Reconocerse a sí mismo en las páginas que otra persona escribió es una sensación que todo lector ha sentido alguna vez. Si la lectora es Isabel Coixet y el impacto le lleva a leer el libro una segunda vez, puede suceder que encuentre una historia que llevar al cine, aunque fuera lo último que buscaba. “Todos vemos en nuestra cabeza una película al leer un libro y esa película solo nos pertenece a nosotros”, escribió en su columna semanal la directora catalana. Con la excepción de que lo que vio en su mente dejará de pertenecerle solo a ella para ser compartido con los espectadores. Un amor mantiene su título y traslada al universo Coixet a la treintañera Nat, que se refugia en una casa en ruinas de un pueblo, donde intenta reconstruir su vida. Laia Costa da vida a esta protagonista, que lidia con un entorno hostil encarnado por Hovik Keuchkerian, Hugo Silva, Luis Bermejo, Ingrid García-Jonsson y Francesco Carril. Con su nuevo filme, Coixet compite por primera vez en la Sección Oficial de San Sebastián, después de que su trayectoria le haya llevado por Cannes, Berlín, Venecia o Sundance. Ahora Donosti también es territorio a conquistar para esta cineasta curiosa y voraz, que tan pronto acuña el término ‘alegretriste’, como te da la receta frente a la inteligencia artificial: “películas más personales”.
¿Cómo ha sido la implicación de Sara Mesa?
Ha sido la autora ideal para cualquier cineasta que plantee una adaptación. Le pregunté si quería participar en el guion y ella desde el principio me dijo que no, que ya había escrito la novela y no era un tema al que le tuviera que dar otra vuelta. Le parecía que no era su territorio, me dio absoluta libertad y mucha confianza y se lo agradezco. Le dije que creía que en la película tenía que estar la esencia de su libro, pero tenía que ser una narración cinematográfica. Le gustó el guion, también ha visto la película y sé que le ha gustado.
¿Temía en algún momento que sucediera lo contrario?
Siempre le dije a Sara que, si no le hubiera gustado, yo lo hubiera entendido. Para un autor que ha vivido con la página en blanco también es difícil ver y sentir otras aproximaciones a su historia. Históricamente, Juan Marsé siempre se quejaba de sus adaptaciones. Le hicieron como 12 y si no te gusta ninguna quizá es que nunca te van a gustar. Los que adaptaban a Marsé ya partían de que no le iban a gustar.
Cada uno tiene que sentirse libre de adaptar o hacer lo que sienta que quiere hacer. Son cosas muy inexplicables: ¿por qué Un amor y no otras cosas que he leído ya también me han gustado mucho? Ahí hay razones casi oscuras sobre qué nos motiva a hacer qué y por qué.
La novela es un éxito, pero también genera debate porque ese acuerdo al que llegan Nat y ‘El alemán’ que se puede entender como prostitución. ¿Fue esta una parte especialmente complicada de abordar?
Ahí está el punto de inflexión de la película: a ver de qué va, qué revela sobre el personaje, tanto masculino como femenino, ese trueque. El día que rodamos esa escena, estuvimos a 8 grados bajo cero, Laia [Costa] estaba temblando, pero ese frío hasta ayudó a la extrañeza total de la escena. Nadie sabe cómo reaccionaría cuando alguien te plantea algo así.
La rodamos bastante al principio porque era la matriz sobre la que iba a ir todo lo demás. Hay gente que no entiende al personaje de Nat, pero yo digo, al igual que uno de los personajes de mis películas, que entender las cosas está muy sobrevalorado. A veces ese entender no es de una manera literal. Y eso es lo mágico de las películas, están más allá de los diálogos. Esa es una de las escenas que más me gusta.
“He sufrido todas esas violencias y muchas peores”
La protagonista sufre muchas violencias, verbales sobre todo, que vienen de los hombres y la comunidad rural que la rodean. ¿Es para una mujer sola especialmente complicado establecerse en este tipo de entornos?
No he vivido en un pueblo, pero he sufrido todas esas violencias y muchas peores. El tipo que quiere explicarte las cosas cuando tu conocimiento sobre algo es infinitamente mayor, suponiendo que eres tonta; la persona que supone cosas de ti y jamás te pregunta nada; el hombre que te cuenta su vida y jamás te hace una pregunta sobre ti… Eso lo hemos vivido todas las mujeres, en campo en ciudad, en mar. Donde sea. El pueblo simplemente es un microcosmos que refleja el macrocosmos en el que vivimos. No creo que sea un retrato rural para nada. Es una viñeta más concentrada de lo que ocurre en entornos más grandes.
También la protagonista de La librería era una mujer absolutamente juzgada y no aceptada por su entorno. ¿Hay un paralelismo?
Yo también lo veo. Con la protagonista de La librería, con Florence, me identifico absolutamente. Sigo siendo Florence. Yo he sido Nat en algunos momentos de mi vida, me reconocí en ella. No creo que lo sea ahora.
Repite con Laia Costa, después de la serie Foodie Love.
