Loreak no les ha cambiado. La manera en la que Jose Mari Goenaga y Jon Garaño se acercan al cine, apasionada y vital, continúa intacta, pero tienen claro que la segunda película que han dirigido juntos, que ha caminado a paso lento pero preciso, puede dar un vuelco a sus trayectorias. El público de la Academia recibió tras el pase de Loreak a estos cineastas francotiradores residentes en San Sebastián a los que ahora les toca cruzar el charco. Tras haber estrenado el filme en Nueva York, Filadelfia, Washington, Miami y Los Ángeles, aterrizarán la semana que viene en la ciudad de los rascacielos para, con toda su voluntad y brío, conquistar a los académicos americanos. ¿Lo harán con flores?
De mano de la compañía que el año pasado distribuyó Ida, de Pawel Pawlikowski (película polaca ganadora del Oscar a la Mejor Película de Habla no Inglesa en la pasada edición) y de Nancy Willen (una relaciones públicas de reconocido prestigio), Garaño y Goenaga conocen aún poco de la estrategia con la que intentarán alcanzar la preciada estatuilla. «Los productores nos tienen a ciegas, y no lo hacen por torturarnos sino porque estamos en plena preproducción de nuestra siguiente película. Todo lo relacionado con los Oscar es muy tentador, y para que no nos distraigamos demasiado han decidido mantenernos al margen». Cuando estén allí, la semana próxima, tienen programadas decenas de entrevistas, su participación en pases para la industria, etc. «Estamos frente a una oportunidad histórica y no podemos quedarnos con los brazos cruzados: las favoritas no mueven un dedo hasta que sale la short list, pero en nuestro caso tenemos que trabajar mucho para poder estar en esa lista de nueve películas que se hará publica en diciembre».
Goenaga se mostró feliz cuando desde la platea le recordaron que las críticas americanas elogian «la fotografía y el trabajo de las actrices», pero manifestó que se les hace difícil «palparlo desde aquí. Tenemos ganas de ir allí y vivirlo todo un poco más de cerca. Allí esperamos que pueda haber un intercambio de impresiones, porque para nosotros es muy positivo poder hablar de la película, aunque finalmente Loreaktenga que defenderse por sí misma. Esta es una historia que invita a la conversación, porque puede entenderse desde muy distintos puntos de vista». En este largometraje que les ha dado tantas alegrías no quisieron entrar de lleno en la memoria histórica, pero sí les resultó estimulante «reflexionar sobre que aunque algo pueda contarse en clave intimista y familiar, puede estar pasando a la vez en una sociedad».
Ante la cuestión de un espectador que planteaba que la Academia solo había nominado a este filme a dos Goya® (Mejor Película y Mejor Música Original) y ahora había decidido mandarla a Hollywood, Garaño manifestó que «todo fue una sorpresa mayúscula y preciosa. Cuando no te esperas algo, el sentimiento se agranda mucho. En la pequeña campaña que hicimos para posicionar a Loreak como preseleccionada española, destacamos que había tenido muy buenas críticas en EE.UU. y había funcionado en festivales allí. Esa fue nuestra baza, y quizá coló».
No en tándem, en equipo
Hasta aquí han llegado, a pesar de haber llegado al celuloide desde lugares contrarios. A Jon Garaño le marcó mucho el Festival de San Sebastián, hasta el punto de falsificar un año su carné de identidad para poder formar parte una edición más del jurado joven. Jose Mari Goenaga en la adolescencia intentaba arrastrar a sus amigos a las salas para ver cine en pantalla grande. Después estudió economía en Manchester, pero antes de buscar trabajo como contable, se embarcó en un curso de cine. El virus de contar historias ya corría por las venas de ambos.
Conscientes de que su presencia en los Oscar puede hacer virar su trayectoria, Garaño declaró que «cada película te habla, te pide hacerlo de una forma diferente. Soy como los futbolistas que solo piensan en el siguiente partido, y ahora me toca centrarme en la siguiente película. Tenemos en cuenta que algo así puede cambiarnos, pero al final, aunque quieras hacer filmes diferentes, tú eres tú y nosotros somos nosotros. Las historias que rodemos siempre compartirán cosas que son nuestras y por más que quieras hacer cine diferente, al final siempre haces películas en las que puedes reflejarte».
Garaño y Goenaga no experimentan el amor al cine desde la individualidad. Ellos no solo trabajan en tándem, sino en equipo. En su productora, Moriarti Prod., se consensua absolutamente todo –»Los guiones, la planificación, el montaje… Aunque uno aparezca en la firma, todos aportamos. Nos sentimos cómodos en la codirección no sólo para repartir responsabilidades sino para sumar a nivel creativo», apuntó Goenaga–. Garaño continuó profundizando en la misma cuestión: «Quizá al codirigir se pierda cierta frescura, pues tiene que estar todo escrito y hablado, muy atado. Algo curioso que puede llegar a ocurrir en nuestros rodajes es que hagamos repetir a los actores la misma secuencia en modo Jon y en modo Jose Mari. No queda ahí: a veces, en montaje, a cada uno nos gusta lo inverso a lo que defendíamos en rodaje. Lo bueno es que siempre tenemos un árbitro para desempatar». En fin, una pareja (casi) perfecta.