Iciar Bollain: “Cada vez cuesta más ofrecer algo al espectador que le saque de casa”

Por Chusa L. Monjas · Foto: ©Alberto Ortega · 22 septiembre, 2018

Con Yuli es la tercera vez que aspira a la Concha de Oro del Festival de San Sebastián

Directora, guionista y actriz, Iciar Bollain se siente en un momento profesional “muy bueno”. Sobre-pasados los 30 años en el oficio, sabe cómo hacer lo que quiere y sabe “cuándo está bien y cuándo no”, reconoce la cineasta madrileña, para quien ha sido “muy rico” que su nueva propuesta, Yuli, cuente la historia de un cubano –el bailarín Carlos Acosta–, escrita por un escocés –Paul Laverty–, dirigida por una española y con productores de cuatro países –Cuba, Alemania, Inglatera y España–. Yuli, el apodo de Acosta en su niñez, es el título de esta película con la que Bollain opta por tercera vez a la Concha de Oro. Una historia que habla de valores  universales a través del que, entre otras cosas, es “uno de los mejores bailarines de su generación”, destaca la cineasta.

¿Qué espera de su tercera visita a Zinemaldia?

Que llegue al público, ¡y el de San Sebastián está acostumbrado a ver buen cine! Si, además, la prensa nos trata bien, sería empezar con buen pie el camino hacia el estreno en diciembre.

Desde 2010 ninguna cineasta española había entrado en la sección oficial de Zinemaldia.

Es llamativo. Cuesta creer que no haya habido nada entre los trabajos que hemos hecho las directoras en los últimos ocho años que pudiera haber estado en la sección oficial. Pero es bastante habitual, sobre todo en las grandes competiciones, como se ha denunciado este año en Cannes, donde el porcentaje de directoras es históricamente raquítico.

Es la única mujer del cuarteto español que aspira al máximo galardón ¿cómo ve lo de la Concha de Oro?

Complicado. Mejor no pensar en ello, y si llega… fantástico. Pero si no llega no nos vamos a amargar.

Es la primera vez que el protagonista de su historia se interpreta a sí mismo ¿cómo ha sido su relación con Carlos Acosta?

Ha sido muy fácil trabajar con él porque el guión le entusiasmó. Antes de rodar había un trabajo complejo que hacer con las coreografías, pero él no tenía tiempo de hacerlas. María Rovira tiene un estilo que le iba muy bien a las coreografías que Paul describía en el guión, y que no podían ser ‘abstractas’, sino mas bien narrativas, porque se trataba de contar parte de los sentimientos y la vida de Carlos mediante la danza. María y yo hicimos dos viajes a Cuba en los que se crearon y ensayaron las coreografías. Mientras estábamos rodando la infancia y juventud del personaje, Carlos estaba de gira con su compañía, y llegaron los últimos días del rodaje para hacer su parte. Cuando vio la película terminada se emocionó mucho.

Hacer memoria no debió de ser fácil para él.

Ya había hecho un gran ejercicio de remover recuerdos al escribir su autobiografía, No Way Home, en la que se inspira en parte el guión. Conocía bien las escenas, y le parecía una gran idea interpretar a su padre en los bailes. Pero creo que no se paró demasiado a pensar que para actuar inevitablemente iba a tocar algún nervio, porque además es un hombre muy emotivo, y el recuerdo de sus padres, ya fallecidos, le sigue afectando mucho.

No era su primera experiencia cinematográfica. Bailarín, coreógrafo, escritor…, ¿le augura una carrera en la gran pantalla?

Si quisiera, podría. Tiene mucho carisma, mucha presencia en pantalla y mucha naturalidad.

Fue bailarín gracias a su padre. De nuevo, deja patente la importancia de los vínculos familiares en su cine.

