Jota Linares: «Con la crisis, el futuro pasó de incierto a desolador»

Por Enrique F. Aparicio · 10 abril, 2019

Un chiste desafortunado, un comentario a destiempo o un piropo envenenado pueden detonar las cargas, más o menos voluminosas, que llevamos todos. En el caso de los cuatro amigos que recorren las orillas de ¿A quién te llevarías a una isla desierta?, una última noche de desenfreno estallará en un ajuste de cuentas de la manera más tonta. A Jota Linares, los personajes que ahora interpretan Pol Monen, Andrea Ros, Jaime Lorente y María Pedraza llevan acompañándole más de una década, desde el estreno de un corto que derivó en obra de teatro que deriva ahora en largometraje de la mano de Netflix. Con la cinta, pone «punto y final» a esta historia coming-of-age, un género «visto como menor» en nuestra industria pero que tiene el poder de «darnos voz».

La historia de ¿A quién te llevarías a una isla desierta? lleva una década acompañándole, ¿siente que con esta película pone un punto y aparte?

No, pongo punto y final. Cierro un ciclo, así lo siento. A no ser que alguien quiera un musical, ¿te imaginas? Pero no sería conmigo. Cada vez que veo la película, más orgulloso estoy de ella. Ahora que estos personajes viven para siempre, puedo abandonarlos.

¿Cómo han evolucionado la historia y los personajes en estos años?

Han evolucionado conmigo. Estrenamos el corto en 2006, cuando la crisis aún no existía, o al menos no se hablaba de ella, aunque seguro que había quien sabía lo que estaba por venir. La historia giraba más en torno al último día de universidad de un grupo de amigos con futuro incierto. Con la crisis, el futuro pasó de incierto a desolador. Pasó de ser una historia de amor a un grupo de amigos que buscan su lugar en el mundo, una historia sobre el miedo a decidir. Y eso nos lo fueron indicando las funciones de teatro. Es algo mágico, lo vivo que está el teatro, aunque nazca y muera en el momento, y solo quede en el recuerdo. Te permite ver al instante lo que funciona, lo que interesa, lo que conmueve. Y eso se puede incorporar.

El panorama de la juventud española no es el mismo en 2019 que en 2012. ¿Cree que las preocupaciones de los jóvenes han cambiado?

Falta mucha concienciación política, ojalá eso sí haya cambiado. Porque la política es fundamental para los jóvenes, aunque parezca que está muy lejos. Hoy en día parece que marca hasta lo que se puede decir y lo que no. Espero que las nuevas generaciones vengan con una mayor conciencia política, porque seguimos perdidos, desorientados y apáticos. Nos hacen estar así. Pero tenemos algo precioso, y es que a pesar de los defectos siempre nos levantamos. Esa virtud anula todos los defectos.

Independizarse y compartir piso significa, la mayoría de veces, terminar de configurar la personalidad de uno, descubrir quién eres lejos del nido. ¿Qué le atrae de ese escenario?

Te creas como persona. Los años en que compartí piso han sido los mejores de mi vida. Son años de disfrute y gozo, en los que te das al placer, y eso es fundamental. En una sociedad tan negativa, tan triste, tan gris, darte al placer puede ser algo subversivo. Yo no recuerdo reírme tanto nunca. Tengo asociada esa época con la libertad, y no hay nada más bonito que la libertad. Los vínculos que generé entonces siguen siendo los más importantes, porque elegí a mi segunda familia.

Los personajes de la película se han hecho mayores sin resolver ciertas cuestiones adolescentes. ¿Hoy en día no maduramos hasta que no tenemos más remedio?

Por supuesto. Maduramos tardísimo. Hace poco hice un ejercicio mental que me dejó sobrecogido: cuando mi madre tenía mi edad, yo llevaba ya dos años en la universidad. Y yo, en cambio, me sigo vistiendo como cuando tenía 18 años. Veo que mis amigas se enfrentan a la maternidad con miedo, porque quieren ser madres pero la sociedad se lo impide hasta que son mayores y entonces es arriesgado. No maduramos hasta que la vida no nos da una hostia, y de repente eres adulto. Hay una verdad universal, y es que te haces mayor cuando te das cuenta de que tus padres se pueden morir. Ese día cambia todo.

 

Noches reveladoras

Los personajes con ambiciones artísticas (actuar, escribir) se enfrentan también al reto de conjugar esa pulsión creativa con “ganarse la vida”. ¿Es algo que retrata a partir de su experiencia personal?

Sí, yo he puesto muchas cañas. Muchísimas. He trabajado en un McDonalds, en una FNAC, en una tienda de ropa… Y te frustras muchísimo, porque dejas de tener tiempo libre. Porque cuando no estás en el trabajo que te alimenta, estás con el trabajo de sacar adelante proyectos. Hay un momento donde tu cabeza explota, es muy duro. Pero forma parte de la profesión. Antes no era así, pero la crisis lo cambió todo. Yo cada vez intento pensar más en positivo, y creo que son las reglas del juego: si quieres estabilidad, te tienes que dedicar a otra cosa.

Incluso cuando logras vivir de esto, es una profesión muy dura. Cualquier persona con un blog te puede hacer mucho daño, si permites que eso te pueda hacer mucho daño. Hay gente opinando de tu trabajo todo el rato. Es como si al salir de trabajar en la FNAC encendiera el móvil y viera a cinco mil personas opinando de cómo he ordenado las películas, cómo he atendido a tal cliente o cómo llevaba el pelo. Pero forma parte de la profesión, y aprendes a jugar con sus cartas –que para mí está siendo un proceso largo–.

Al personaje de Pol Monen, Eze, le aterra que otros lean lo que escribe. ¿Por qué provoca tanto pudor compartir lo que uno crea?

En el caso de Eze, porque cree que no tiene talento. Le da miedo que se rían de él, y de hecho parte del conflicto de la película parte de que sus compañeros se ríen de algo que no saben que ha escrito él. Es algo universal para quienes creamos: mostrar lo que has hecho y pensar que no vales.

Los protagonistas de la película viven su particular catarsis durante una noche de fiesta, alcohol y drogas. ¿Pueden ser esas noches, en principio pensadas para divertirse y escapar del día a día, descubrirnos quiénes somos?

Totalmente. En la función de teatro era con lo que más se identificaba la gente. Nos contaban que habían vivido una noche similar, esa noche reveladora. La estructura de la película es arriesgada, porque empieza de manera contemplativa, con uno de esos pesados días de verano en los que no pasa nada, donde las horas parecen eternas, y de repente estalla todo por los aires por una tontería. Pero son esos momento en los que la gente ve reflejada su experiencia.

En un momento en el que el futuro de los jóvenes parece otra vez incierto, con derechos logrados y cuestiones superadas otra vez en duda, ¿cuál cree que es la importancia de películas que hablen de nosotros?

Que hablen de nosotros sin tratarnos como tontos. Siento que hay un vacío de cine generacional en España, que hable de gente joven, contradictoria, con miedos, con inseguridades, con conflictos propios de esa edad. Es importante llenar ese vacío para hablar de nosotros, para darnos voz. Yo soy de una generación diferente a la de los protagonistas pero mis conflictos son parecidos, yo también necesito ese cine generacional. Me da rabia que sea considerado cine menor.

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