Leticia Dolera: “Busco un equilibrio entre crear y concienciar”

Por Enrique F. Aparicio · 20 septiembre, 2019

Tres amigas cabalgan juntas. Tres por la carretera. A María (la propia Leticia Dolera) se le descompone esa Vida perfecta en el último minuto; Cris (Celia Freijeiro) en apariencia la tiene, pero no es feliz; a Esther (la gran revelación Aixa Villagrán) no le interesa medirse en esos términos, pero siente la misma presión. Tres modelos de mujer, tres maneras de enfrentarse o no a la maternidad. Pero también a la sexualidad, al deseo, al trabajo o a las drogas. “La vida es imperfecta. O es vida sin más, sin adjetivos”, pero las tensiones entre lo supuestamente ideal y lo terrenal son el material de la primera serie de Dolera, que –desbordando su propia ficción– nació marcada por la polémica sustitución de una de sus actrices a causa de su embarazo. Se verá íntegra en la mayor pantalla de San Sebastián, el Velódromo.

Las protagonistas mantienen una constante tensión entre lo que son y lo que quieren ser, lo que les pasa y lo que quieren que les pase.
De eso habla la serie. Ellas tienen que liberarse de la vida que pensaban que iban a vivir para aceptar la que tienen, que puede ser más o menos parecida. A todos nos pasa: proyectas tu vida, pero cuando llega la de verdad te sorprende y descubres que las cosas no salen como habías planeado.

¿Existe la vida perfecta?
La vida es imperfecta. O sin adjetivos, la vida es sin más. Estos personajes parten de puntos distintos. Una tiene una vida muy ordenada, se ve casada con su novio de toda la vida, dos hijos, un buen trabajo… y tiene que aprender que los modelos de familia pueden ser otros. Otra, que destacó de adolescente en la pintura y creyó que iba a tener éxito –y ahora trabaja en un museo, pero el museo de cera– debe aprender a gestionar las expectativas. Además con el componente de cumplir 40 años, porque parece que durante los 20 y los 30 todavía te pueden descubrir.

Y por último, la que sí ha logrado esa vida normativa pero se encuentra con un vacío, siente que no es feliz, y en vez de mirar hacia otro lado se hace preguntas. Y a raíz de reconectar con su sexualidad, reconecta consigo misma. La sexualidad es un camino, como podría haber sido otro. Cuando tenemos la foto de instagram de la familia perfecta pero no estamos bien, hay algo que falla.

El gran territorio de la serie es el cuerpo femenino, en sus relaciones hacia fuera y hacia dentro. Se visibiliza la piel pero también se habla de almorranas.
Y las canas en el coño [risas]. La sexualidad y el deseo tiene un peso importante, las tres protagonistas son sujetos deseantes y no objetos deseados. Para mí era importante que las tres llevaran una vida sexual activa, y que eso no fuera un conflicto. Los conflictos parten de otras cosas, no de si follan más o follan menos. Detalles como nombrar las almorranas es algo que me ha salido sin darme cuenta, las mujeres habitamos un cuerpo y es normal que forme parte de la historia.

Los personajes también asumen lo que ocurre dentro de esos cuerpos, en el útero o el torrente sanguíneo.
En el primer capítulo consumen drogas y eso es un desencadenante de tramas que vienen luego. Esther tiene drogas en su casa y las sabe usar. Para María suponen un salto, algo que no se espera de ella. El capítulo acaba con las tres en un castillo hinchable que se desinfla, como esa vida de colores que esperaban.

El filósofo queer Paul B. Preciado explica que el sistema tecnocapitalista considera el vientre de las mujeres un espacio público que debe legislar, ¿lo siente así?
Lucho contra eso. En la serie hay tres tipos de maternidad y no maternidad. La sociedad nos inculca culturalmente que las mujeres debemos acabar siendo madres, cuando la no maternidad es una decisión tan importante como ser madre, y no una consecuencia de que se te pase el arroz o no encuentres a esa persona que se supone que necesitas. Es una decisión incluso más difícil.

Las mujeres no madres parece que tienen que justificarse constantemente.
Sí, todo el rato te sueltan: ¿estás segura? Parece que no seas una mujer mujer.

Hay un gesto constante en la serie que es tocarle la barriga a una embarazada, muy significativo en cuanto a nuestra relación colectiva con ese territorio reproductivo.
Leí un artículo sobre eso y me di cuenta de que yo misma sentía la necesidad de tocar la barriga de las embarazadas. Ahora siempre les pregunto, porque es su cuerpo. El embarazo no es algo ajeno a su cuerpo. En la serie no hay una intención de hablar de eso, como sí la hay de naturalizar la sexualidad de una mujer embarazada, lejos del morbo y el fetiche.

¿Estamos en proceso de desacralizar la maternidad, de devolverla a la tierra?
Hemos querido desmitificarla, mostrar las luces y las sombras. En un momento Cris dice que a veces no soporta a sus hijas, y eso es compatible con que las adore y las quiera muchísimo. A veces no soportas a tus hijos y no pasa nada, no hay que sentirse un monstruo. Todo esto nace a partir de conversaciones con amigas que son madres, también con madres que no son amigas mías. Pero quería entender los claroscuros de la maternidad.

Qué significa ser mujer es una cuestión que se reconstruye y se define cada día, ¿en qué posición cree que hay que colocar la maternidad?
La clave es la diversidad, entender que hay muchas formas de ser mujer y muchas formas de ser madre. No se trata de definir moralmente lo que es bueno para alguien, sino de entender que hay muchas formas de vivir.

También me parece interesante que en la serie los personajes masculinos –como ya ocurre en la sociedad– se van adaptando a las cuestiones que nosotras nos hacemos desde el feminismo: la maternidad, el amor romántico, el deseo, nuestros cuerpos… Cuestiones que nos están haciendo cambiar y que también modifican a los hombres que están con nosotras.

