Antón Álvarez: “La intuición es mi primera y única arma”

Por Chusa L. Monjas · Fotografías de Rocío Aguirre Estilista: Álex Turrión · 20 septiembre, 2024

Inaugura la sección New Directors con su ópera prima como director, La guitarra flamenca de Yerai Cortés, “un disco basado en hechos reales”

Un mismo marco, el Festival de San Sebastián, para dos proyectos muy distintos que se llevan algo más de un año de diferencia: Esta ambición desmedida, donde dio acceso a su vida, y La guitarra flamenca de Yerai Cortés, su estreno como director. Antón Álvarez –en esta ocasión usa su nombre de pila– regresa a Zinemaldia para presentar en New Directors, sección que inaugura, su debut detrás de la cámara con el espíritu que recorre lo que ha sido su trayectoria musical, que no es otro que involucrarse en proyectos “que nos gustan mucho” y rodeado de “un montón de gente que se ha tirado conmigo a la piscina”.

Seducido por Yerai Cortés, uno de los grandes talentos de la nueva generación de guitarristas flamencos, Antón Álvarez ha seguido durante dos años a este artista alicantino que, con el apoyo de su madre, María, y la enseñanza de su padre, Miguel, ha trabajado en los mejores tablaos flamencos y teatros. El desenlace de esta aventura es La guitarra flamenca de Yerai Cortés, “que no es un biopic. Es una historia que tiene todos los elementos que me gustaría que hubiese en un guion escrito por mí”, adelanta Álvarez, que después de dirigir este documental respaldado por Little Spain –la productora que ha creado con Cris Trenas, Santos Bacana y Rogelio González– ha fomentado su amistad con el protagonista de su ópera prima como director.

El cine le ha recibido con los brazos abiertos.

Me siento muy acogido y muy agradecido. Creía que serían más ariscos por venir de la música. Cuando uno de dedica a una cosa y de repente hace otra, parece que tiene que demostrar.

¿Cuál es el origen de La guitarra flamenca…?

Antes de que Yerai participara en la gira Sin cantar ni afinar, nos encontramos casualmente y me quedé impresionado por su talento y por la forma peculiar que tiene de estar en el flamenco, un mundo tan complicado, lleno de gente muy purista y también muy vanguardista. Un día actúa con Farruquito y otro día conmigo, y es respetado por todos. Nos hicimos amigos, entré en su vida, me contó cosas que le habían pasado y cómo estas habían afectado a su música, y a partir de ahí sentí curiosidad por saber cómo eran su padre y su madre.

La idea no era seguir a un artista, ni contar cómo se siente, sino que va directamente a los hechos, al desvelamiento de un secreto familiar que tardaron mucho tiempo en hablar y que en el documental se va desvelando poco a poco. De La guitarra flamenca… han dicho que era un disco basado en hechos reales y así lo siento porque se fue haciendo mientras se iba rodando, con la única premisa de respetar lo que sucedió y cómo sucedió en la vida real.

Esa fidelidad a lo que ocurrió conlleva una responsabilidad.

En Little Spain somos estetas, nos gusta mucho que las cosas se vean bonitas y somos ambiciosos a nivel de producción. Pero más que el artificio, lo que nos define es la emoción y no tener miedo a ser un poco histriónicos. No tenemos miedo a estar crudamente emocionados. Rodando el documental, hubo un momento en el que pensé que lo que estábamos haciendo era una respuesta a Flamenco, flamenco, de Saura, porque junto a Yeray aparecen artistas muy relevantes de la historia del flamenco. Nos pusimos normas como llevar la cámara en mano, utilizar el sonido de una forma completamente integrada, no como si estuviera grabado en el estudio, no hacer más de tres o cuatro tomas por cada canción, y dejar que los errores y la vida real entraran en la música.

En esencia, el flamenco es pura mezcla, pero en cuanto se toca, saltan las alarmas.

No me he criado en el flamenco, aunque he me sentido muy a gusto, siempre me he visto como un bicho raro en ese mundo. Entender a Yerai como purista del flamenco y comprender el mundo de donde ha salido, y ver cómo es él ahora, cómo habla con sus padres y sus amores, me parece más contemporáneo que lo más extravagante que haga Niño de Elche. Uno de los aspectos más interesantes de la película es ver a un gitano tan moderno como Yerai, no por su forma de tocar, sino por su forma de sentir. Es muy contemporáneo en la forma de abordar sus problemas.

Paco de Lucía definía el flamenco cómo una reunión. Gente del pueblo que se junta para manifestar sus penas y alegrías a través del cante y el baile. Esa percepción del flamenco más puro, de familia y vecinos, continúa vigente, y así se ve en la película.

Lo que hace que el flamenco sea la música más interesante del universo es que sigue siendo una expresión a la mano de la gente. También tiene sus escenarios y sus puestas en escena, pero alguien coge la guitarra y está renovando una tradición antiquísima en el salón de su casa porque conoce las estructuras de este arte, que las ha aprendido sin que se las enseñe nadie, solo por estar allí.

