Félix Sabroso: «No podemos sostenernos vivos sin creer en la mentira que nos ha tocado jugar»

Por Juan MG Morán · 4 noviembre, 2015

Lleva al SEFF la esperada El tiempo de los monstruos, que se proyectará en el marco de una gala especial

En su primera película en solitario, un relato que triangula sobre la creación, el tiempo y la ficción, Félix Sabroso se rodeó de espléndidos actores pero también de excelentes amigos. Le ha salido de lo más hondo una película «frágil y libre», según ­Cienfuegos, con la que espera llegar «a lugares felices». Le ha tocado coger las riendas sin su añorada mitad, pero a Dunia Ayaso, sin duda alguna, la echa de menos en la vida, y si algo le rabia es no poder ­tenerla a su lado en el estreno de la película que ­tendrá lugar en Sevilla. Le queda el convencimiento de que si Dunia viese la película, le gustaría.

 

¿Qué bullía en la creación de El tiempo de los monstruos?

Soy capaz de entenderlo más ahora que cuando se gestó. Dunia y yo hablábamos mucho de la génesis de las ideas y de cómo lo relacionamos con lo humano. La película nace de contar, por un lado, lo que a mí me parece que es el cine y lo que debe ser, y paralelamente hablar de cómo cuando te desabasteces de la fe necesaria para seguir adelante, no se puede responder. El tiempo de los monstruos cuenta eso: no podemos sostenernos vivos si no nos creemos esta mentira que nos ha tocado jugar.

La producción se fraguó muy rápido.

La escribí con cierta urgencia porque Dunia estaba enferma y quería rodar. Cuando ella falleció, se convirtió en un reto para mí, porque por un lado necesitaba homenajear el deseo de Dunia y, por el otro, necesitaba verme rodando pronto porque no quería albergar demasiadas dudas de qué supondría rodar sin ella. Mis productores, Nico Tapia y Ascen Marchena, me ayudaron ­mucho.

Los personajes de El tiempo de los monstruos representan la decadencia de cierto tipo de cine…

La película representa un sistema que se desmorona y que está como apuntalado, algo que no solo pasa con el cine… He tenido la sensación de estar en un mundo más convencional de lo que creía, pensaba que si haces una película valiente y sale bien, todo debía funcionar. Pero me he dado cuenta que si no pactas con el sistema tal y como está construido, lo tienes complicado.

Y eso a todos los niveles.

Es que vivimos en una sociedad descreída. La gente ha perdido la fe en cuanto al rol que le toca representar en la vida. Por la mañana te despiertas y ahí están las dos posibilidades: la ­posibilidad de acabar con todo porque no crees en nada, o de seguírtelo creyendo y seguir jugando.

Por ti y contigo

El tiempo también tiene capital importancia en su historia. ¿Cómo se lleva con él?

He cumplido cincuenta este verano y soy una persona abierta a lo nuevo con una inmensa curiosidad. Es una oportunidad que a una edad madura no esté con el piloto automático puesto, vivo la oportunidad de saborear las primeras veces en un montón de cosas. A los treinta tenía más miedo a la muerte, ahora temo más el dejar de ser o de hacer.

¿Hubo algún momento de vértigo en los últimos años?

Me encontré muy capaz para afrontar lo que sucedía, me vi ­capaz de sacar la cabeza del agujero, no solo con lo de Dunia sino también en cuestiones económicas, aunque hubo momentos en los que me sentí al borde de un abismo. Hay que seguir ­caminando, salir pronto del túnel, poner lo mejor de uno mismo en lo que de uno dependa.

‘A Dunia. Por ti y contigo’. La dedicatoria de su película es absoluta.

Es que la película la escribí y dirigí solo, pero es el resultado de muchas conversaciones y vivencias con Dunia. No puedo excluirla porque todo lo que conlleva esta historia, lo viví junto a ella. Y claro que ha estado presente, en el rodaje yo estaba aún tan dolorido, que me sentía muy cerca de ella y creía oírla haciendo una acotación en cualquier tumulto, volvía la cabeza e irremediablemente me daba cuenta de que no era así.

¿Había en vuestra dualidad aquello de dos personas que consiguen ser una?

Trabajando echábamos un pulso constante y nos peleábamos mucho, pero a pesar de la pugna nos queríamos infinitamente. Concretamente en el trabajo no es donde más la echo de menos: es en la convivencia, los viajes, las risas o las cenas donde la presencia de Dunia era para mí fundamental.

En el trabajo toca resolver.

Exacto. Surgen miedos y dudas de hasta dónde puedes llegar solo, porque cuando entrabas en barrena y te rendías, cansado, ante un resultado, ella siempre estaba ahí. Pero al final encuentras la manera de hacerlo, yo tenía en paralelo una enorme curiosidad por ponerme a prueba a mí mismo. Estoy seguro de que si yo no estuviera, ella lo habría resuelto igual y estaría bien trabajando sin mí.

Casi liberado de esta historia, ¿ahora qué?

Estoy en un momento en el que la necesidad me hace pensar que debería hacer una película en la que pactase más con la ­comercialidad: hacer una comedia y ganar un poco de dinero para salir de la cantidad de problemas económicos que tengo por haber hecho siempre lo que he querido. Pero solo puntualmente, porque me dará mucho placer seguir haciendo a continuación lo que siempre he querido, lo que me ha venido en gana.

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