Agustí Villaronga no le gusta nada competir, pero siente que este es un oficio de competencia porque, dice, compites para que te coja un productor, para que te den las subvenciones, para llegar a un festival…»Competir por un premio es casi el destino obligado de las películas que no tienen grandes despliegues promocionales o publicitarios. Lo importante no es el premio en sí, sino el hecho de que la película salga bien parada del marco del festival y tener el camino más fácil para encontrarse con su público en las salas… o donde sea», expone el que es uno de los grandes independientes del cine español.
Villaronga conoce muy bien Zinemaldia, certamen al que ha acudido con Tras el cristal, Aro Tolbukin. En la mente del asesino y Pa negre –Nora Navas se alzó con la Concha de Plata a la Mejor Actriz– y al que este año vuelve con El rey de La Habana, adaptación de la novela homónima de Pedro Juan Gutiérrez que retrata a un adolescente escapado de un correcional que se lanza a las calle de la capital cubana en los duros años noventa.
Enterada de su relación con Cuba desde principios de los noventa cuando fue a dar clases a la Escuela de San Antonio de Baños, la productora Luisa Matienzo le pasó esta novela “que da voz a los sin voz y muestra a sus personajes de un modo directo, sin pensamientos elaborados, sin adornos, sin justificaciones, algo parecido a lo que Buñuel hizo en Los olvidados”, y el cineasta mallorquín ha intentado hacer lo mismo en el celuloide. “Es un filme salvaje, descarnado y sin prejuicios. Da una visión de Cuba a la que no estamos muy acostumbrados, porque habla de una marginalidad no siempre presente en el cine de allá”.
Atrapado por el mundo de Pedro Juan Gutiérrez, se enganchó a su forma de escribir –“de frase corta y directa, heredera de su trabajo como periodista y que genera acción constantemente”– y a su universo emocional, del que destaca “su descaro, su forma alegre y provocadora para enfrentar el desgarro en el que viven sus personajes, la sexualidad sin tapujos, la lucidez con que observa una sociedad en crisis constante”. El desenlace es una coproducción con República Dominicana interpretada por Maykol David Tortolo, Yordanka Ariosa y Héctor Medina, que, una vez realizadas las localizaciones y el casting, no pudo filmar en La Habana. “Intentamos llegar a un acuerdo pero no hubo manera. ¿Las causas? A mí me gustaría oír la respuesta a esta pregunta en boca de los que nos negaron los permisos. Las razones que nos dieron fueron unas explicaciones un tanto confusas que afectaban a que las productoras independientes, es decir las que no eran el ICAIC, funcionaban de un modo que, aunque no fueran ilegales, estaban aún en un marco alegal. Y que el ICAIC tenía demasiados compromisos para absorber la producción de El rey de La Habana. Creo que no les gustaba mucho que los extranjeros metiéramos la nariz en determinados temas de una sociedad que no era la nuestra, y también entendí que no era grato que el fantasma de la pobreza del país flotara sobre el relato y que, encima, se desarrollara durante el ‘periodo especial’: uno de los momentos más dramáticos por los que atravesó la sociedad cubana”, explica.
Cuenta Villaronga que nunca surgió la palabra censura y que la otra cara de esta espina negra, “negrísima”, ha sido el “duro” placer de rodar en la República Dominicana. “Duro por el calor, lo apretado del plan de trabajo, las propias condiciones de la historia: mucha noche, efectos de lluvia y viento en gran parte del rodaje. Por otro lado, fue un enorme placer la manera en que llegamos a congeniar el equipo. Gente de diferentes procedencias, pero unidos por la raíz latina y, sobre todo, por las ganas de hacer bien las cosas”.
Advierte que es un poco exagerado decir que se ha apuntado a la comedia con este trabajo, que sigue a un adolescente que se come con gracia e inteligencia las calles de La Habana. “Tiene humor, eso sí, y a ratos es alegre y divertida, pero lo que cuenta es duro. Nuestro ‘Rey’ no se come las calles, son estas las que se comen a este pobre diablo, instintivo, primario, arrogante, machista, con una moral más que relajada, pero que inspira ternura desde su propia incapacidad para trascender la mera subsistencia en el mundo que le ha tocado vivir”.
El autor de Pa negre, que se alzó con nueve Premios Goya®, defiende que su nuevo título es bastante diferente a sus otras películas. Con esta propuesta que habla de personas que viven en la marginalidad, en los estratos más bajos de la sociedad, próximos a la indigencia, “así que acercarse a ellos con un lenguaje excesivamente culto o sofisticado es alejarse de ellos, no me parece correcto. Yo, particularmente, me sentiría como un ladrón”. Ha procurado ser “menos autoral, más directo, más de comunicarse con la gente de un modo primario”.
Al que fue Premio Nacional de Cinematografía 2011 le gustan los premios, “pero sin obsesionarse”, y asume que gran parte del atractivo que para él tiene San Sebastián son las historias españolas que se proyectan, “vayan o no a competición. Es maravilloso ver el interés de la ciudad por ver películas, es una gozada para ellos y para nosotros. Donosti es un lugar de encuentro para la gente que vive y ama el cine”, declara este reincidente del certamen, del que espera no salir “trasquilado. Me encantaría que la gente gozara, riera y se emocionara con El rey… con la que me gustaría contribuir a que el cine latino se funda más y más con el nuestro”.
Buen amigo de Marc Recha, “una persona muy especial a la que admiro”, Villaronga recalca lo interesante que es que tres propuestas tan diferentes –las de Recha, Cesc Gay y la suya– se hayan generado en el mismo lugar –Cataluña–, y consultado por el futuro de nuestra cinematografía responde con un “lleno de sorpresas, por decirlo de un modo bonito. Todo cambia cada cinco minutos y esa manera que tenemos de adaptarnos es el futuro”.