Paco de Lucía es una figura que parece irrepetible, ¿cree que es posible que la guitarra flamenca llegue a recuperar el nivel que dejó el maestro algecireño?

Sí, ¿por qué no? Siento que hay una desconexión profunda entre la idea que tenemos de lo que era la música y lo que es la música ahora. No tengo ni idea de hacia dónde va a ir, me da la sensación de que va a volver hacia atrás, y que la gente va a volver a tocar instrumentos, se va a volver a reunir para tocar… Pero, además de público, hace falta que un guitarrista tenga el valor de ser tan transgresor y hacer las locuras que hacía Paco de Lucía.

¿Cómo se ha visto detrás de la cámara?

Bien, me he sentido muy bien aconsejado y seguro porque todos los que han participado en la película son unos profesionales increíbles.

Soy una persona muy curiosa, no tengo ninguna técnica, no sé tocar ningún instrumento, no he estudiado nada en concreto que me permita desarrollar la creatividad, pero cuando encuentro algo en lo que me puedo volcar es una bendición. Esta película, con los miles de fallos que tiene como ópera prima, es la confirmación de que puedo hacer películas. Siento que puedo hacer lo mismo que hago con la música, que es encontrar casos particulares de emociones que pueda pintar de tal forma que todo el mundo pueda verlas. Y en el cine hago como en la música, me dejo llevar mucho por la intuición. Uno intenta que le quede lo más bonito posible, pero lo interesante es el cuarto verso de la copla: dónde lo rimas, hacía donde vas…. Esta película es igual de divertida y emocionante que ‘El Madrileño’, mi mejor disco, lo único que la música es mejor porque la hace Yerai.

¿Cómo imagina que será la recepción de este trabajo por el público y la crítica?

La crítica no lo sé, no domino ese territorio. La gente que me sigue se va a emocionar muchísimo. Los que han visto La guitarra flamenca…me hablan de una cosa que les pasó con su padre, con su madre… Hay algo que te toca la fibra, igual que me tocó a mí cuando me lo contó Yerai.

Lo que nos emociona a todos

Todos los directores noveles coinciden en que sacar adelante una primera película es un esfuerzo gigantesco.

Es un proceso muy frustrante. Al estar en Little Spain, me he podido permitir empezar por un vídeo y meterme en un lío mayor. He ido aprendiendo mientras lo estaba haciendo. Estoy acostumbrado a ir al estudio, hacer una cosa y al día siguiente eso ya tiene ojos y cara y sé si me gusta o no. Aquí ha sido un proceso de dos años, y todo el tiempo te están saltando a la cara tus fallos: descubres las cosas que no sabes, que no habías previsto, que no puedes afrontar… Es un reto que la inseguridad no te pueda. La película te va diciendo todo el rato de lo que no eres capaz, pero das el paso y es muy reconfortante. Hay que tener capacidad de tener frustración sin abandonar. Se han dado momentos muy bonitos en los que la familia han podido hablar y se ha curado, y otros complicados entre Yerai y su familia, Yerai y yo, la familia y yo…

Ya sabe que una ópera prima es algo que no se olvida.

Me ha marcado para toda mi vida, y ha transformado mi forma de entender lo que hago, de escribir, de entender la música, las relaciones. No sé si les pasará a todos, pero te obsesionas porque te importa lo que está en juego.

¿Qué lección se lleva para futuros proyectos?

Son tantas… De oficio, sobre cómo cuento las historias, cómo plantear el rodaje. La forma en la que voy a hacer la música a partir de ahora ha cambiado radicalmente. La enseñanza más importante es seguir creyendo en la intuición, que es mi primera y única arma.

Ha dicho que lo suyo con el cine es un enamoramiento a largo plazo.

Sí, quiero escribir y rodar historias sobre las cosas importantes de la vida: el amor, la música bonita, las coplas, las emociones básicas. El contenido que hago es siempre muy sencillo: el arte popular, lo que nos emociona a todos.

¿Cómo ha vivido este tiempo sin sacar música?

Genial, muy tranquilo. Me he sentido muy libre y con la sensación de que puedo hacer lo que yo quiera, que me encanta.

¿Es muy distinto el C. Tangana que sube a los escenarios con Sin cantar ni afinar del que estrena La guitarra flamenca de Yerai Cortés?

La música tiene más adrenalina. En el estudio estoy más excitado, más apasionado, no paro. En el cine tienes momentos más controlados, hay menos momentos de revelación. He elegido bien los tiempos, si hubiera empezado a hacer esto con veintipocos años me hubiera aburrido. Ahora estoy en un momento de mi vida que puedo permitirme procesos más largos y esperar.

Cuénteme su secreto, ¿qué le mantiene tan activo?

La curiosidad y la ambición, las ganas de hacer algo nuevo.

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