Elena Trapé: «Imaginamos cómo sería nuestra vida a los cuarenta, pero no se cumplirá»

Por Juan MG Morán · 14 mayo, 2018

La realizadora logró la Biznaga de Oro a la Mejor Película Española en el Festival de Málaga con Las distancias

Elena Trapé supone que el paso que hay que dar para rodar una segunda película tiene más que ver con el asentamiento que con el impulso, «es la reafirmación en el hecho de querer hacer cine”. Y casi una década ha tardado en estrenar su segunda película. Pero el viaje de Barcelona a Berlín, que recorrió en coche para escribir Las distancias, ha tenido final feliz y parada en Málaga, donde se ha alzado con la Biznaga de Oro a la Mejor Película Española y los premios a Mejor Dirección y Mejor Actriz para su protagonista, Alexandra Jiménez. 

De discurso pausado, la cineasta formada en la ESCAC se resigna a pensar en su último filme como una historia generacional, pero retrata al milímetro a los jóvenes de este país a los que les ha tocado vivir las duras del sistema. Aquellos que aún viven en casa de sus padres y tienen trabajos a media jornada. O sus amigos, que emigraron a ciudades europeas en las que cada día se cruzan con cientos de españoles que, como ellos, sobreviven con trabajos alimenticios. Trapé asegura que los de su generación se han dado de bruces “con un shock de realidad en el que existe la precariedad”. Quizá de ese golpe tan áspero y rotundo haya nacido Las distancias. 

¿Qué lleva a una directora a estar ocho años sin rodar?

Es difícil hacer cine en España y es difícil hacer una segunda película. No me siento un caso excepcional. Pero realmente hubo un contexto económico que no ayudó; fue difícil encontrar una productora que apostase por este tipo de película. Desde que entra Marta Ramírez, la productora, tardamos tres años en terminar. 

¿La crisis ahogó más al cine de autor?

Ha ahogado a la liga media. Antes era muy habitual que hubiese filmes en España con presupuestos de uno o dos millones de euros, pero eso casi ha desaparecido. Ahora las películas se localizan en dos extremos, y uno realmente es muy precario, porque imposibilita que la gente pueda vivir de esto. 

¿Seguirá existiendo este cine?

Las películas de autor se seguirán haciendo. Pero habría que analizar cómo se han hecho muchos de estos filmes: con qué diseño de producción, la capitalización de sueldos, hay muchos proyectos final de carrera en los que nadie ha cobrado… Aún así, la crisis no ha ahogado la creatividad, porque nace de un pulso que no está ligado a la economía. 

¿Pueden salir las cosas bien cuando se hacen a golpe de pulmón?

Sí. Pero eso no debería ser un consuelo. A la salida de la clausura de Málaga comentábamos que había habido una tónica en los discursos: todo el mundo había hecho sus trabajos con poco tiempo, poco dinero y sacrificando sueldos normales.

Con todo esto, Las distancias ha logrado tres premios en el Festival de Málaga. 

Me acuerdo mucho de que, cuando Carlos Vermut ganó la Concha de Oro, tuvo que volver a vivir a casa de sus padres. Esa es la situación que nos ha ahogado. Si se hacen películas interesantes es porque tenemos un cine muy rico en miradas y en propuestas, pero las condiciones, a veces, son terribles.

¿Puede Elena Trapé afirmar que vive de ser directora?

Yo me siento muy afortunada porque hago lo que me gusta, y en ello entra hacer publicidad y dar clases. Si me lo hubiese planteado en términos más prácticos, habría hecho derecho.

Punto muerto

¿Siempre quiso hablar del reencuentro de un grupo de amigos, tratar la decepción?

Fue el punto de partida. Quizá por necesidad personal. Me interesa el reencuentro, porque evidencia el paso del tiempo, que las cosas han cambiado. Un grupo de amigos es una estructura parecida a la familia, que termina convirtiéndose en un tour de force cuando alguien quiere cambiar, porque eso no es cómodo. Lo que no tuve tan claro siempre es que todo sucediera en Berlín.¿Por qué allí? ¿Qué le ofrecía esta ciudad?

Cuando fui allí a escribir, hice el mismo viaje en coche que habrían hecho mis personajes. Me di cuenta que no quería hacer una película llena de elipsis. Entonces concentramos toda la acción en esa ciudad durante un fin de semana. Berlín en invierno es una ciudad oscura, que se esconde, que no tiene un casco histórico en el que pasear agradablemente. Esa cosa que tiene, que te puede desorientar mucho, nos interesaba para lo que viven los personajes.

