Diego Galán: «Es difícil valorar nuestro cine desde el presente»

Por Enrique F. Aparicio · Foto: ©Enrique Cidoncha · 16 septiembre, 2016

Presentó Manda huevos dentro de las proyecciones especiales de la sección oficial del Festival de San Sebastián

 

Galanes, monjes, soldados, machos ibéricos, valientes y cobardes, cazadores y presas, maltratadores y maltratados. Las figuras masculinas de la historia del cine español se dan cita este año en el Festival de San Sebastián con Manda huevos, reverso varonil que viene a completar el repaso a la historia de la mujer en nuestra cinematografía que Diego Galán ya analizó en Con la pata quebrada. A través de fragmentos de más de 200 películas de nuestro cine, los hombres toman la palabra. Una palabra que sirve de excusa para hablar de nuestra historia y de nosotros mismos.

 

En Con la pata quebrada se repasaba la imagen de la mujer a lo largo de nuestro cine. Ahora le toca el turno a los hombres.

Los dos documentales hablan en realidad de la historia reciente de España. Que se centre en mujeres o en hombres es solo una disculpa argumental, la intención es ver cómo el cine ha ido reflejando nuestra historia. Se habla de emigración, de pobreza, de represión política… No se diferencian las desgracias de unos o de otras.

Paseando Con la pata quebrada por Francia, un espectador me animó a hacer lo mismo con los hombres. Contesté que los hombres no tienen una lucha colectiva, mientras que las mujeres siguen en plena batalla para defender sus derechos. Sin embargo, esa noche me quedé pensando que «a lo mejor este francés tenía razón».

¿El cine español ha sido machista?

Machista es la cultura de nuestro país. El cine solo es un reflejo, directo o indirecto, voluntario o involuntario, de lo que pasa en nuestra vida. La imagen de la mujer en el cine quizás haya sido más esquemática. Por ejemplo, cuando Carlos Saura vio Con la pata quebrada me dijo «¡no has hablado del lesbianismo!». Porque el lesbianismo encontré que era una prolongación del destape, no era un tema tratado en serio por el cine, y sin embargo la homosexualidad masculina sí lo ha sido.

¿Cómo han evolucionado los arquetipos masculinos?

Paralelamente a la sociedad. En los años cuarenta los hombres debían ser mitad monjes mitad soldados, que es una frase de José Antonio Primo de Rivera, y fue la consigna de la educación que recibieron los niños de la posguerra, también a través del cine. Es muy difícil analizar las cosas desde el presente. No sé si ahora hay arquetipos en el cine, para adjetivarlos habrá que esperar algo de tiempo. De hecho, la mayor parte de las doscientas películas que aparecen en Manda huevos no parecían tener en su momento un valor sociológico, porque respondían a las cosas que había en la calle. Tengo la impresión de que ahora los hombres somos más dubitativos, menos seguros. Y el cine lo está contando así.

En Manda huevos se repite algunas veces la frase «¡es que son hombres!», normalmente como excusa a un comportamiento reprochable.

Es una frase que en la pantalla es dicha por mujeres pero que está escrita por hombres. La figura del hombre no queda muy bien parada a lo largo de las películas que se muestran en el documental, y eso que la mayoría están hechas por hombres. Del mismo modo que buena parte de las películas feministas que se hicieron durante el franquismo fueron dirigidas por hombres. Es una frase que se encaja con ironía, con sentido del humor. Y he pretendido que también haya buen humor en Manda huevos.

¿Hay un reflejo en la película también de la España actual?

Claro. Algunas cosas han quedado obsoletas, al menos aparentemente, pero me temo que el país no ha cambiado tanto en el fondo. Una de las intenciones del documental es informar o recordar a la gente más joven cómo ha sido y sigue siendo este país. Mientras trabajábamos en Con la pata quebrada, el montador, que era muy joven, se preguntaba «¿pero este es mi país?». Eso puede ocurrir también con Manda huevos.

¿Ha sido complicado reunir los materiales?

Algunos han sido muy difíciles porque no quedan copias o se conservan en mal estado, y en otros casos ha sido complicado identificar a los propietarios. Pero eso forma parte del carácter de aventura, de juego, que tiene este tipo de trabajo.

¿Cómo describiría la actual relación entre Zinemaldia y cine español?

Idílica. Yo creo que es un concubinato. Muchísimos productores y directores quieren ir a San Sebastián, pero no siempre ha sido así. Todos los años ha habido películas españolas pero muchas veces era complicado que los productores no optaran en primer lugar por Venecia o Locarno.

¿Qué convierte a San Sebastián en una ciudad tan cinematográfica?

Lo es ahora. Hace no tantos años me sorprendía que hubiese colas para ver una película iraní subtitulada pero que después durante el año no hubiera en cartel ninguna en versión original. A veces también teníamos que repartir invitaciones para llenar las sesiones, o alquilábamos todas las salas para que no se nos colara la superproducción americana de turno y nos hiciera la competencia. Ahora, sin embargo, ningún éxito de Hollywood pretende estrenarse durante el festival.

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