Dispuesta a la aventura, la emoción y a conquistar sus sueños, a Isabel Coixet no le cuesta salir de la zona de confort «porque creo que nunca la he tenido. Soy especialista en meterme en fregados importantes, pero eso también es la sal de la vida», subraya la directora, guionista y productora catalana, que con «la temeridad que me caracteriza», acepta los retos que le plantean. Y la raíz de su atrevimiento está en que, desde pequeña, tiene predilección por lo más difícil, «lo que me ha permitido grandes aventuras en la vida y, también, darme unas buenas tortas».
Su predisposición hacia lo complicado se volvió a manifestar cuando el productor Andrés Santana y el guionista Miguel Barros le enseñaron el guión de Nadie quiere la noche. «Tenía que hacer la película porque es una historia maravillosa, y segundos después pensé cómo lo vamos a hacer y que la tenía que interpretar Juliette Binoche porque sin ella no se hacía. Cuando leí el guión veía a Juliette con un abrigo negro de astracán por la nieve y un pañuelo».
Esta imagen es el cartel de esta cinta que relata la epopeya de Josephine Peary, una mujer de la alta sociedad neoyorquina de principios del siglo XX en el inhóspito Polo Norte. Nadie quiere la noche, que inauguró el Festival de Berlín y clausuró la Seminci, se presenta al público el próximo viernes, 27 de noviembre, y Coixet asegura que el temblor de piernas «es tan agudo como la primera vez».
Le hago la misma pregunta que se hizo usted ¿cómo ha hecho esta historia?
Ha sido un máster. A nivel técnico he aprendido cosas que desconocía. He dirigido películas urbanas, contemporáneas, aunque también hice una de época (A los que aman), en las que el desafío era contar bien una historia, no había desafíos extras. Nadie quiere la noche se ha rodado en Noruega y en estudios de Sofia (Bulgaría) y Tenerife. Me decía a mi misma que Casablanca se hizo sin haber pisado Casablanca, y ahí está la creación de un imaginario cinematográfico. Ahora conozco muchas más cosas de postproducción y sé filmar en un trineo de 16 perros en el hielo.
Por lo que cuenta, sobre el papel lo tenía todo en contra.
Sí, llámalo locura, inconsciencia….Yo me enamoro de las historias y algunas son muy difíciles sobre el papel, rodando y montando. Esta película nos ha costado sangre sudor y lágrimas a todos los que hemos estado involucrados, y esto nos unió mucho y, como la protagonista, sabíamos que había que llegar, que lo íbamos a hacer. Contábamos con el frío, pero lo que me hacía sufrir era que en Noruega es carísimo rodar, no nos podíamos pasar de días. Y en el estudio, aunque la reconstrucción estaba muy bien, pues entraba y se me encogía el corazón. Cuando nos trasladamos a Tenerife, donde filmamos toda la parte del iglú, ya estaba más tranquila porque tenía material montado y Juliette y Rinko Kikuchi -con la que trabajó en Mapa de los sonidos de Tokio- estaban cómodas y libres con sus personajes. Sabía que iba a pasar algo mágico cuando las dos estuvieran solas en el iglú.
Esta historia de dos mujeres solas que pasan semanas en un iglú soportando tormentas polares que hacen casi imposible la supervivencia ¿hubiese sido posible con dos protagonistas masculinos
De entrada, un hombre no va a buscar a una mujer al fin del mundo como hace el personaje de Binoche. Los hombres son los que se van y las mujeres se quedan tejiendo como Penélope. Nuestra Penélope no se queda en casa, se coge el barco y se va a buscar a su marido, el explorador estadounidense Robert Edwin Peary.
Si los protagonistas hubiesen sido hombres, creo que financieramente hubiese sido más fácil poner en pie este proyecto. Cuando la película se proyectó en Berlín escuché: ¿a quién le importa la mujer de…? A mi sí me importa y espero que a muchas personas más porque no hay muchas historias de mujeres como Josephine.
¿Le fue difícil encontrar al actor que acompaña a la protagonista en su odisea?
Sí. Gabriel Byrne entendió la historia de estas dos mujeres y no se sintió amenazado porque su papel era más pequeño. Enviamos el guión a otros intérpretes y no comprendieron que el motor de la historia eran ellas dos. Creía que esto estaba superado, pero no.
Una montaña rusa
Historiadora de formación, Coixet fue una de las primeras en hacer las maletas para trabajar fuera de España. Ha rodado con actores foráneos y en inglés y, además de la ficción, los documentales y la publicidad son medios habituales para esta realizadora que, excepto una abuela taquillera, no hay nada en su ADN que le lleve hacer cine. «No tengo un plan y tampoco tengo miedo. Me da miedo la muerte, la enfermedad de mi familia, el dolor, pero me atrevo a las cosas que me gustan. Me han ofrecido muchos guiones y podría haber tenido una carrera americana muy convencional haciendo películas como las que hace Nora Ephron, pero como no me gustan, pues no las he hecho. Siempre he tenido flechazo con las historias en las que me he implicado», declara esta cineasta con cinco Premios Goya en su currículum.
Ahora, cuando ve Nadie quiere la noche, ¿qué siente?
Me emociono. En Berlín no estaba realmente acabada, lo bueno es que antes de estrenarla hemos tenido tiempo para pulir el montaje y ahora es muchísimo mejor que cuando se presentó en Berlín. No hay cambios fundamentales, pero es más ágil y explica lo que tiene que explicar. En el cine perdonan muy poco, hay gente que no perdona una vacilación ni un error.
¿Cómo ha sido su relación con las dos actrices?
Han sido muy honestas y muy generosas conmigo. No soy amiga de todas las actrices de mis películas, pero de Rinko sí -fue testigo en su boda- y sabía que se podía abandonar a un personaje totalmente opuesto a lo que ella es. Con Juliette hubo un proyecto hace tiempo que no salió y tenía la espina clavada porque sabía que era capaz de ver la película como un todo, no ver solo su personaje. Esto es algo raro porque los actores, de manera instintiva, se ven solo a ellos. En el rodaje hubo momentos de gran placer. En las secuencias del iglú, ellas dos se miran y yo iba con la cámara de una a otra…Fue especial, tenía la sensación de estar más allá del hambre, el frío, el dolor, el sueño. Pensé que había hecho la película para captar un momento como ese, cuando la creación, sea lo que sea, la has rozado.
¿Qué saldrá de la película Spain in a Day?
Me gustaría que en este retrato de nuestro país hubiese luces y sombras, que fuera un espejo en el que nos pudiéramos mirar con emoción y sin vergüenza. Tenemos un país fantástico y no lo sabemos llevar, los políticos los votamos nosotros y hemos perdido muchas oportunidades en la historia de tener un país casi normal, no esta especie de brecha que se está creando de corrupción aceptada y masiva.
Por fin va a hacer la película de sus sueños, La librería.
Llevo mucho tiempo queriendo hacer esta historia basada en una novela de Penélope Fitzgerald, que siempre he admirado mucho. Contaré con Patricia Clarkson –a la que dirigió en Elegy y Aprendiendo a conducir–, Emily Mortimer y Bill Nighy.
Los sueños se van cumpliendo.
Mi carrera es como una montaña rusa porque es mi opción, aunque a veces preferiría que fuera como una autopista, todo recto. Tengo una buena vida cinematográfica, unas películas me han salido bien, otras no tanto, pero me sigue emocionando ser testigo invisible de la intimidad de dos personas.
Y siempre con la cámara al hombro.
Sí, somos como los últimos mohicanos.