Repensarnos como mujeres es uno de los éxitos de la lucha feminista, de la que se ha convertido en rostro visible. La serie está claramente enfocada por esa visión, desde el planteamiento de personajes hasta la cartela de “Jefas de equipo”.
Había más jefas que jefes de equipo, así que decidí que había que poner jefas de equipo para visibilizar eso, y además así nos vamos acostumbrando a leerlo.

Ese femenino inclusivo parece necesitar justificación.
Usarlo es un acto político.

Maternidades en conflicto

El ser visible y combativa hizo que también se magnificara la decisión de sustituir a una de las actrices a causa de su embarazo. ¿Le afectó la polémica en su relación personal con esta serie?
Claro. Desde el minuto uno, desde que vi que mi compañera no lo entendía. Creo que el feminismo, como cualquier movimiento social y político, hay que abordarlo desde la razón. La emoción es la que te hace levantarte, salir a la calle, manifestarte y luchar por tus derechos. Pero todo tiene que tener una base de razón. El feminismo tiene una base de teoría política, se estudia en las universidades, no es un movimiento que nazca solo de la rabia y del puño en alto.

Desde la emoción, lo que pasó era un titular muy potente. Pero desde la razón, no hubo ninguna discriminación. Nadie tomó ninguna decisión para ahorrarse un seguro o ahorrarse problemas, como se llegó a decir. Desde la propia industria audiovisual debemos hablar de esto: qué pasa con las actrices que se quedan embarazas, sobre todo a partir del sexto mes, como era este caso. Estaría bien que ese debate se produjera desde la calma. Las actrices trabajamos con nuestro cuerpo, con él contamos las historias, y estando embaraza no puedes contar todas las historias, no durante unos meses. Podríamos hablar sobre la creación de un paro especial para ese periodo. Ese podría haber sido el debate, encararlo desde la construcción y no desde la destrucción.

«No he tomado ninguna decisión contraria a mis ideales»

¿Se replanteó su decisión?
Volvería a tomar la misma, porque era la única decisión que podía tomar. No puedes no ver la realidad. Había quien me decía: pues retrasa el rodaje un año. ¿Y qué hago, despido a las cinco embarazadas del rodaje, que las había? ¿Despides a cinco embarazas por una? No. Le ofreces a la actriz otro personaje, uno que sí puede interpretar.

Claro que ha habido conciencia de género para tomar decisiones. Arantza Vélez, la directora de cásting, nos dijo que no podía hacer el proyecto porque estaba embarazada, y se iba a poner de parto en mitad del proceso. Y le dijimos que no, que no iba a dejar de tener este trabajo por eso. Que haría la serie y, cuando se pusiera de parto, contrataríamos a una sustituta. Y eso hicimos. No he tomado ninguna decisión contraria a mis ideales.

Puede que esta sea la primera serie en la que se visibiliza el hecho de que una persona con diversidad intelectual tenga un hijo. ¿Cómo aborda esa cuestión desde guión?
En mi primera película ya hay un personaje con discapacidad intelectual que es uno de los protagonistas. Cuando hablamos de diversidad, de vulnerabilidad, de personas que no encajan en los modelos establecidos… las personas con discapacidad apenas existen en la ficción, salvando el éxito de Campeones, de lo que me alegro muchísimo. En mi entorno hay personas con discapacidad, la tengo muy naturalizada, y por eso siento la necesidad de darle su espacio en las historias y en la cultura.

El actor Enric Auquer (Gari) interpreta esa discapacidad, aunque hay secundarios que sí tienen en la vida real. ¿Se plantearon que ese papel lo interpretara una persona con diversidad intelectual?
Hubo un cásting, de donde salieron los amigos del Gari, pero tuve un flechazo con este actor. Le hice una prueba y vi que era Gari. Habrá quien diga: ¿por qué no ha cogido a un actor con discapacidad?, algo que hice en mi primera peli. Vi a este actor, vi que era Gari, y mi decisión como directora fue hacerlo con él.

En la serie se dice varias veces la palabra subnormal, una sílabas que hoy en día nos retan, nos hacen revolvernos en el asiento.
Si los personajes tuvieran una conciencia social y del lenguaje perfecta, aparte de que no sería real, no sería interesante. No habría arco, sombras, conflicto. María es una mujer que va a tener un hijo con una persona con discapacidad pero en un momento dado le llama subnormal, porque así somos. Pero no se usa el término para hacer un chiste, aunque te rías por los nervios. Se usa para hacernos pensar. Creo que la serie empodera a las personas con discapacidad, que para mí es importante: te ríes conmigo, pero haces un recorrido.

Esa intención clara de visibilizar, normalizar, ¿la siente como una responsabilidad?
Por un lado, creo en lo que decía Spiderman: todo poder conlleva una responsabilidad. Y la cultura es una herramienta de transformación social. Busco un equilibro entre esa herramienta y el hecho creativo puro. Cuando estoy creando no pienso en aleccionar ni en dictar lo que está bien y lo que está mal. Intento explorar mis propios miedos y fantasmas, y los que creo que tenemos en común como sociedad. Las historias sirven para eso, para poner los miedos encima de la mesa, compartirlos y sentirnos menos solos.

¿Es un triunfo ir con una serie a un festival clase A?
Estoy feliz, no quepo en mí. Me hace mucha ilusión que se vaya a ver entera, en una pantalla de 400 metros cuadrados ante 2500 personas. La serie está pensada para que cada capítulo tenga un corazón temático distinto. Pero también está pensada como un todo, y me gusta que eso se experimente en una sala de cine. Me la voy a ver entera con el público.

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