Los vínculos familiares nos afectan a todos: o porque están muy presentes, como en esta historia, o por la falta de ellos. Nuestro primer mundo, al que llegamos nada más nacer, para bien o para mal, es la familia y con eso tienes que vivir toda la vida…

Paul se basó mucho en la relación padre-hijo, muy contradictoria, con muchos choques, pero tambien con mucho amor. Esa relación es lo que vertebra la película.

«La historia de Acosta no va de ajustar cuentas, sino de reconciliarse con algunos recuerdos dolorosos»

Nunca perdió contacto con su país. Como él mismo dice, es el único cubano que quería quedarse en la isla.

Es una época en la que hay varias diásporas, no solo la de los ochenta hacia Miami, o la de la crisis de los balseros, sino que en todos esos años hay un gran exilio de bailarines y de peloteros de béisbol que salían de gira y no volvían. Para Carlos volver era fundamental y se preocupó siempre de salir con el permiso del Ballet Nacional de Cuba, al que pertenecía desde que acabó sus estudios. Pero no solo volvía a ver a su familia, una vez trajo con él al Royal Ballet al Gran Teatro de la Habana, y colocó unas pantallas en el exterior para que todo el que quisiera pudiera disfrutar del espectáculo. Creo que tiene esa conciencia de devolver tambien lo que se le ha dado, y de amor por su gente. Ha vuelto además para crear su compañía de danza y una escuela. Y tiene la ambición de abrir la abandonada Escuela de las Artes.

¿Se vende la novela en las librerías de la isla?

Está traducida, publicada… y guardada. Según me dijeron, parece que alguien interpretó que había en la biografía alguna crítica a Alicia Alonso, y por no tener problemas o darle un disgusto a Alonso, se ha retenido de momento la publicación. No me parece una autobiografía de ajustar cuentas, sino más bien de reconciliarse con algunos recuerdos dolorosos.

Gracias a su trabajo, esfuerzo y dedicación, abrió camino a otros bailarines negros.

En el Huston Ballet fue la estrella, bailando todos los príncipes y protagonistas habitualmente blancos, pero donde fue el primer Romeo negro en la historia de la compañia fue en el Royal Ballet. Para muchísmos bailarines de todo el mundo es un gran referente. Y era muy bonito ver la admiración en los niños negros y mulatos. “¡Carlos es un escapao!”, nos decían.

Nureyev, Nijinsky y Acosta, ¿con quién se quedaría?

No sé tanto de ballet, pero Carlos, ademas de una técnica excepcional y un enorme talento, es muy masculino. Sus personajes, su Romeo, son sexys. Y eso es muy atractivo, y rompe con la imagen habitual del bailarín de ballet.

¿Qué ha aprendido con Yuli?

Un montón de cosas… En Cuba hay un nivel de cultura y un calor humano que siempre te sorprende, en medio de las dificultades para vivir, que son infinitas.

Yuli es un ejemplo de que nuestra cinematografía puede apostar sin complejos por todo tipo de géneros.

Me he ido a Cuba con primeros espadas –Alberto Iglesias, Álex Catalán, Eva Valiño, Laia Colet, Karmele Soler, Juan Gordon–. Gente capaz de sacar adelante cualquier proyecto por complejo que sea y darle una gran calidad.

Película a película se ha hecho directora. Lo suyo es pico y pala, ¿sigue pensando que cada largo que hace es una victoria?

Un poco sí… Esperemos que el nuevo Gobierno invierta un poco más en cine. Cada vez cuesta más encontrar dinero, sobre todo para proyectos que se salen del género. Y también cuesta cada vez más ofrecer algo al espectador que le saque de quedarse en casa, viendo series cómodamente. Yo también las veo y las disfruto, y por supuesto no descarto hacerlas, pero no empujan a salir al cine ni a la lectura. Da mucha alegría cuando hay un fenómeno en nuestro cine que llena las salas y ves que la gente todavía disfruta de ver una película a oscuras y rodeada de otras personas.

Yuli se estrena el 14 de diciembre.

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