La madre muerta 25 años después

7 noviembre, 2018

Juanma Bajo Ulloa, Ana Álvarez y Pablo Blanco se reúnen en la Academia por el aniversario de la segunda película del cineasta

En noviembre de 1993 llegó a las salas La madre muerta, «obsesiva» segunda cinta “de lo que podría haber sido un tríptico junto a Alas de mariposa y Frágil e incluso un cuadríptico con la que se está rodando ahora, Baby, por los elementos que se repiten”, en palabras del director Juanma Bajo Ulloa, que veinticinco años después continúa explorando “el concepto de amor y la carencia de afecto, porque la falta de amor crea monstruos”, manifestó ante el público de la Academia, tras el pase de la película.

Bajo Ulloa relata al espectador “un cuento con Caperucita Roja, el lobo feroz o el patito feo, pero elevado a una narración adulta”, que tiene como fondo la música compuesta por Bingen Mendizábal –“a veces creo que hago películas para que él les ponga música. Me seduce su melodía y es la única persona que crea algo ajeno a mí durante la grabación”–.

Ana Álvarez, que también estuvo presente en la conmemoración, considera que este papel ha sido “el más completo” de su carrera. “Fue un regalo y el casting fue muy original. Juanma me dijo que no tenía que hacer nada, solo comer chocolate como si tuviera cuatro años. Empezó a grabar y seguía sin decirme nada, pero había un dominio y una calma en él que me hizo sentir cómoda. Yo tenía veintitrés años y un niño de tres y me fijaba en muchos aspectos de él. Por ejemplo, la escena de la bañera es totalmente mi hijo a esa edad”, explicó la intérprete.

La actriz también señaló el trabajo que hubo detrás de su papel: “Dos meses antes de rodar fui a un psiquiátrico y estuve con una niña de 25 años. Me di cuenta de que todo el drama era de la familia, pero ella era feliz”.

 

Desde las tripas

Convencido de que avanzamos hacia una cultura y arte “completamente racional”, Bajo Ulloa destacó la visceralidad de la película: “Nació de la inconsciencia, fue un vómito. Ocurrió de ese modo y no se podía repetir. Si nos fijamos los grandes artistas del rock hacen buenas canciones con 18 ó 20 años y luego no vuelven a hacer temas tan buenos, es por algo. Con el tiempo te haces más racional, la gente hace sus obras en ordenadores, pero son agresivos y feos para las personas, son racionales y la racionalidad nunca va a crear algo hermoso. Ahora tengo más capacidad de análisis, pero también más miedo. También está la autocensura, que es la racionalidad extendida”.

Álvarez también advirtió ese sentimiento durante el rodaje de La madre muerta. “Contaba con un equipo que tenía mucha sensibilidad. Además, Juanma supo combinar simbología y entraña”, señaló la actriz, mientras que el montador Pablo Blanco recordó “la intensidad con la que se rodó”. El director de fotografía Javier Aguirresarobe, que mandó un mensaje al equipo a través de un vídeo, sintió con este metraje “como si hubiera pasado de la adolescencia del cine a otro terreno de la madurez”.

Para el realizador, cuyas referencias han sido “los cómics y el rock”, el cine es terapéutico: “Cuando recibes el aplauso sabes que de alguna forma has sabido comunicar algo. Siempre me he definido como un extrovertido dentro del cuerpo de un introvertido y el cine era un mecanismo mediante el cual podía prepararme para transmitir lo que quería”.

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