“Una película es de un director pero realmente pertenece a todo un equipo”, indicó el director alicantino tras la proyección de su segunda, y hasta el momento, última película, La vida inesperada. Sin haber firmado el guión de sus dos largometrajes, no se arrepiente de dejarle la tarea a otro cuando hay “una historia que te habla”, aunque entre risas comentó que ha tenido “la mala suerte de entregarme siempre a guiones de otros, a pesar de que no tengo ese ego de querer que todas las parcelas sean mías”.
Jorge Torregrossa se formó en el programa de postgrado de la Tish School of the Arts en Nueva York, donde vivió ocho años, y contó con una de las becas de último curso ofrecidas por el propio Martin Scorsese, con el que mantuvo varias tutorías sobre sus trabajos. Sin embargo, el realizador que más le sorprendió fue Ang Lee, “un educador brutal que ilumina como pocas personas lo hacen. Te enseña que todas las decisiones obedecen a lo que quiere contar el director y él lo cuenta como nadie”, recalcó en el coloquio que protagonizó en la Academia, con motivo del ciclo que le dedicó la institución.
Influenciado por las películas de Spielberg “como la mayoría de los cineastas de mi generación” y por las películas clásicas que ponían en la televisión –“especialmente las de Trufffaut, del que recuerdo perfectamente la primera vez que pude ver La noche americana”–, Torregrossa intenta crear su propia marca dentro del cine español y del cine americano, en el que no descarta su incursión: “Me interesa lo que no se cuenta, lo que hay detrás. Era uno de mis retos con La vida inesperada. La comedia sólo está en la superficie”.
Su último filme cuenta la historia entre un actor, entregado a su carrera en Nueva York, y la visita de su primo a esa ciudad en la que “para sobrevivir necesitas entrar en una vorágine de actividades, que es lo que le pasa al protagonista. Es un lugar con dos caras, por un lado te lo da todo y por otro se te hace muy cuesta arriba”.
