Pilar Palomero: “Adolescencia y maternidad deberían ser experiencias antagónicas”

Por Enrique Aparicio · Fotografías de Laura Sipán · 20 septiembre, 2022

Un centro de acogida para madres adolescentes es el escenario de la segunda cinta de Pilar Palomero, que compite por la Concha de Oro

Conquistó a la industria con su ópera prima, Las niñas, que se hizo con el Goya a Mejor Película en una ceremonia marcada por la pandemia. Dos años después, Pilar Palomero viaja con su segunda cinta a San Sebastián, donde puede alzar la Concha de Oro. La maternal es una cinta sobre madres adolescentes que cocinó a fuego lento en las Residencias Academia de Cine, en la que Palomero se fija en experiencias ajenas sobre la adolescencia, pero siempre “pegada” a la verdad y evitando los clichés propios del género.

 

Sigue explorando la preadolescencia femenina en La maternal tras Las niñas, aunque es una película muy distinta.

Valérie Delpierre, la productora, me propuso el tema. Ella tiene una amiga que es educadora social, y que había conocido el caso de una adolescente de 14 años embarazada que había entrado en un centro de acogida. Entonces me resultó algo un poco ajeno, pero nos vimos con el director de uno de esos centros, después con educadores y más tarde con chicas, ya mayores de edad, que habían pasado por lo mismo. Después de entrevistarme con ellas, me di cuenta de que quería hacer esta película.

La transición adolescente en este caso se ve forzada por un embarazo, pero la protagonista no deja de ser una niña.

Lo que hemos intentado reflejar es que la maternidad y la adolescencia son dos experiencias antagónicas, y que es muy duro combinar los cambios de la pubertad con algo que no debería estar ocurriendo a esa edad. 

La cinta muestra un piso tutelado para estos casos, ¿cómo fue el proceso de documentación respecto a estos espacios?

Mi máxima preocupación, y la brújula que me ha guiado en todo el desarrollo y el rodaje, ha sido hacer un retrato realista de lo que ocurre con estas chicas y estos lugares. No hay tantos centros maternales, en Catalunya solo dos. Me he rodeado de personas que han tenido esta experiencia, incluso para interpretar a los personajes delante de las cámaras. Las chicas que aparecen se interpretan un poco a sí mismas, igual que Carol, una de las educadoras. De ese modo teníamos referencias constantes para comprobar no solo que éramos respetuosas, que lo damos por hecho, sino fieles a la realidad y a sus vivencias.

Queda claro que estos centros son un vivero de relatos.

Hay una secuencia, donde las chicas del centro van compartiendo sus historias, que me dio mucho vértigo. Sobre todo en el montaje, porque se habla de las circunstancias de cada una, se muestra que no hay un solo camino para llegar a una maternidad adolescente. Está en mitad del metraje y me parece la secuencia más importante.

Las redes que generan estas madres adolescentes son muy interesantes e imperfectas.

Hemos tratado de no idealizar nada ni de juzgar, de tener un punto de vista casi de observadora, y poder vivir todo esto de la manera en que lo estaba sintiendo. Ellas son ellas mismas en muchos sentidos; incluso la protagonista Carla Quílez, que aunque no haya tenido esta experiencia, es muy parecida en su actitud y energía al personaje. Era importante que ellas se expresaran con libertad: no he sentido que yo pudiera decirles cómo tenían que retratar esto, porque en lo que ellas cuenten y en cómo lo cuenten está el valor que pueda tener la película.

¿Cómo fue la dirección interpretativa con la protagonista, Carla Quílez? Su personaje está en todos los planos.

Ella es una jabata, es una barbaridad. Es bailarina, y entrena todos los días tres horas. Es muy disciplinada y perfeccionista. Ella buscaba siempre dar lo mejor de sí misma, sin conformarse. Es evidente el talento brutal que tiene, ella y todas las chicas. No son actrices profesionales y me han dejado fascinada, con la boca abierta. Son pura naturalidad.

¿Es un reto retratar la adolescencia con la mínima adulteración? ¿Cómo lo percibía en el rodaje?

En el rodaje se siente si aquello está funcionando, aunque hay que invertir mucho tiempo. Hemos trabajado con improvisaciones muy guiadas, pero con margen para que ellas se expresaran. Hay que dedicarle mucho trabajo, muchas horas a cada escena, sobre todo a las conjuntas. Pero si está, se siente. En la que comentábamos antes, donde ellas comparten sus experiencias, sabíamos que funcionaba porque todo el equipo estaba llorando, yo incluida. Espero que esa energía se transmita.

¿Hay espacio para un cine sobre la adolescencia fuera de los clichés?

Intento trabajar desde lugares concretos y con honestidad. En el caso de Las niñas, partía de mi propia experiencia, de lo que yo había sentido a esa edad. En La maternal he hecho lo mismo pero con experiencias ajenas, aunque muy pegada a esa verdad. Espero haber evitado los clichés, porque lo que busco es la verdad.

Forma parte de un grupo de cineastas que quizás tiene algo de generacional. ¿Cree que el público os identifica con un nuevo modelo de cine español?

Sí tengo la sensación de que algo está sucediendo. Noto que se despierta un mayor interés en festivales, en la prensa… No sé si hay un cambio real, eso lo dirá el tiempo, pero sí que podemos ver una generación de mujeres cineastas, que nos conocemos, nos admiramos y nos respetamos, que somos referentes unas para las otras. Hay una sensación de ebullición, pero no sabemos si esto perdurará, o si seguirá vigente en veinte o treinta años.

Espero que sí, porque creo que está siendo bonito. Tampoco quiero sonar triunfalista porque una ve los números, como que el cine hecho por mujeres no llega al 20%, y es evidente lo que queda por hacer.

Compite por la Concha de Oro en San Sebastián, ¿qué crees que supone esto para la película?

El festival puede serlo todo para La maternal. Es el escaparate más potente, con más renombre y mayor prestigio. Es la mejor oportunidad para despertar interés y que se hable de la película. Es crucial a nivel industrial, y a nivel personal, un sueño, Es mi primera vez en San Sebastián, lo vivo con entusiasmo, porque además me contagio de la alegría de las chicas, que van a vivir una experiencia única.

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