Federico Veiroj: «Me mato haciendo películas y me mato para que se puedan ver de la mejor manera en el lugar que sea»

Por Chusa L. Monjas · 22 septiembre, 2015

Compite por la Concha de Oro de San Sebastián con El apóstata

El cine es puro disfrute para Federico Veiroj, que se ha sentido muy marcado en su tercer trabajo, El apóstata, por las películas y libros que ha visto y leído, y por el abundante material de archivo que revisó cuando trabajó en la Filmoteca Española. Una narración que surgió cuando se enteró del intento de apostasía de su amigo Álvaro Ogalla –coincidieron juntos en el archivo histórico que custodia el patrimonio fílmico español–.

«Al apostatar lo que yo detectaba era una intención de modificar el pasado, y al ser esto imposible y por lo tanto una fantasía, internamente lo convertí en un desafío tentador para hacer una película de ficción con toques de fábula. Así creció el personaje de Tamayo –encarnado por el propio Ogalla–, que mediante sus actos representaba una nueva manera de relacionarse con las instituciones. Aparte de ser un conflicto muy actual, sentí que podría fácilmente ser transportado a cualquier otro país y a otros órdenes de la vida, y que podría ser interpretado de muchas maneras”, aclara este director y productor uruguayo, que con esta historia “luminosa, profunda, con graciosos momentos de aventura y algo de épica” aspira a la Concha de Oro.

El libro de Benito Pérez Galdós El audaz, historia de un radical de antaño; las producciones La prima Angélica, Ópera prima, L’udienziaEl proceso y The Road;  las primeras películas de Zanussi; y las “maravillosas” caras de Fernando Rey en filmes de Buñuel, han salido a la superfice en este título protagonizado por Tamayo, de quien detalla sus rasgos. «Es sinvergüenza, emocional, regresivo, justiciero, hedonista, libre… Es el máximo exponente de todo aquello de lo que quiere apostatar o dejar de representar».

Con antepasados españoles, Veiroj ha arropado al debutante Ogalla con los nombres de Bárbara Lennie, Marta Larralde, ­Joaquín Climent, Vicky Peña, Juan Calot y Jaime Chávarri, actores “de gran oficio, inteligencia, generosidad y pasión que han tenido un increíble vínculo y conexión con Álvaro Ogalla, algo fundamental porque el personaje tiene las emociones a flor de piel”.

Estos intérpretes, que han hecho aportaciones “cruciales” a sus papeles, han nutrido al director, que ha incorporado una banda sonora de tronío en la que no falta Federico García Lorca al piano, Enrique Morente con un clásico del flamenco, composiciones de Prokofiev, una canción de la agrupación vasca Lisabö, y en una escena suena en directo Rafael ‘El Cabeza’ al toque y el joven Israel Fernández al cante. También ha incluido músicas compuestas para documentales del No-Do. Y es que la huella de los muchos años que trabajó en los archivos de cine descubriendo materiales audiovisuales españoles de todas las épocas está en la película.

Su experiencia en la Filmoteca le enseñó a mirar desde un punto de vista más antropológico a las distintas regiones del ­país, personas, costumbres y a la propia historia española. “Hay un montón de juego con elementos muy cotidianos, familiares, y de la tradición, de las herencias, que acercarán esta historia al espectador. Y a la vez hay sorpresas narrativas que estoy seguro le transportarán y no le dejarán indiferente”, descubre. Fernando Franco ha sido el montador y uno de los productores de El apóstata, cuyo responsable va a más al bautizar al director de La herida de “motor” de esta coproducción entre Uruguay, Francia y España –“Era la forma natural de hacer la película”– . “Hacer una película requiere de mucha complicidad con el equipo, con el trabajo de uno, y también mucha convicción. Difundirla requiere de la misma convicción y complicidad con quien la venda, distribuya, exhiba y promocione”.

Con sus dos trabajos anteriores, Acné La vida útil, participó en las secciones Horizontes Latinos y Nuev@s Director@s, respectivamente, de Zinemaldia, muestra a la que regresa este cineasta que se “mata haciendo películas y me mato para que se puedan ver de la mejor manera en el lugar que sea”, añade Veiroj, quien quiere aprovechar la exposición que da concursar en un festival para que la producción de los próximos proyectos “no la tenga que cargar yo al hombro. Solo quiero dirigir”.

Entiende que cada película es “un cartón de bingo único y distinto” y que no se puede ir en contra del deseo de contar historias, «de emocionar, fantasear y de querer ver todo lo hermoso que puede generar una película en quien la aprecia. Esto es lo que nos han transmitido las obras maestras de Saura, Buñuel, Ferreri, Val del Omar, Neville, Bardem, Diamante, Fernán Gómez, ­Almodóvar... Todos los géneros y formas de hacer cine tienen que seguir conviviendo como siempre ha sucedido».

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