¿Hay algo en Las distancias de su sentimiento al convertirse en adulta?

Claro. Hubo un momento en el que muchos creímos que daríamos un paso hacia adelante y todo quedó en punto muerto. Nos creímos que vivíamos en el Estado del Bienestar, casi éramos apolíticos… Vivíamos muy bien en casa de nuestros padres pero, de repente, vimos a amigos que habían hecho todo lo que tocaba, pero que perdieron su piso porque no siguieron pagando la hipoteca. Nos hemos dado de bruces con un shock de realidad en el que existe la precariedad. Imaginamos cómo sería nuestra vida a los cuarenta, pero todo eso no se cumplirá.

¿Qué ha hecho la crisis con esta generación?

En el grupo de amigos que protagoniza mi película se junta la melancolía que conlleva el proceso de hacerse adulto y ver que las cosas se complican, que no es tan fácil, con una sensación de frustración y decepción cuando ves que sigues teniendo contrato temporal, vives de alquiler y compartes piso. Nos creímos que estudiaríamos, haríamos un máster, iríamos de Erasmus y cuando volviésemos tendríamos trabajo. Entonces llegaría la pareja, los hijos y el piso en propiedad. Ese pack que iba con un lazo no ha llegado. A día de hoy, no sé lo que los periodistas tienen que escribir para llegar a fin de mes, lo que se paga por un artículo, lo que se cobra por hacer una ilustración…

¿Por qué afirma que Las distancias no es una película generacional?

Porque me parece pretencioso hacerlo. No ha sido nunca la intención. Habíamos hecho muchas bromas al respecto con el equipo, sabíamos que esto iba a pasar.

 

Contra los complejos

 

Las distancias es una película bilingüe, en catalán y español.

Tenemos hojas y hojas en las que se explica dónde se conocieron los personajes, qué estudiaron, qué relación había entre ellos… Ahí también planteamos el bilingüismo tal y como se vive en Cataluña: hay personas que siempre hablan en catalán con todo el mundo, otros que siempre hablan castellano, gente que salta de una lengua a otra, gente que se comunica en una u otra lengua en función de quién les haya presentado. Parece complicado de entender desde fuera, pero es natural.

¿Ha notado diferencias en este sentido respecto al estreno de Blog en 2010?

Totalmente. La lengua natural de la mayoría de las actrices de Blog era el catalán, pero la rodamos en castellano. ¿Qué ha pasado en estos años? Pues Tres días con la familia, 80 egunean, Loreak, Estiu 1993… Ha habido una eclosión, y el espectador se ha acostumbrado. Es claro que ha habido un cambio, se han roto las barreras y superado los complejos.

Isabel Coixet es productora asociada de su película. ¿Qué le inspira la Isabel Coixet cineasta?

Ella es un referente clarísimo. Recuerdo que con 18 fui al cine a ver Cosas que nunca te dije y no solo sentí que se podía ser directora, también que podía hacer cine indie. Pude conocerla al rodar un documental sobre ella, y creo que se le ha juzgado a nivel público de manera equivocada, porque es una tía inteligentísima, muy culta, muy divertida y con una energía increíble a la hora de trabajar, no para.

¿Cómo consigue la ESCAC ser cantera del cine español?

Su apuesta siempre ha sido la formación a través de la práctica constante. El alumno rueda desde el primer mes, lo que le permite descubrir en qué cargo está más agusto. Por otro lado, el cambio importante vino con que la escuela empezase a producir. Esto es importante porque el criterio de selección de los proyectos no tiene en cuenta el género de la persona que hay detrás. Eso, de manera no planificada, ha facilitado que entren proyectos de mujeres y que se hayan llevado a cabo respetando cien por cien su mirada, porque desde la escuela el planteamiento no es industrial.

En los últimos años los proyectos más destacados han sido, además, dirigidos por mujeres.

Hay un punto de casualidad, pero sí es cierto que en las escuelas el factor de género no existe. Igual que no existe cuando te ponen las notas en un examen, hay siempre igualdad en esos resultados.

¿Tiene ya una nueva historia?

Estoy desde hace seis meses escribiendo con Miguel Ibáñez, uno de los coguionistas de la película, y ya tenemos a los personajes. Rodaremos en una zona del Pirineo catalán que es brutal. Habrá paisaje y tendrá un peso importante.

Si en Las ditancias fue la decepción, ¿qué les unirá aquí?

Quizá la ruptura. 

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