Lino Escalera: «La muerte es un tabú cultural y también socioeconómico»

Por Chusa L. Monjas · 17 mayo, 2017

Estrena No sé decir adiós, el drama que más galardones cosechó en el último Festival de Málaga

No sé decir adiós no ha podido arrancar de mejor forma. La ópera prima de Lino Escalera es la cinta que más premios recogió en el Festival de Málaga –Mejor Guión, Mejor Actriz para Nathalie Poza, Mejor Actor Secundario para Juan Diego y la Biznaga de Plata por el Premio Especial del Jurado–, ha recibido numerosas críticas positivas y en el que fue su primer encuentro con los medios en el certamen andaluz, su autor se llevó calurosos aplausos. «Nos ha costado mucho sacar adelante la película, ver recompensado el trabajo y el esfuerzo es un regalo», admite el director madrileño, que ahora tiene el sueño de todo cineasta: “Que la historia funcione y se mantenga un tiempo prolongado en la cartelera para que la vea el mayor número de espectadores. Es un filme duro e incómodo porque a nadie le gusta ver la muerte y la enfermedad, temas que hemos tratado con mucho respeto y pudor. También hay ternura y humanidad, elementos que pueden ayudar a crear un vínculo con el espectador y que este empatice con los personajes y viaje emocionalmente con ellos”.

Antes de su puesta de largo, Lino Escalera ha firmado varios cortometrajes y trabajado en series de televisión. Y este viernes, 19 de mayo, estrena su primer largometraje, el viaje de despedida de una mujer y su padre, que padece un cáncer terminal. Juan Diego, Nathalie PozaLola DueñasPau Durà y Miki Esparbé son los actores de esta producción escrita por Pablo Remón cuyo germen fue el tercer corto de Escalera, Elena quiere, que fue seleccionado por más de setenta festivales internacionales y logró innumerables galardones.

 

Su relato muestra lo importante que es despedirse bien.

Es muy duro aceptar que un ser querido se va. Los personajes que interpretan Juan Diego y Nathalie Poza tienen una dificultad de expresión emocional muy profunda. Es extremadamente difícil expresar el perdón, el amor, la rabia… emociones que  desencadena la proximidad de la muerte porque eso provoca saldar cuentas pendientes. Y a pesar de las dificultades, de ese blindaje y de su  parquedad, lo más bonito es ver cómo intentan despedirse a su manera. Hay miradas, gestos, palabras que construyen esa despedida, quizá no es una despedida al uso y puede que no satisfaga al espectador, pero intentan perdonarse y decirse adiós desde la fractura, el dolor y la distancia, y por ahí puede enganchar esta historia complicada y dura.

Vivimos en una cultura de negación de la muerte.

En la sociedad capitalista se vende todo lo relacionado con la vida, la muerte no vende. No es solo un tabú cultural sino socioeconómico. Cada familia tienes unos códigos de comunicación o incomunicación que influyen en cómo se maneja esa despedida. Hay una brecha generacional entre el padre y la hija, que están en dos Españas muy diferentes. Mi padre, que fue  un niño de la posguerra, nos quería muchísimo, pero le costaba expresar sus sentimientos, y eso lo mamas. No hay recetas mágicas ni soluciones, mi conclusión es que hay que estar lo más cerca posible de la persona, a mi el contacto físico me ayudó mucho con mi padre. A los personajes de No sé decir adiós les quedará el viaje que hacen juntos.

La película también plantea el cuidado de nuestros mayores.

Eso es muy mediterráneo, aunque se está perdiendo. Mi madre cuidó de mi abuela hasta el último momento. El papel que hace Lola Dueñas representa ese tipo de mujer, ese legado tan nuestro de estar con los padres hasta el final.

Cuando se revelan las relaciones entre varios personajes, se suele tomar partido por uno de ellos.

Los que interpretan Juan Diego y Lola Dueñas son más reconocibles y cercanos, y tienen más toques de humor. Me preocupaba el de Nathalie Poza porque hay pocas opciones para empatizar con esta mujer. Cuando empezamos a trabajar, Nathalie aportó algo impagable porque consiguió colocar más cerca de la superficie la fragilidad de esta mujer, la herida que tiene por más que intente ocultarla. Es una mujer que habla poco y cuando lo hace está colocada o borracha, por lo que pusimos el peso en la escucha para mostrar su humanidad.

En No sé decir adiós cuenta con un reparto de lujo.

Cuando el guión llegó a sus manos, la respuesta de Juan, Nathalie y Lola fue inmediata. Fluyeron las energías y se  involucraron en la historia, a la que han echado mucho talento y cariño.

La familia es una fuente inagotable para el cine.

Es la raíz, de donde venimos y donde acabamos. Es un tema universal, es lo más cercano e inmediato que todos tenemos. Juan Diego decía que la familia es una fuente de neurosis, y yo añado que de amor y de apoyo.

Tirar y tirar

No parece tener interés en las historias dulces ni fáciles.

Me gusta todo tipo de cine. Si creo que la tendencia a lidiar con historias y personajes duros se va a mantener. Ahora tengo dos guiones, un thriller y un drama escrito por Pablo y Daniel Remón. La intención es seguir dentro del drama, pero hacer películas abiertas para llegar al mayor número de espectadores posibles.

Con No sé decir adiós ha demostrado que se puede hacer cine fuera de las grandes productoras y sin el apoyo de las televisiones.

Ha sido posible porque mucha gente ha apostado por la película. Todos, desde los actores al último meritorio, hemos sacrificado el sueldo. Al final, nos dio aire que entrara Canal Sur y Movistar +. En España se hacen muchas películas porque la gente tira de ellas de esta manera, situación que espero que cambie. Ha sido un camino muy largo –seis años más dos de escritura de guión– en el que hemos pasado por muchas etapas, en algún momento pensamos que estos personajes no iban a tomar vida, que el guión se iba a quedar en el cajón, pero tiramos por el amor a esta historia y a esta profesión.

¿Que ha aprendido de este via crucis?

Que hay que tener más de un proyecto en movimiento. No te puedes hipotecar en un solo plan.

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