Laura Ferrés: «Me interesa la gente corriente que atraviesa catástrofes en silencio»

Por Enrique F. Aparicio · 30 mayo, 2017

Triunfó en la Semana de la Crítica de Cannes con el corto Los desheredados

La nuca de un hombre de mediana edad es lo único que ve un grupo que celebra una despedida de soltera. Es el conductor del autocar que las lleva y las trae durante su noche de jarana. Laura Ferrés ha pegado su mirada y su cámara a esa nuca, la de su padre, para descubrir todos los ángulos de una generación de trabajadores que, tras toda una vida de empuje, se ven abandonados a un mundo que no les es propio. Son Los desheredados que, entre la realidad y la ficción, le han valido a Ferrés el premio Descubrimiento Leica Cine de la Semana de la Crítica de Cannes.

 

Los desheredados es un retrato de su padre, que sirve de muestra de parte de su generación, ¿qué le impulsa a filmarle?

La familia suele ser el epicentro de mis trabajos y además, acostumbro a llevarlos a cabo a partir de anécdotas personales. Parte de la elección de rodar con mi familia se debe al interés por explorar los límites entre documental y ficción: me gusta trabajar con elementos reales pero disponerlos a mi antojo, utilizando estrategias de la ficción para crear una nueva verdad.

La idea iba y venía a mi cabeza desde hacía años pero no acababa de encontrar la anécdota que me motivara a llevarla a cabo. No obstante, cuando mi padre me dijo que debía cerrar el negocio familiar, ya que era insostenible a causa de la crisis financiera, me di cuenta de que, más que nunca, tenía sentido filmarle.

¿Fue fácil mirar como cineasta a su entorno más inmediato?

En realidad me resulta más fácil, y a la vez también me motiva más, moldear la realidad que partir de cero. La única limitación con la que te puedes encontrar es que, al ser actores no profesionales, no sean capaces de enfrentarse a ciertas cuestiones. Sin embargo, justamente porque se trata de mi entorno más cercano, pude seleccionar instintivamente los rasgos de su personalidad que más me fascinan para construir los personajes y, de esa manera, que no les costara interpretarse a sí mismos. Aunque, sin duda, todo ello requiere el esfuerzo de observar la realidad como si fuera la primera vez que la miras.

A la hora de plantear un proyecto, no pienso tanto en la historia que quiero contar, sino en el personaje que quiero construir. Me interesa la gente aparentemente corriente que atraviesa grandes catástrofes en silencio.

¿Qué convierte a estos desheredados en sujetos cinematográficos interesantes?

Creo que cualquier persona que llega a cierta edad, independientemente de que se encuentre en un contexto de crisis, puede acabar sintiéndose parte de un mundo que no reconoce. Pienso que esa fragilidad ante el paso del tiempo es muy humana y los espectadores pueden sentirse identificados. Me gustaría pensar que la gente, incluso en momentos adversos, no se conforma, sigue mirando a su alrededor con curiosidad y luchando por una vida digna. Quizá estoy equivocada, pero me da la sensación de que no hay demasiadas muestras de estas generaciones en nuestro cine. Imagino que puede deberse a que no es un tema agradable de entrada, y que, como ocurre en nuestra vida sociopolítica, estas personas también se dejan al margen del cine.

El corto tiene una estética muy cuidada. ¿Qué efecto buscaba al retratar la historia de esta manera?

Al rodar con mi familia quería desdibujar las líneas entre documental y ficción. Sin duda hay un interés por llenar de luz el cortometraje en relación al mensaje que contiene: la dignidad, mantenerse firme a pesar de todo. Por otro lado, también el deseo de sintetizar cada situación en un plano para aportar veracidad al relato, ya que el corte entre plano y plano siempre esconde algo. Se filmó con luz natural, sin intervención artística ni maquillaje y peluquería, en localizaciones reales y equipo mínimo. Siguiendo la coherencia del aspecto visual, la banda sonora es diegética e incluso la corrección de color es mínima para conservar la esencia del material.

Por otro lado, me pareció interesante plantear una puesta en escena que tuviera en consideración el fuera de campo para delimitar al personaje con el sonido que proviene del exterior del plano. Nuestra sociedad prioriza la imagen sobre el sonido, pero en realidad es una poderosa arma que puede completar nuestra percepción y además distorsionarla. La primera escena ya se vertebra alrededor de esa idea: mi padre es conductor, y como tal, su contacto con los pasajeros se establece mediante el sonido de las voces que escucha a sus espaldas.

Cada plano es estático, sobre trípode, pero los límites de la cámara no limitan a los personajes, que entran y salen del cuadro con total libertad. De hecho, intenté que la cámara les resultara invisible en la medida de lo posible para que no se sintieran cohibidos y, además, poder realizar planos generales para que el peso de los espacios recayera sobre mi padre.

El año pasado un corto español, Timecode, se hacía con la Palma de Oro. Este año premian el suyo. ¿Habla esto bien de la salud del formato en nuestro país?

La salud del formato siempre ha sido buena, el problema es que no tanto así la de las vías de distribución para que esos trabajos lleguen al público, que básicamente se reducen a los festivales. Por desgracia, no todos tienen cabida en los grandes certámenes que acaparan titulares, como Cannes, y justamente cuando uno consigue colarse, parece que el cortometraje español se encuentre en un buen momento. En realidad la sorpresa se debe al desconocimiento sobre el interesante circuito de festivales orientados a este tipo de obras, y los autores que prefieren trabajar en formato corto que hay tanto en nuestro país como internacionalmente. Es decir, existe todo un universo en el que gran parte del público y medios no repara porque desgraciadamente el cortometraje se sigue considerando un género menor.

¿Cómo acogió el premio en Cannes? ¿Qué objetivos se fija a continuación?

Estar seleccionada en Cannes e incluso ganar el premio a mejor corto por considerarme la cineasta más innovadora es un honor y un sueño hecho realidad. Obviamente también resultó una sorpresa, sobre todo cuando el jurado me dijo que se había tratado de una decisión unánime. Además, fue muy emotivo porque invité a parte de mi familia al estreno y gala de premios. Me gustaría dar el salto al largometraje, ya que la propia Semana de la Crítica ofrece a los participantes de esta última edición entrar en un taller para ayudarles a llevarlo a cabo.

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