Nominado en cinco ocasiones a los premios del cine español, esta es la primera vez que Ken Loach asistirá a los galardones. Pero antes de conocer si su última cinta suma nuevos reconocimentos a la Palma de Oro del Festival de Cannes, el director británico más comprometido y reivindicativo protagonizó un coloquio en la Academia, en el que afirmó que, aunque el cine no pueda cambiar el mundo, «es una voz dentro de un coro enorme y, cuantas más hay, mayor es el papel que desempeñamos y de ahí puede surgir un movimiento».
En este encuentro, moderado por las periodistas de La Script María Guerra y Pepa Blanes, el veterano realizador dio su visión sobre las injusticias del mundo contemporáneo, la clase obrera, el peligro del Brexit y de Trump, su relación con España y cómo aborda el equilibrio entre un guión cerrado y la búsqueda de la espontaneidad en el rodaje.
«No hago ensayos, pero sí que reflexionamos mucho sobre el personaje y siempre rodamos en orden cronológico, porque así la secuencia que rodamos hoy es el ensayo de la de mañana. No hace falta plantearse qué hubieras sentido porque ya lo tienes en el estómago», desveló Loach, que considera fundamental «el instinto del actor. Si están entregados a la película, quieres que tengan esa vulnerabilidad y que revelen algo sobre sí mismos y que, de este modo, revelen al personaje».
En su última cinta ha abordado cómo el sistema de seguridad social británico ha abandonado a dos generaciones muy diferentes. «Nos dimos cuenta de que el Gobierno británico está empeorando la situación sanitaria de sus ciudadanos», explicó el cineasta, que considera que el caso del personaje Daniel Blake impacta tanto porque «es un hombre que ha contribuido durante toda su vida, que no tiene más hijos de los que puede permitirse, que no es adicto a nada. No cumple los estereotipos que salen en los medios. En Londres las autoridades locales, en lugar de ayudar a las personas a afrontar los altos alquileres, hacen una ‘limpieza social’, los mandan a otras zonas», como se ve en el caso de la otra protagonista, Katie.
Vinculado a España desde los 90
De España guarda recuerdos «memorables» del rodaje de Tierra y libertad en 1994, donde abordó la división de la izquierda en la Guerra Civil española. «Estaba en Barcelona con el productor y yo no hablaba una palabra de español y pensaba ‘no vamos a conseguirlo’. Y todos nos decían que nadie quería hablar de la guerra, pero resultó que todo el mundo quería hablar de ello. Muchas personas fueron muy generosas compartiendo sus recuerdos», afirmó.
¿Y cuál es el problema de la izquierda que reflejan sus historias? “Nunca hemos tenido confianza en la fuerza de la clase trabajadora. Los líderes nunca han confiado en su propia fuerza», resaltó el director de El viento que agita la cebada.
Reflejar los problemas del mundo
Loach espera que la gran acogida de Yo, Daniel Blake, premiada en Cannes y nominada en los BAFTA y los Premios del Cine Europeo, anime «a los productores a que financien este tipo de películas, porque es una tradición muy larga en la literatura y en el cine la de reflejar los problemas del mundo”.
Tampoco pierde la esperanza de que es posible revertir las injusticias que denuncia en sus filmes. «La historia todavía no ha acabado y siempre cambia, y hay nuevas fuerzas que van emergiendo. Y otra cosa: hay un conflicto inevitable entre los que emplean y las clases trabajadoras. Tenemos intereses conflictivos, y eso no va a acabar hasta que ganemos», sentencia.
A sus 80 años y con cinco décadas detrás de una cámara, el realizador no piensa de nuevo en la retirada –»Lo único que sé hacer es películas»– pero aún no tiene en mente su próximo proyecto. Si le preguntan recurre a la filosofía de Simeone: «Lo mismo que en fútbol: partido a partido».