El efecto terapéutico del cine | Encuentro con Ricardo Darín

14 octubre, 2019

Horas antes de que estallara el ‘corralito’ argentino de 2001, un exfutbolista deposita en el banco el dinero recaudado para abrir una cooperativa agrícola en un pueblo del interior del país. Intentar recuperar sus ahorros será el motor que prenda La odisea de los giles, cinta de Sebastián Borensztein que presentó Ricardo Darín ayer en la Academia, tras su paso por el Festival de San Sebastián, en Sección Oficial fuera de concurso. “Un productor que ha jugado en esta ocasión a ser actor”, bromeó Mariano Barroso, presidente de la Academia de Cine, en su presentación.

Porque Darín, además de protagonizar la cinta, ejerce labores de producción. “Mi hijo [Chino Darín, que interpreta también a su vástago en el filme] es un chico entusiasta y me persiguió para montar una productora, en un momento de mi vida en el que yo quería trabajar menos, pero he acabado por trabajar cuatro veces más”. Hasta ellos llegó la novela La noche de la Usina, de Eduardo Sacheri. “La leímos prácticamente a la vez, nos entusiasmó y conseguimos los derechos. Ahí empezó el camino arduo de armar un guión que pudiera hacer justicia a la historia, lo que llevó dos años y medio. Pero el entusiasmo no decayó. El espíritu cooperativista y solidario de la historia se extendía al equipo que íbamos formando”, recordó Darín.

De las páginas de la novela a las pantallas de cine, la historia cambió de nombre. Fue “un hecho controvertido, pero fuimos firmes en la decisión. La novela nos enamoró, pero no se puede competir con la literatura, porque esta te permite volar con la imaginación, y El cine te obliga a decidir qué caras, colores y voces tienen los personajes y las situaciones”, explicó. En su adaptación, “tomamos un camino paralelo al de la novela, pero siendo fieles. Tuvimos que suprimir y agregar escenas para contar la historia en imágenes. Por ejemplo, en la novela el plan de este grupo de perdedores no se revela, pero el cine no permite eso. También cambiamos aspectos como el género de algunos personajes. Por una cuestión de respeto a la novela y a la película, decidimos que tuviera otro nombre”.

El resultado, La odisea de los giles, gusta al actor y productor porque ‘gil’, en Argentina, se usa como sinónimo de inocente, de humilde. Le hace gracia emparentar “términos en extremos opuestos: odisea es un término heroico, y giles, que viene del lunfardo, es un término menor. De tal manera que el resultado es irónico. Somos los primero que nos denominamos giles”.

Fotos © Sonia Baños

Catarsis colectiva

Ricardo Darín reconoció que la cinta está “siendo abrazada por la gente”, porque “el colapso del 2001 no fue solo una cuestión financiera y material, sino también moral, emocional. Muchos perdieron familiares por su causa, otros cayeron en depresiones incontrolables, mucha gente se autoexilió…”. Para el intérprete, “el dolor que dejó el colapso es mucho más profundo y duradero que los daños en términos materiales. Han tenido que pasar 20 años para poder hablar con humor de este episodio”. En ese sentido, cree que sus compatriotas ven en La odisea de los giles “una reparación emocional, al verse reflejados en los personajes y situaciones. El cine puede tener un efecto terapéutico”.

Reconoció Darín que uno de sus temores era si el filme les había quedado “demasiado localista. Pero esta historia tiene esa mística, se va encontrando con el público. Hemos ido con ella a Canadá y se despejaron nuestras dudas. Seres humillados por el sistema hay en todos lados, y en todos lados buscamos reparación, consuelo, y anhelamos cosas mejores”.

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