teniendo proyectos como actor en los tres medios, ¿por qué se ha complicado la vida?
Hace muchos años, Penélope me dijo que por qué no escribía algo para que lo hiciéramos los dos juntos. Me enamoré de la historia de una pareja que está a punto de ser desahuciada, se lo comenté a mi mujer [la periodista Olga Rodríguez, coguionista de la cinta] y empezamos a investigar. Después de tomar muchas notas, de convivir con gente, que ha sido una parte preciosa del proceso, y de sorprenderme por como la realidad siempre va mucho más allá de lo que tu puedas imaginar, decidí que quería dirigirlo. A Penélope le gustó el guion, y me dijo: a muerte contigo. La confianza que depositó en mi me convenció y empujó.
¿Cómo ha sido su iniciación en el universo director de cine?
No es lo mismo actuar que dirigir, pero da muchas facilidades llevar 30 años observando a distintos cineastas, ver en el set como un director de fotografía encara el proyecto, haber probado distintas formas de trabajo… Son años y años de formación involuntaria en los que vas aprendiendo. Cuando tienes la necesidad de contar una historia, como era nuestro caso, tu única obsesión es que esa historia quede lo mejor posible, que ese personaje al que tienes tanto cariño se entienda, y te vas despreocupando de ti y de que mole el plan. Lo que más tranquilidad me ha dado ha sido sentirme arropado por unos profesionales de primerísima división [los cita a todos]. He tenido la suerte de tener un equipo excepcional.
Su oficio ha sido de gran ayuda en el trabajo de mesa y los ensayos.
Era muy importante que todos estuviéramos en el mismo código. La premisa era que todo tenía que ser muy real, muy de verdad, y para eso necesitas ensayar y tener la tranquilidad y la libertad de equivocarte. De algunos directores he aprendido que, cuanta menos tensión y miedo tenemos los actores, más te atreves a probar, a hacer cosas más arriesgadas. Se trata de no equivocarse en el casting, y yo tenía excelentes intérpretes; y darles un mínimo espacio de seguridad y tranquilidad para que hicieran su trabajo.
Usted reivindica los valores del cine social. ¿Tuvo muchos noes por la temática de la película?
Nos llevó tiempo encontrar cómo levantar económicamente el proyecto. Los bancos están presentes en todo, en los medios de comunicación, las televisiones las plataformas…Y todo el mundo va a necesitar pedir un crédito.
Uno sabe que no es el cine que va a entusiasmar a ciertas televisiones, pero si queremos estar a la altura de cinematografías como la inglesa y la francesa, tenemos que tocar todos los palos. Hay excelentes dramas y comedias, y hay espacio y espectadores interesados en este tipo de cine.
¿Cómo ha sido su experiencia con Penélope Cruz productora?
No ha sido una figura en un papel, ha tenido y tiene un rol muy activo. Ha peleado cuando tocaba, ha defendido la película cuando tocaba defenderla. Tiene un conocimiento del medio que muy poca gente tiene y, si fuera simplemente una productora ejecutiva, la querría en mi equipo siempre.
La unión es lo que nos salva
Vamos de crisis en crisis. El covid, la guerra, el cambio climático, el calor, los incendios, la sequía, la inflación.
Esto es como el juego de la oca, vamos de crisis en crisis y seguimos porque nos toca. Muchos creen que los desahucios habían quedado atrás, pero siguen, están a nuestro alrededor y ya casi ni los miramos. He conocido a gente que un día se levanta a las seis de la mañana y va al domicilio de una persona que no conoce de nada para intentar parar su desahucio. Hay personas que se pasan horas en una asamblea para intentar ayudar a otro cuando podían pasar ese tiempo con su familia. Gente desconocida que, de alguna manera, sostiene un poquito el mundo. Sin todas esas personas anónimas haciendo cosas pequeñas en lugares pequeños, el mundo sería peor. A veces, hacer cine sirve para algo, aunque solo sea para que un espectador diga ‘esto no lo sabía y empaticé con uno de los personajes’.
Se dice que solo se puede escribir de lo que conoces.
No hubiera podido escribir este guion sin la cantidad de horas que Olga y yo pasamos con trabajadores sociales, abogados, gente de los bancos y, sobre todo, con víctimas, no solo de desahucios, sino en situación de precariedad. Todos esos mundos conviven de la mano en la película, se entrecruzan. Por ejemplo, el personaje que hace Luis Tosar es el de un abogado activista que lo da todo por el mundo, pero su vida personal es un desastre. Tengo compañeros que intentan abarcarlo todo, y en el mejor momento de su vida cuando le aplauden y todo le va bien, te cuenta que su hija ni le conoce. No solo ocurre en el terreno de los abogados activistas, todos conocemos a esa gente que en el trabajo lo pone todo y su vida se cae a pedazos; o a esas madres [todos los personajes femeninos lo son] que son las que sostienen el mundo frente a unos hombres que están ahí haciendo ruido. Ellas son las que están protegiendo el fuego del afecto. Y eso lo he vivido en mi infancia, es la forma en la que he sido criado.
En el tema de los desahucios, los políticos miran para otro lado.
La presencia del Estado en la película es siempre para contar que no hay Estado, su acción es invisible, excepto para ejecutar el desahucio al final, donde se nota su presencia de forma contundente.
No mira a la política, pero si hace un alegato en defensa de los movimientos asociativos.
Es lo que he visto. Juntarte, ayudarte, apoyarte y apoyar a otros es lo que nos salva y sirve para conseguir objetivos en todo. Hablamos de precariedad, pero si nos fijamos en la profesión, pues estamos mejor con la Academia de Cine que sin ella. Su fuerza es que somos muchos.
Educarse en una familia de actores moldeó su vocación ¿Algún consejo que siga teniendo presente?
Mi madre dijo en una clase que uno no saca más de lo que invierte cuando trabaja. Si cuando preparas un personaje trabajas un 5, no puedes esperar un 8. Si trabajas para un 8, a lo mejor sacas un 7, pero nunca vas a sacar un 10. A cualquier papel, por pequeño que sea, hay que dedicarle horas, hay que ser metódico y generoso con el trabajo que uno le entrega a un personaje o a la dirección de una película.
¿Es de los que creen que es más difícil hacer la segunda que le primera película?
Se lo diré cuando intente levantar la segunda. He disfrutado mucho con En los márgenes, hay muchas historias para contar y algunas me rondan desde hace tiempo.
No cree que una película cambie el mundo, pero ¿puede cambiar el humor de las personas?
Sí. Hay películas que te acompañan toda la vida. Todos tenemos tres o cuatro filmes que nos han hecho distintas personas, y eso es lo maravilloso del cine.
En los márgenes se estrena el próximo 7 de octubre.