Me inspira mucho. Tiene una sensibilidad y una inteligencia increíbles y que además me lo pone muy fácil. Yo soy una enamorada de lo difícil, pero para conseguir algo difícil tienes que tener personas que te lo pongan fácil y Laia es un cañón. Es una actriz que tiene cero vanidad y, para mí, eso es fundamental.
El personaje de Hovik Keuchkerian, ‘El alemán’, lo equipara a una montaña.
Hay algo de inamovible en una montaña. Le pasa por encima el granizo, la lluvia el viento y sigue ahí. Es increíble como en las novelas tú ves a una persona y yo siempre vi a Hovik, no se me ocurría ningún otro actor. Es muy curioso porque lees la novela y es un tipo con bigote, gafas… pero siempre me lo había imaginado a él. Igual que la novela parece que pase en un sitio del sur. Y yo, cuando la leí, había estado en un festival cerca de Logrono y había visto unas montañas que me habían flipado y siempre lo había situado ahí. Son cosas que se fijan en la mente y que tiene que ver con lo que lees y con lo que te influye alrededor.
LA SEXUALIDAD, LA OBSESIÓN Y LA REDENCIÓN
Sara Mesa asegura que el libro no va de amor, sino del lenguaje y de la comunicación. ¿En la película se da más peso al amor?
No sé si hay amor en la película. La ironía del título es que esto no es una comedia de Hugh Grant. El amor tiene muchas declinaciones y muchas no son románticas. En la película hay muchos temas y cosas que he introducido que no estaban en la novela y tienen que ver con la sexualidad femenina, la obsesión, la redención, la necesidad del lenguaje –sobre todo cuando una persona es una traductora– y si el miedo a pronunciar una palabra en una persona que está todo el rato cuestionando el significado de las palabras puede cambiar algo.
Hay dos momentos clave para la protagonista en los que suena una misma canción.
La música es fundamental. Escribo con música y en este caso la canción de Max Raabe la escuché mucho porque cuando estaba escribiendo el guion con Laura Ferrero salió su último disco. Me gusta ese tema porque es alegretriste, aparentemente es alegre, pero luego está lleno de tristeza.
“No quiero hacer una lectura feminista de Barbie, quiero quemarlas”
En una de sus columnas semanales decía que mide el estado económico y el estado anímico en libros. ¿Qué estado anímico le llevó a Un amor?
Sale un libro de Sara Mesa y yo lo compro. Porque me gusta mucho su estilo, creo que es único, tiene una manera de contar mucho con muy poco. Es muy poco complaciente y eso me gusta en un autor, que no intenta gustar o al menos no aparentemente. Puedes quererlo, pero no buscarlo conscientemente. En ese sentido yo estaba en modo ‘qué bien, ha salido un libro de esta mujer, a ver dónde me lleva’. Cuando voy a una librería y miro los precios de los libros es que no vamos bien económicamente. Las librerías son los únicos sitios en los que me permito sentirme rica por un rato.
Las salas de cine están copadas por los blockbusters. Barbie ha sido un éxito mundial.
Me da una pena. Yo toda mi vida me la he pasado esquivando el machaque de las Barbies.
¿No cree que se pueda hacer una relectura feminista de Barbie?
No me da la gana de hacer una relectura feminista de ninguna muñeca de Mattel. No quiero hacer una lectura feminista, lo que quiero es quemarlas todas. Yo he tenido una hija y una de las primeras cosas que pensé es que no iba a comprarle una Barbie. Gracias a Dios, mi hija nunca quiso una Barbie y su madre tampoco. Entonces basta. Que es una muñeca blanca, rubia, con medidas imposibles, que va de puntillas.
“Cuánto más personal es tu película menos posibilidades tendrá la IA de replicarla”
La huelga de los sindicatos de actores y guionistas en Hollywood está pidiendo, entre otras reivindicaciones, la regulación de la inteligencia artificial en la industria. ¿Le preocupa la IA como creadora?
Es algo nuevo, pero en Ray Bradbury o en Isaac Asimov, en los cuentos de terror, ya estaba como un elemento a tener en cuenta. Los humanos somos muy predecibles, pero tenemos nuestras aristas, que son muy poco predecibles. Cuánto más personal es la película de un director, menos posibilidades tendrá la inteligencia artificial de replicarla. Cuánto más genérica es una película, más preocupada debe estar. Pienso que hacer mis películas con inteligencia artificial sería más difícil. Igual me equivoco, y en unos años se puede meter en una coctelera todos los elementos de mis películas y sacar algo que se parezca. De momento, lo dudo.
Esta 71 edición es la primera vez que hay tres directoras españolas compitiendo en Sección Oficial del festival. Era pionera en los 90 y lo sigue siendo en 2023.
Si hubieran sido tres directores hombres, ni se hubiera hablado del tema. Hay algo endémico, que yo pensé que a estas alturas de mi vida sería algo superado. La primera vez que fui a San Sebastián a Nuevos Directores (con Demasiado viejo para morir joven, en 1988) fue la primera vez que me encontré con el hecho de que además de director, era mujer. Recuerdo pensar literalmente ‘esto se superará en nada’. Y te das cuenta de que no.