Las noches de desenfreno, las visitas al baño de la discoteca para consumir drogas o las cogorzas sin final a la vista son habituales en series y películas. Pero casi nunca se nos ha mostrado qué pasa después. Javier Giner se viste de largo con Yo, adicto, serie de seis episodios que adapta su propio testimonio publicado por Paidós hace tres años. Un recorrido “desde la verdad” por su proceso de recuperación, que espera que llegue a personas “que han pasado, están pasando o lamentablemente pasarán por lo mismo”.
Acompañado en por Aitor Gabilondo en la creación y por Elena Trapé en la dirección, y con un Oriol Pla transmutado en este polifacético “hombre orquesta”, la ficción de Disney+ penetra en lo más profundo de una psique para la que la adicción es una manera de lidiar con heridas más profundas. Giner se expone “como un kamikaze” para que su historia ayude al cambio de percepción social sobre las personas que atraviesan una adicción, y devolverles la dignidad: “mi deseo es que como espectador veas que el adicto es un ser humano, y que se parece más a ti de lo que piensas”.
Muchas series y películas nos han mostrado el descenso a los infiernos, hasta ahora no habíamos visto cómo una persona sale de ahí. ¿Se siente pionero?
No lo siento así, aunque hay muchos más ejemplos sobre el infierno de la adicción, incluso de maneras muy gruesas y subrayadas, que de lo contrario. En el audiovisual americano hay ejemplos de historias de superación, pero mi impresión personal es que solo rascan la superficie: consisten en poco más que esas imágenes que todos tenemos en la cabeza de una reunión de alcohólicos anónimos. Suele tratarse de una subtrama que acompaña a algún personaje.
Lo que sí creo que es novedoso es usar una clínica de desintoxicación como epicentro de una historia, como ya ocurría en el libro. Son entornos muy privados que pocas veces se han contado con veracidad, mostrando las cosas como son. También pasa con los psiquiátricos, por ejemplo. Los hemos visto muchas veces en el cine, pero casi nunca se forma veraz. De hecho, durante el desarrollo de la serie muchas personas involucradas llamaban ‘el hospital’ o ‘el psiquiátrico’ a la clínica de desintoxicación, lo cual da cuenta del desconocimiento público profundo que hay sobre estos lugares.
“La adicción es la fiebre, no la enfermedad”, se dice en un episodio. ¿Quería ser pedagógico a la hora de explicarla?
El libro y la serie comparten un objetivo claro, que tiene que ver con para qué escribí uno y he hecho la otra. La serie está hecha para personas que han pasado, están pasando o lamentablemente pasarán por algo similar a lo que yo atravesé. He querido poner en la pantalla lo que me pasó, a modo de espejo: me hubiese ahorrado muchísimo dolor poder identificar lo que me estaba pasando en el momento en que me estaba pasando. A mí me decían “tienes mal beber”, pero no “eres alcohólico”.
La serie quiere acompañar a personas que están sufriendo y están muy confundidas con su situación. Quiero lanzar una bengala al aire que diga: sé por lo que estás pasando, pide ayuda, no estás solo, somos muchos como tú. Las historias de adicción normalmente se ocultan o se susurran, porque tienen una gran carga de vergüenza y de culpa,y es importante exponer que hay gente que estamos fuera, que hemos podido con ellas.
Va a ser la primera vez que muchas personas se sienten a escuchar hablar de adicción durante unas horas.
Tanto la enfermedad mental como la adicción, como otros muchos temas, se suelen tratar desde lugares comunes, clichés y mucha frivolidad. La imagen social del adicto suele ser la de personas famosas que tienen problemas con las drogas, pero eso no refleja la realidad de la inmensa mayoría. En ese sentido, hay un compromiso absoluto de la serie de intentar explicar la recuperación de una adicción desde la verdad absoluta.
Mi deseo es que como espectador veas que el adicto es un ser humano, y que se parece más a ti de lo que piensas. Sus problemas son mucho más parecidos a los tuyos de lo que piensas. Quiero que la serie ayude a desestigmatizar esta realidad y a devolverles la dignidad a las personas que pasan por ella. Un ser humano es digno por el mero hecho de existir.
«La adicción y la enfermedad mental se suelen tratar desde lugares comunes»
Teniendo en cuenta ese objetivo, ¿cómo manejó fondo y forma, para envolverlo en un producto atractivo?
Me he empeñado en que sea una serie transparente; como director he intentado desaparecer. Lo que pretendo es que haya una conexión lo más íntima posible entre lo que está ocurriendo en la pantalla y el espectador. Así como en el libro sí tiré de recursos literarios o de fórmulas más floridas, en la serie he intentado que por momentos tengas la sensación de estar viendo un documental.
Ha habido mucha gente que después de ver la serie me ha preguntado por algunos de los actores, pensando que eran exadictos reales. Para lograr esa cota de sencillez, de transparencia, es necesario muchísimo trabajo y un compromiso férreo por parte de todo el elenco y de todo el equipo. Los actores y las actrices se han sentido transmisores de la historia de una persona real o de un personaje que ejemplifica a personas reales. Estoy muy agradecido con todos, porque han hecho suya la historia y han tenido la conciencia de haberse convertido en un ejemplo de vidas que son reales y que existen ahí fuera. Nos hemos sentido responsables de contar bien esas vidas y de humanizarlas.
En Oriol Pla recae el enorme peso de mostrar una transformación épica. ¿Qué vio en él antes y después de escogerle como su alter ego?
Oriol es la serie y la serie es Oriol. Tenía claro desde el comienzo que si el actor principal no estaba a la altura, no teníamos serie. Todos, en realidad. Si Yo, adicto se mantiene en pie es porque la sostiene una orquesta afinada, en la que no desentona ni un violín de fondo. Si no, sería imposible esa sensación de estar ahí dentro. Pero el que lleva la batuta es Oriol, y lo que hace me parece titánico.
No le conocía personalmente antes de este proyecto. Recuerdo verle en Incerta glòria y tener la sensación de ver una de esas interpretaciones eléctricas que te hacen preguntarte: ¿quién es este tío? Cuando le conocí y hablamos, empecé a saber cosas como que viene de familia de payasos, que él mismo tiene formación de payaso, eso ha sido fundamental. Lo que hace en la serie es tan generoso que me ha convertido en mejor director, porque nos hemos obligado a estar a la altura el uno del otro. Hemos estado trabajando mano a mano durante un año, lo cual es mucho tiempo, y ahora mismo le considero como un hermano.
Oriol es el mejor compañero posible. Dejó de lado su vanidad y su ego y entendió que en este trabajo los dos íbamos a ser funambulistas en la cuerda floja que iban a necesitas ir apoyándose el uno en el otro. Era un rodaje complicadísimo –para empezar, estaba interpretando a la persona que te estaba dirigiendo– y lo ha acometido con un cariño y una dulzura que me hacen decir que es la mejor experiencia que he tenido con un actor.
¿Tuvo barreras a la hora de mostrar o abordar algún tema?
Si yo como creador quiero comunicarme con esas personas que están pasándolo por lo mismo, con sus familias, para poder decirles que hay una salida por muy mal que se pase hasta llegar a ella, no podía tener vergüenza. La serie, como el libro, está planteada desde una intimidad despojada de barreras, del modo en que se hace en una terapia de grupo. El enfermo mental, aparte de la medicación si la tiene, el recurso que tiene es hablar, hablar en mayúsculas, que es lo que se hace en terapia. Hablar eliminando esas capas que todos ponemos a diario en nuestras vidas. La serie quiere explicar la historia desde ahí.
Si quieres derribar los filtros que el espectador trae consigo, la única manera es mostrarte tal cual. Decir yo he sido esto, tengo estas heridas; he dicho todas estas cosas, he pasado por todo esto. Y por eso desde ahí te digo: no tengas vergüenza, pide ayuda.
Hombre orquesta
Con la serie finiquitada, ¿se siente más director, guionista, protagonista de la historia real…?
Me siento cómodo con el papel de hombre orquesta. Ni me lo había planteado, porque todo lo que soy, mis emociones más profundas, están en cada fotograma de la serie, en cada mínima decisión. La serie me engloba no solo por he hecho de que el protagonista se llame Javier Giner y cuente mi historia, sino por cómo está contada. Lo que pienso sobre el mundo, sobre la sociedad, está todo en la serie. Por eso me resulta complicado separar al director del guionista, del escritor del libro en que se basa… En este caso no hay fronteras: me he entregado como un kamikaze.
¿Qué siente al ver una parte de su vida traducida al lenguaje audiovisual?
No considero Yo, adicto un biopic, porque solo muestra un proceso concreto de mi vida, con su inicio y su final. Para mí tiene más de pasar el testigo, de intentar devolver la ayuda que he recibido de la manera en que puedo hacerlo. Algunos de mis compañeros de la clínica se convirtieron profesores de yoga o estudiaron psicología, yo he hecho esta serie. Todos queremos ayudar a los demás como nos ayudaron a nosotros.
Hay mucho de mi vida que no cuento, como dice el personaje en un momento dado. Esta serie me representa al cien por cien, pero yo no soy solo esta serie. Igual que las personas adictas no son solo su adicción, ni la imagen que tenemos de ellas. Pero sí hay un cierto regusto a despedida a esa parte de mi vida, en la que sufrí tanto pero de la que aprendí tantísimo. Quien soy hoy en día está atravesado por lo que pasé.
«Algunos de mis compañeros se convirtieron en psicólogos, yo he hecho esta serie»
¿Cómo cree que recordará estos años en el futuro?
Independientemente de la recepción que tenga la serie, la recordaré siempre con un cariño tremendo. Los vínculos humanos que hemos desarrollado a partir de ella han formado una familia muy bonita. Y, siendo sincero, también la recordaré con orgullo. Esta no es una serie fácil, que habla de temas de los que apenas se habla, hecha en una industria que no prima este tipo de historias. Me enorgullece que exista, y eso es gracias al trabajo de todos, y por supuesto de Disney+ y de Laura Rubirola, productora ejecutiva.
La serie se verá en San Sebastián, un escaparate inmejorable.
Estoy infinitamente agradecido al comité de selección por incluirnos. Es un honor inmenso, a unos niveles que no soy capaz ni de describir. El hecho de estar en San Sebastián tiene un componente personal muy fuerte, porque he crecido cinematográficamente y emocionalmente unido a él. Mis padres me llevaban desde Barakaldo, me quedaba en casa de mi tía Bego en Amara… Estrenar allí es un sueño, y más con este debut, porque considero que esta serie es mi debut en serio.
Valoro mucho la apuesta del festival por una serie como esta. Creo que es importante que se apoye la visibilidad de estas historias, me parece que es una responsabilidad social y política y me emociona que San Sebastián la mantenga.
¿Está preparado para la exposición personal que supone mostrar esta serie?
Nunca se está preparado, pero sería imposible llegar a las personas a las que quiero llegar sin ese nivel de honestidad. Además, soy un kamikaze.